Entrevista | Tito Asorey Actor y dramaturgo

Tito Asorey (director de 'Fariña'): "La globalización hace que ni siquiera el dinero del narcotráfico se quede donde se genera"

Tras interpretar en la serie de ‘Fariña’ a Pedro Ventura, el abogado de los narcos, este gallego aceptó la propuesta del también actor Xosé Antonio Touriñán para llevar al teatro la historia que Nacho Carretero contó en el celebrado -y censurado- libro homónimo. La obra llega esta noche al Teatro Villa de Molina

El actor y dramaturgo Tito Asorey.

El actor y dramaturgo Tito Asorey. / Ars Lumen Fotografía

Dice Tito Asorey (Ourense, 1977) que los gallegos están hartos de que cada película y serie sobre su tierra hable de narcotráfico. «Pero es una historia que hay que contar», asume. El dramaturgo dirige la adaptación de Fariña al teatro, que hoy llega al Villa de Molina. La historia de Nacho Carretero le toca: alucinó leyéndola e interpretó al abogado Pedro Ventura en la serie homónima. Sobre las tablas, el protagonista es un pueblo entero. «Teníamos que contarlo a nuestra manera -explica-, con nuestro humor y nuestra idiosincrasia».

Interpretó a Pedro Ventura, abogado de los narcos, en la serie de Fariña. ¿Tenía ya en mente llevarla al teatro? 

Ahí no. Es verdad que cuando leí el libro de Nacho Carretero pensé que ahí había una obra de teatro. Pero ahí quedó. Fue a raíz de la llamada de [Xosé Antonio] Touriñán, que fue el artífice de esta aventura, cuando la cosa se puso en marcha y lo hicimos realidad. Él tiene esa facultad de hacer que las ideas se conviertan en realidad.

LA OBRA

Fecha: Hoy, 20:30 horas.

Lugar: Teatro Villa de Molina.

Precio: 12 euros.

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¿Y qué le aportó ese paso intermedio por la televisión?

Me aportó mucho. En cuanto me propusieron actuar en la serie como actor empecé a investigar mucho más. Conocía la historia, pero entonces haces una inmersión total en el mundo de Fariña. Ese bagaje  documental me ayudó mucho a la hora de dirigir la obra. Y también tenía muy claro qué se había contado en la serie, y eso me ayudó para decidir contar la historia de otra manera, desde otro sitio.  

Seguramente el cambio más importante sea que Galicia es la protagonista.

Sí. Teníamos claro que tenía que ser una obra en la que no hubiera unos protagonistas individuales, como pasa en la serie con Sito Miñanco. Queríamos hacer algo más paisajístico. Los protagonistas son el pueblo, la geografía y la economía gallega. Pensamos que así podríamos aprovechar mejor las dinámicas que te ofrece el teatro. Lo que nos importaba es el caldo de cultivo para que ese fenómeno del narco se hiciera realidad.

También les importaba contar la historia desde Galicia.

Todo el equipo es gallego. Desde la iluminadora, Laura Iturralde, el escenógrafo, todos los actores...sí, nos parecía vital. En la serie pasó. Es fundamental. Teníamos que contarlo a nuestra manera, con nuestro humor y nuestra idiosincrasia. 

¿Por qué hay solo cinco actores para dar viva a más de 50 personajes?

Son cinco, pero parecen 15. Cantan, bailan, tocan instrumentos...es un gusto. Ese ritmo es uno de los puntos fuertes del montaje. Son cinco porque cinco es un paisaje. Cuatro son dos parejas y cinco, un paisaje. Da muestras de lo difícil que es arrancar un proyecto con más de cinco personas y que tenga visos de ser mínimamente rentable. Ojalá fueran 15, pero los números son los que son. De todas formas, creo que en ningún momento se echa de menos que haya más actores.

¿Cree que el auge de las plataformas de ‘streaming’ está favoreciendo que en España nos expliquemos fenómenos como ETA o la corrupción a través de la ficción?

