Entrevista | Rubén Santiago Maestro, psicólogo y escritor

"Es imposible disociarte de quién eres a la hora de ponerte a escribir"

Maestro, psicólogo y escritor. Tras un libro de relatos y dos novelas para público infantil y juvenil, el cartagenero ha dado por fin el salto que siempre había querido dar: el que le dirigiera a un público adulto. Y lo ha hecho con una novela muy peculiar, Tío vivo

Rubén Santiago.

Rubén Santiago.

Asier Ganuza

Asier Ganuza

El cartagenero Rubén Santiago se ha cansado de cuentos para niños. Quiere contar historias adultas, y lo ha hecho. Recientemente ha publicado Tío vivo (Ápeiron Ediciones, 2022), una obra diferente, frenética, gamberra y de un humor muy particular (el de su autor). Y eso que el prota de esta historia, como apunta su creador en esta entrevista, solo da –aparentemente– para un dramón. Pero bueno, es que este maestro, psicopedagogo y psicólogo murciano –dice que el corazón lo tiene en la capital del Segura– es muy partidario de la risa; incluso de reírse de uno mismo. De hecho, sobre todo de uno mismo.

¿Quién es David Morales, Rubén? Además del protagonista de su último libro, claro.

Yo diría que un tipo bastante normal. Excéntrico, sí, pero que en el fondo busca lo que buscamos todos: no sentirse solo, ser parte de este mundo. La vida es más sencilla de lo que parece: todos tenemos nuestras peculiaridades (y él tiene muchas), pero es el amor y el sentirnos queridos lo que nos mueve.

¿Y de dónde sale este personaje? A mí me da que es mucha gente a la vez... Mucha gente real, quiero decir. ¿O es un constructo exclusivo de su imaginación?

Me resultaría increíble que alguien escriba algo que sea cien por cien salido de su imaginación. De ahí puedes sacar unas cuantas páginas, pero es inevitable –y hasta diría que necesario– que las experiencias vitales del autor acaben plasmándose en sus libros. En cualquier caso, en redes lo he tenido que aclarar: David Morales no soy yo. La gente enseguida tiende a identificar al protagonista de una novela con el escritor que la firma, pero nada más lejos de la realidad (en este caso). No obstante, muchas de las cosas que le ocurren a este personaje me han pasado a mí antes, solo que son historias que en este libro están llevadas al extremo. Y luego hay muchos personajes que son prácticamente reales, solo que con los nombres cambiados. O sea que puede haber alguno que se sienta identificado...

O sea que mejor no le tomamos demasiado en serio, ¿no?

¡Por favor! Ni lo pretendo ni lo quiero; sería algo agotador... Yo solo intento escribir los libros que a mí me gustaría leer. Ahora, aviso: este es... un pelín rarito [Risas]. Pero no porque sea incomprensible o algo por el estilo, sino porque son muchas historias dentro de otra historia, y porque lo mío no es, digamos, una escritura de tipo lineal.

De hecho, en Tío vivo hay capítulos que casi se podrían leer de manera independiente. Me viene enseguida a la cabeza el de la playa y el del Zalacaín (o como sea que le llame usted en el libro...).

Sí. El Zacapalín. Aunque le cambié un poco el nombre, todos los que iban allí (escritores, poetas) saben a qué me refiero. Y sí, ahí me invento una historia con una novia japonesa que, como la de la playa u otras, se pueden leer por separado, como un relato. La personalidad medio psicopática del protagonista me daba la posibilidad de abordar en mitad del trayecto historias completamente diferentes a la ‘principal’. Por eso digo que Tío vivo es una novela..., no complicada, pero sí diferente, al menos estructuralmente hablando. Al final, incluso meto como una miniobra de teatro [Ríe]. En fin, soy libre.

