En su rincón

Ginés Vicente, arte de ciencia ficción

Ginés, en su estudio.

Ginés, en su estudio. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Ginés Tomás Vicente Fernández, pintor y escultor de nuestra Región de Murcia, es uno de los mejores artistas y más originales que conozco. Domina la pintura y la escultura, sobre todo en madera, y nos presenta unos extraños y sugerentes mundos futuristas, sin caer en los tópicos alienígenas ni de naves espaciales, que nos maravillan y sorprenden, adelantándose a esas expresiones actuales, realizadas con tecnología digital o con inteligencia artificial. He seguido su trayectoria española e internacional, sobre todo en Italia, donde ha expuesto en numerosas ocasiones con tan gran éxito de crítica y ventas que últimamente hay quienes allí lo consideran como un artista italiano de raíces españolas. 

Quedamos en su taller de Las Torres de Cotillas y, al entrar, veo un par de obras que no me cuadran en su estilo, las pintó su padre, recientemente fallecido, tras su jubilación como maestro. Ginés es el alma de todos los chats de artistas, siempre con su humor inteligente, su fina ironía y su pose de ‘bon vivant’, pero he de reconocer que en este encuentro he descubierto que, debajo del escudo, este artista es todo un filósofo muy cultivado y con un corazón tierno que intenta proteger con bromas o haciéndose el gamberro. Hace poco que su padre ha fallecido y lo veo afectado: «Le debo mucho a mi familia, pero quizás lo más importante es que viví, desde niño, en una casa con libros. No hay mayor privilegio que haberme podido leer los libros de Julio Verne en mi adolescencia, libros que me llenaron la cabeza de imaginación y mundos fantásticos. Luego, poco a poco, me acerqué a las obras de ciencia ficción de Isaac Asimov y otros muchos que han inspirado mi obra».

Nos perdemos hablando de libros y también de música al ver que tiene una pared entera llena de CD: «Me gusta, como en el comer, todo lo bueno, cualquier estilo puede ser un buen jamón, salvo el reguetón, claro». Me cuenta que empezó a pintar a los 11 años, que siempre se recuerda como un niño solitario que pasaba horas y horas dibujando, escuchando música y leyendo Los Tres Mosqueteros o El Conde de Montecristo. Finalmente, estudió delineación y «con veintitantos años me empecé a dedicar profesionalmente a la pintura. Mi primera exposición en serio, había sido antes, en el año 1986, en el casino de Alcantarilla. Después expuse en Murcia, en toda la zona de Levante y en varias galerías madrileñas», y añade con su característico humor: «Con este frío no hace día para ponerme a contarte la multitud de etapas por las que he pasado en mi trayectoria, lo que sí te puedo decir es que siempre he estado obsesionado locamente por buscar mi propio camino, ser distinto y original, por no parecerme a otros. Nunca me ha gustado copiar, ni siquiera sin darme cuenta, ni a mí mismo, siquiera». «Con la escultura, que siempre me había gustado, comencé en 1998. Lo mío es la talla en madera, con la que intento, como en la pintura, trabajar mis características formas geométricas de mi particular ciencia ficción», e insiste: «Toda mi vida he estado obsesionado, de manera enfermiza y tal vez contraproducente, por diferenciarme y ser distinto. Puede que lo haya conseguido, aunque no sé si me hubiera salido más rentable no poner tanto énfasis en ello. Podría haber sido más comercial, pero tengo el defecto de necesitar estar a cada instante inventando cosas». Y tal es así que me enseña alguna de sus maravillosas navajas artesanas que ha hecho durante la pandemia y que se las quitan de las manos desde todo el mundo: «No había manera de concentrarme en pintar o esculpir, el confinamiento se me hizo muy pesado, pero encontré en esto una actividad que me relajaba».

Y añade: «A mi trabajo, con esta visión de ciencia ficción, yo le llamo ‘Arte Especulativo’. Se ha hecho mucho en cine o cómic, pero se ha hecho poco en pintura y escultura, y lo que se ha hecho ha sido de manera demasiado convencional: naves, marcianos y viajes estelares. Lo mío es otra cosa, va más allá, busco mis propios caminos y no me paro en poner límites a mi imaginación. Estos mundos que voy descubriendo tienen, sobre todo, una elasticidad inmensa, siempre puedes estirar más tu imaginación». Eso le dice la comisaria y gestora cultural Natalia Molinos, que se reafirme, sin ningún complejo, en la validez del género de ciencia ficción en que él trabaja.

La conversación se va volviendo cada vez más profunda e interesante. En momentos como este pienso que debería grabar estos encuentros. Tal vez lo próximo será pasar de estas crónicas por escrito a tener un canal con las imágenes y las voces de estas grandes gentes de la cultura con la que hago estos encuentros. «El arte es la forma de pensamiento más primitiva que existe y, a la vez, es un adelanto del futuro. Hace 400.000 años ya hubo un artista que dibujó una concha con rayas, la verdad es que ya entonces dominaban los tres únicos caminos del arte: la abstracción, la figuración realista y la figuración estilizada. No hay más, ni antes ni ahora. No hay más lenguajes ni vendrá ningún otro nuevo en el futuro. Hay quienes están esperando, como a un Mesías, a un artista o una escuela que nos traiga un lenguaje nuevo, pero esto son lentejas, las tomas o las dejas. El mito de las vanguardias es muy fuerte y poderoso, pero no tiene base real, las vanguardias terminaron en los años 30 y después de ellas estamos en lo primigenio, que no es lo de siempre, sino lo del futuro. Y que nadie se equivoque, ni las máquinas ni la inteligencia artificial van a descubrir nuevos lenguajes, tan solo nuevas formas de hacer lo de siempre».

Y hablamos de su preocupación por los problemas del mundo actual: «Ni hemos aprendido con la pandemia, ni hemos salido mejores. Cuando nos comamos toda la Tierra desapareceremos o volveremos a los tiempos de los reyes absolutos y los sumos sacerdotes. Tal vez el arte no pueda solucionar la esclavitud, o tal vez sí». Y termina: «Mucho del arte actual es muy viejo, los críticos siguen escribiendo textos pseudoplatónicos, piensan que las ideas son más elevadas que la materia, que el arte es concepto, pero yo creo que es materia». Único e inabarcable, como el Cosmos.

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