Reportaje

El efecto Matilda: Carmen Mondragón

Carmen Mondragón, también conocida como 'Nahui Olin', posando para un artista.

Carmen Mondragón, también conocida como 'Nahui Olin', posando para un artista. / L. O.

«Independiente fui, para no permitir pudrirme sin renovarme; hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir». Estos versos bien podrían resumir la vida de la artista mexicana Carmen Mondragón, la mujer más bella, fascinante y libre de su generación, también la más polémica y aquella que a principios del siglo XX abrió el camino hacia la emancipación femenina. 

Renovarse era lo que daba sentido a su vida, un proceso de transformación y experimentación continuo que tenía en su propio cuerpo desnudo el principal motivo de disertación.

Nacida en Veracruz, con cuatro años se traslada con su familia a París debido al trabajo de su padre, un acaudalado general que diseñaba armas bajo el gobierno militar de Porfirio Díaz. Aunque su madre la había enseñado a tocar el piano y escribir desde muy pequeña, allí estudió en un internado donde también recibió formación en danza clásica, pintura, teatro y literatura. Con tan solo diez años sus primeros textos avanzaban una personalidad rebelde pero extremadamente comprometida con reflexiones sobre la nula libertad de las mujeres tuteladas por sus padres hasta el día de su boda; impactada por aquellas letras su profesora guardó cada uno de sus escritos que serían publicados dos décadas más tarde.

Retrato de Carmen Mondragón.

Retrato de Carmen Mondragón. / L. O.

En plena adolescencia regresa a México y conoce al cadete Manuel Rodríguez Lozano, con quien se casa con apenas veinte años, pero ante el inicio de la Revolución Mexicana deciden marchar a París donde participará del ambiente artístico junto con Picasso, Matisse, Georges Braque y Diego Rivera. Se dice que fue la primera mexicana en usar minifalda y pertenecer al polémico grupo de las ‘flappers’, mujeres modernas que no llevaban corsé, con el pelo muy corto, excesivamente maquilladas, que bebían, fumaban, conducían y bailaban de manera provocativa.

Al estallar la Primera Guerra Mundial se trasladan a San Sebastián y es allí donde ambos comienzan a pintar. Esta es una de las etapas más grises en la vida de Carmen Mondragón. El fallecimiento de su único hijo sigue siendo una incógnita ya que supuestamente murió por asfixia, aunque su marido siempre la acusó de haberlo matado. Nunca se supo en realidad qué sucedió. Tras el terrible suceso, el matrimonio se deterioró hasta que en 1921, a su regreso a México, ella conoce al artista Gerardo Murillo, sus grandes ojos verdes lo cegaron, y un año más tarde se divorciaron.

Los cinco años que duró su relación con ‘Doctor Atl’, ese era su pseudónimo artístico, fueron los más productivos de la artista. Sus obras, con un estilo naif muy cercano a la ilustración y un marcado sentido del sarcasmo, reflexionan sobre la libertad del cuerpo femenino a partir del suyo propio con escenas eróticas que hablan sobre la sexualidad. Ser mujer era para Carmen Mondragón una conjunción compleja y densa de cuerpo y espíritu, de amor, cerebro y carne imposible de explicar. 

'El abrazo'.

'El abrazo'. / L. O.

Fue Doctor Atl quien la bautizó con un nuevo nombre ‘Nahui Olin’, traducido en lengua náhuatl como el ‘movimiento del cosmos’; desde ese momento nunca volvió a responder al nombre de Carmen.

Tenía una desmesurada necesidad de aprender más y más, era una mente insaciable de conocimiento, algo para ella vital y necesario, su motor para seguir viviendo…, sin ese estímulo «seguramente moriría disecada como una planta sin aire».

No solo proclamó la reivindicación de los derechos de la mujer en materia de igualdad también apeló al voto femenino, el apoyo a la maternidad en el trabajo, la integración de las mujeres indígenas, el derecho a poseer tierras y el acceso a la educación para todas las mujeres. La personalidad de Nahui suponía un desafío no solo para ella misma, sino también para todos los que la conocieron, maridos, amantes, pintores, fotógrafos, poetas…, en general para la sociedad de una época que no comprendía su insistencia por reivindicar su propia condición de mujer, su cuerpo, su sexualidad y su manera de sentir el deseo.

'Autorretrato'.

'Autorretrato'. / L. O.

A los cuarenta años conoce al capitán Eugenio Agacino, pero su repentina muerte un año después será un gran shock para Nahui: pintó a su amado en una sábana y todos los días dormía abrazada a ella. En 1934 se apartó del mundo.

«Soy un ser incomprendido que se ahoga por el volcán de pasiones, de ideas, de sensaciones, de pensamientos, de creaciones que no pueden contenerse en mi seno y por eso estoy destinada a morir de amor». 

Esa libertad mental y también espiritual, que nunca se cansó de defender, fue su propia condena. En realidad nunca encajó en ningún grupo, los artistas no conseguían olvidar su belleza para admirar su arte, los poetas no entendieron esa extrema sinceridad al tratar temas como el amor y el sexo, sus fotografías desnudas eran una provocación excesiva así que al final terminó sola y olvidada, hay quien dice que hasta demente, viviendo con la única compañía de sus gatos. 

'Autorretrato con gato negro'.

'Autorretrato con gato negro'. / L. O.

No se volvió a hablar de ella, no hubo ninguna noticia sobre su fallecimiento el 23 de enero de 1978, nadie recordó que aquel día Carmen Mondragón dejaba un vacío en la escena del arte mexicano y Nahui Olin escribía los últimos versos de su propia historia. Tan solo quedaron algunas leyendas falsas construidas como consecuencia de ese espíritu revolucionario: una mujer loca que cabalgaba desnuda, se hizo un abrigo con las pieles de sus gatos muertos, vivía en la indigencia y para sobrevivir tuvo que vender fotos mostrando su cuerpo desnudo.

En ese dramático instante, tan solo media hora antes de su fatal despedida y de manera casual, el restaurador Tomás Zurián descubre una foto de Nahui Olin entre el legado de Dr. Atl y la magia hipnótica de su persona consigue enamorarle de algún modo: inicia una investigación para saber más sobre ella, recuperar sus pinturas, textos, cartas, fotografías..., e incluso entrevista a personas que la conocieron. Una exhaustiva búsqueda que finaliza en 1992 con una gran exposición realizada en el Museo Nacional de Arte de México con la única finalidad de restituir su nombre y no dejar que absurdas historias ensuciaran la vida de una mujer que no solo fue una polifacética creadora y musa de artistas sino también un verdadero símbolo de liberación femenina.