En su rincón

Eva García Aguilera, ventana a la alegría

García Aguilera, en el puerto  de Cartagena.

García Aguilera, en el puerto de Cartagena. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Si hay alguien que está de moda en Cartagena y que concita el cariño y el reconocimiento de sus muchos lectores, esta es Eva María García Aguilera, una imparable mujer de luz que estos días presenta La ventana de Eva, una estupenda publicación que recoge sus escritos semanales sobre las cosas, los rincones, las historias y las gentes de la ciudad. De su padre, abuelo y bisabuelo, que dedicaron su vida al trabajo del vidrio en la Mufla de Santa Lucía, ha heredado el amor a lo bello, el tesón por el trabajo bien hecho y, sin duda, una mirada tan transparente como el vidrio y el mar en sus ojos y en su grande, pero delicado, corazón. 

De joven trabajó en la empresa familiar: «Lo que mejor se me daba, por supuesto, era la atención al público…», siempre tan locuaz y con tanto don de gentes como ahora. «Pero mis amigas y amigos, en aquellos tiempos en que se hacía más vida en la calle, siempre me tenían que esperar para salir, tenía que ayudar y dedicar mucho tiempo a aquellos trabajos artesanos para turistas, para bodas o para comuniones». Ya entonces empezaba a destacar con sus escritos, ganó algún premio, pero finalmente estudió Graduado Social y Riesgos Laborales. Su primer trabajo fue en una importante asesoría laboral y después pasó a la banca. Su primer destino fueron unos años en Benidorm y luego casi diez en Caravaca.

Destinada a su querida Cartagena, se reencuentra con la ciudad y empieza a verla con ojos nuevos. Hace algo más de dos años se le cruzaron en su vida la pandemia y la baja por unos problemas cardiacos y, lejos de hundirse, inició el oportuno y hermoso proyecto de empezar a escribir, cada semana, una ya consagrada sección: La Ventana de Eva en Cartagena Actualidad. Desde entonces, se la ha recorrido pasándola por sus hermosos ojos y bello corazón y lo ha puesto todo por escrito, de manera sencilla y a la vez profunda. Ella es de naturaleza inquieta y a nada dice que no, con el tiempo se ha animado a hacer teatro con su amigo Pepe Salguero. 

A Eva le gusta el Mediterráneo y me dice que su rincón preferido está en el puerto, junto a la cola de ballena del escultor Sáenz de Elorrieta, donde le hago la foto y me enseña el maravilloso ejemplar de prueba de su libro: «Llevo unas semanas sin descansar un minuto, maquetando y corrigiendo. Creí que no llegábamos a tiempo, que las imprentas, ya se sabe… y ahora estoy con la convocatoria de la presentación para el próximo 3 de mayo. Tiene que ser un éxito porque el acto, con música en directo, va a ser muy bonico y, sobre todo, porque es un libro solidario, cuya recaudación es para una buena causa: la Asociación Afacmur, que trabaja con niños enfermos de cáncer en la Región». La conversación la tenemos en la cafetería del Museo del Teatro Romano. Ella se pide un Nestea al que da muy pocos sorbos porque no para de hablar y de contarme, llena de entusiasmo, todo le que le bulle por dentro con una vitalidad desbordante: «Me gusta disfrutar y vivir el momento, las pequeñas cosas, todo me sorprende como si empezase a vivir hoy».

«Yo lo expreso todo, no me guardo nada, tengo los sentimientos a flor de piel y lo mismo lloro que río, tal vez sin contención. El control tampoco me es ajeno. He descubierto que soy más fuerte de lo que creía y que soy una buena gallina clueca para proteger a los demás», me dice con esa mirada que desprende chispas de felicidad, y me confiesa: «Lo que no soy es nada pija, pese a la impresión que algunas veces he dado a alguien. Yo me considero una trabajadora y soy feliz con muy poco, no necesito demasiado y puedo estar en la gloria comiéndome un bocadillo y tumbada en el suelo ante un paisaje o una playa de nuestra Región». Le pregunto que si lo suyo es la nostalgia, pero me dice: «A la gente le gustan los recuerdos, la memoria puede ser hermosa y necesaria, pero yo soy muy del presente. Me gusta hablar de lo que me ha marcado, es cierto, pero soy muy del día a día, de aprovechar el momento sin pensar ni siquiera en el futuro, por muy incierto que sea».

Y me cuenta anécdotas de su vida, como aquel tiempo en su adolescencia en que fundó un Club de Fans de Hombres G, cuando vinieron por primera vez a Cartagena. Con el tiempo salieron en la revista Súper Pop y las llamó la Discográfica del grupo y fueron reconocidas a nivel nacional como club oficial. Desde aquellos entonces mantiene una amistad familiar con David Summers, y veo en ello un ejemplo de su manera de ser tan emprendedora, insistente, organizada, trabajadora y entusiasta. Y añade: «La amistad para mí siempre ha sido muy importante, tanto como acudir a personas que respeto, que me aportan y que me ayudan, como Tomás Martínez Pagán, al que conocí cuando escribió sobre mi padre y el Museo del Vidrio. También le debo mucho a la gente de la calle y a mis lectores. Recuerdo cuando mi artículo sobre el submarino Isaac Peral tuvo 14.000 lectores y la cosa se desmadró tanto que hasta me llamaron de La Armada para felicitarme. Pero todo lo hago con suma humildad, yo no soy una experta en nada, lo que pasa es que me lo curro, me asesoro, pregunto a los que saben, leo… Mi madre siempre me ha dicho que no sea El maestro Liendres, que de todo sabe y de nada entiende».

«Tampoco me gusta endulzarlo todo, a menudo hago críticas si son necesarias, si el patrimonio está descuidado o hay cosas mejorables. Lo que he de confesar es que mi cabeza no para. Estoy centrada en la presentación del libro, pero ya le estoy dando vueltas a nuevos proyectos». «¿Lo que más me gusta? Que la gente me pare por la calle como si fuera de mi familia y me digan: «Te leo»». Eva es una mujer luminosa que te alegra ¿el día?, no, la vida.

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