«Yo no, pero la humanidad podría vivir sin literatura. Debemos dejar de darnos tanto bombo»

undefined

Tío vivo, comentaba, gira en torno a las peripecias, aparentemente cotidianas de este personaje (y a sus recuerdos, sus trastornos, etc.). Entonces..., ¿qué tiene de especial? ¿Dónde está el truco? ¿Qué es lo que engancha al lector? Y no me diga que eso lo tiene que decir el lector...

Pues... esta es una historia que te hace pensar, reflexionar, pero yo creo que la clave está en que, al final –y solo al final–, Tío vivo se ha convertido en una novela de tono humorístico (cuando su protagonista solo da para hacer con él un dramón tremendo...). Por supuesto, no pretendía que esto fuera así, pero acaba siendo una lectura bastante divertida, y hay pasajes con los que te puedes llegar reír; reír de lo que ocurre y reírte de ti mismo y de tu entorno. Porque yo hablo en todo momento de una ciudad imaginaria que se llama Mordor, pero que todo el mundo puede identificar...

Murcia.

Sí. Creo que la única manera de salir airoso de este mundo es con humor, riéndote de ti mismo, de tu ciudad, de tu gente... Y eso no significa que no le tengas un cariño tremendo a todo eso. Yo siento pasión por mi tierra, por ejemplo: soy cartagenero de nacimiento, pero murciano de corazón. Aunque eso no quita para que me pueda mofar un poquito de Murcia, que también tiene lo suyo...

Si me permite, creo que otra de las claves para que la de Tío vivo sea una lectura ágil y divertida es que está compuesta de capítulos cortos, de apenas unas pocas páginas. ¿Es algo premeditado?

Totalmente. Creo que todos nos guiamos por la velocidad del mundo este que nos ha tocado vivir, y, en ese sentido, la estructura de Tío vivo es una imagen bastante fiel del ritmo que nos impone el mundo tecnológico, el laboral... Pero bueno, a mí me gusta ir rápido. Además, como lector, los capítulos que son interminables me acaban desesperando; prefiero mil veces los que son más concisos, los que te sitúan, ocurre algo y continúan. Además, creo que son más asequibles para la gente que igual no está tan acostumbrada a leer, y yo quería hacer un libro para todo el mundo.

Antes se refería a la personalidad «medio psicopática» de su protagonista. Supongo que su formación ha condicionado la construcción del personaje...

Claro. Sí, yo, además de profesor, soy psicólogo, y eso –tu profesión– creo que acaba teniendo un peso bastante importante en el desarrollo de la persona (del escritor, en este caso). Así que, al hilo de lo que hablábamos al principio, es inevitable que eso influya de alguna manera en tu obra. Luis Leante, por ejemplo, toca la guitarra y en sus novelas siempre aparecen músicos, y en los míos salen niños y..., en este caso, un posible paciente [Risas]. Para empezar porque es imposible disociarte de quién eres a la hora de ponerte a escribir, pero también porque desarrollar una historia no es fácil (al menos, no para mí), así que echas mano de todo lo que pillas, sobre todo de lo que controlas.

Supongo que por eso mismo hasta ahora solo habíamos leído bajo su firma novelas de corte infantil y juvenil (Rendirse no es una opción y Ceres, Joan y el secreto de Gaudí), además de Ultramar, que es un libro de microrrelatos.

Sí. Empezé así por el miedo a escribir algo más allá... El microrrelato –aunque para nada sencillo– es como el hermanito pequeño de la familia literaria, y hay mucha gente que lo detesta. Pero luego me ofrecieron escribir infantil y juvenil y, bueno, publiqué dos libros que..., bien. Quiero decir: podría seguir haciendo este tipo de historias, sobre todo porque son las que menos trabajo me cuestan –sin querer desprestigiar a nadie–, pero me aburría un poco; yo quería escribir una novela para público adulto. Y eso es Tío vivo. De hecho, este libro lo empecé hace un montón de años, como en 2014, mucho antes que Rendirse no es una opción y Ceres, Joan y el secreto de Gaudí. Pero bueno, las cosas han ido saliendo así.