Vivimos en un momento en que la ficción está en todas partes. Yo llevo dedicándome muchos años al teatro documento,  el teatro con una base real. En base a eso construimos el espectáculo. Creo que ahora mismo hay tanta ficción en todo lo que nos rodea que ahora la gente va al teatro a meterse un chute de realidad, cuando antes iba para meterse un chute de ficción. Creo que es importante jugar con esa línea. Que, por ejemplo, los actores vayan con sus propios nombres, por mucho que interpreten a varios personajes. Vemos claramente que la realidad muchas veces es una manera de contar historias.

Hay tanta ficción en todo lo que nos rodea que la gente va al teatro a meterse un chute de realidad"

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¿Esa base real se hace indispensable cuando esta no es una historia solo sobre el pasado?  

Claro. A nosotros no nos interesaría tampoco hacer una obra que simplemente contara una parte de nuestra historia. Yo, además de dedicarme al teatro, he estudiado Historia, y hago mía la frase de Benedetto Croce sobre que toda historia es historia contemporánea. Cada cosa que contamos, nos cuenta a nosotros. Cada fragmento nos sirve para contar la actualidad. Fariña claramente nos habla de nuestro presente, en base a cómo hemos llegado hasta aquí, cómo se ha configurado nuestra estructura económica, social y hasta mental a partir de ese pasado. No podemos dar de lado a toda la Galicia de los 80 y 90, donde parecía que esto iba a venir a solucionar un problema económico. Y todavía vemos que eso sigue existiendo. Que parecía que con la operación Nécora todo se había solucionado, pero no, sigue entrando de todo en Galicia. 

Ahora no se sabe del todo quiénes son los narcos.

No, y eso es más peligroso. Todos sabemos quiénes son los Charlines o quién es Oubiña. Esa ostentación que ellos tenían...por ejemplo, se veía un Ferrari en Cambados...eso ya no se ve. Estos narcos estaban muy presentes. Ayudaban a su manera a la comunidad. Ahora mismo estarán en paraísos fiscales, supongo. Ya ni ese dinero se queda aquí. Es una metáfora de este mundo. De cómo la globalización hace que ni siquiera el dinero del narcotráfico se quede donde se genera.

La globalización no respeta ya ni el narcotráfico.

No, no [ríe]. Si hay algún mercado desregulado, sin ningún tipo de competencia del Estado, que viene a ser el sueño húmedo de cualquier anarcocapitalista o neoliberal, es el mercado de la cocaína. Y mira, ni eso.

Dice usted que el montaje debía parecerse a una fiesta porque ese era el ambiente de aquella Galicia. ¿Lo que se vive ahora es la resaca de aquella fiesta o simplemente otra fiesta?

Vivimos en la resaca de muchas fiestas. En 2017 escribí una pieza llamada así precisamente, Resaca. Hablaba de cómo una generación entera vive en ese estado, en la resaca de una fiesta que no ha vivido. Nos ha tocado luchar con esa manera de estar. Tomamos el ibuprofeno, pero no nos bebimos el gin-tonic.

El periodista Martín Caparrós dice que la gran tragedia de esta generación es que no es capaz de pensar en un futuro.

Bueno, yo espero que haya una Galicia sin narcotráfico, sin caciquisimo y sin autoodio. Eso último creo que lo estamos mejorando. Precisamente Fariña ha ayudado. Estamos cansados de que todas las series o películas que se ruedan aquí estén relacionadas con el narcotráfico, pero es algo que hay que contar. Nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, intentamos hacer un teatro que tenga un posicionamiento político y social. Este es un proyecto con una vertiente comercial, ahí están las más de 250 funciones que hemos hecho. Pero intentamos que eso no nos haga perder pie, y que este teatro no deje de plantear preguntas y hablar de nosotros. Creo que la obra plantea debate precisamente por el enfoque, que parece frívolo, pero creo que eso hace que el golpe que se lleva la generación perdida es mucho más impactante.