Se nota que escribir para un público más cercano generacionalmente le facilita, por ejemplo, la inclusión de referencias y guiños a otras obras; algo que es una constante a lo largo de Tío vivo.

Tiro mucho de referencias, sí. Pero es que, ante todo, soy lector. Creo que de todo lo que leo he hecho algún guiño, si no un entrecomillado o una cursiva. No puedo evitarlo. De hecho, antes de comenzar cada capítulo incluyo una cita de algún autor regional, nacional o extranjero (ojalá sirva para que alguien se interese por ellos y este libro nos ayude a que la literatura se expanda). En fin..., no sé, supongo que habrá escritores que no lo hagan y que no lean, pero... imagino que serán muy malos [Risas]. No obstante, aprovecho para decir que lo mismo estamos sobrevalorando el tema de leer... No entre los escritores, sino en general. A lo mejor no hay que obligar a la gente a leer, a lo mejor no es tan importante. Decía Rosa Montero que «la literatura está llena de cosas inútiles absolutamente necesarias», pero no para todos. Yo no, pero la humanidad podría vivir sin novelas. Debemos dejar de darnos tanto bombo.

Hablemos del escenario en el que se desarrolla esta historia: de esa ciudad ficticia llamada Mordor, lo que supongo que es otra referencia bastante evidente...

Sí. Pero, fíjate, en este caso, me preocupa un poco –no mucho– que la gente se sienta ofendida. A veces somos muy regionalistas, muy de nuestra tierra, de nuestro tal... Yo qué sé... Lo de ‘ciudadano del mundo’ es casi un lugar común, pero es cierto. Debemos aprender a no mirarnos tanto el ombligo. Pero bueno, sé que un autor de aquí que habla con cierta sorna de Murcia puede molestar a algunas personas, y me da igual [Risas].

En este sentido, recuerdo que Ginés Sánchez me dijo sobre su último libro, De tigres y gacelas, que era entendible al 95% por cualquier lector, pero que el 5% restante solo lo pillarían los de Murcia. ¿Ocurre eso con Tío vivo?

[Ríe] Puede ser, porque, obviamente, hay muchas cosas en esta historia que están influidas por el entorno en el que han sido escritas. Así que... ¿cuánto dice Ginés? ¿Un 5%? Pues sí, más o menos por ahí. Pero el resto es universal.

Lo que es perfectamente meditado es el pequeño homenaje que le hace a su abuelo, Gabriel Pardo Zapata. Cuénteme un poco.

Pues mira: mi abuelo murió hace muchos años, pero cuando falleció mi abuela –hace algo menos–, aparecieron unos papeles, unos manuscritos en los que él narraba cómo fue detenido por republicano al término de la guerra y cómo fue encerrado en la prisión de Cartagena. Afortunadamente, y aunque pidieron pena de muerte, pudo salir de allí. Pero es que mi abuelo nunca pegó un tiro; él era maestro, y simplemente ayudaba a alfabetizar a los soldados y traía aceite desde Jaén (movidas de la guerra). En fin, que cuando encontré estos documentos sentí que, de alguna manera, debían estar en mi libro, y les encontré acomodo. Aunque no sé si a parte de mi familia le va a hacer demasiada gracia... Pero bueno, que me da igual [Risas].

Una última cosa, Rubén: me comentaba el otro día que este libro va a tener ‘descendencia’ y que puede que no dentro de mucho. ¿Qué me puede contar de El pobre Nauta tiembla de miedo, que supongo será su próximo libro?

Pues... que ya está escrito y en busca de editorial. Es un libro que aparece citado en Tío vivo, y que, por supuesto, guarda cierta conexión con esta novela, pero no forman una bilogía; quiero decir, podrán leerse por separado (aunque espero que quienes compren este se animen con El pobre Nauta...). De todas formas, tengo alguna oferta pero no me convence demasiado, así que no sé cuándo se publicara. Y como normalmente saco libro cada dos años, no tengo prisa.