Exposición

Las Claras ‘recibe’ al hombre que hablaba de tú a tú con los maestros Pollock y Rothko

La Fundación Cajamurcia presenta una muestra con medio centenar de obras de Esteban Vicente, uno de los máximos exponentes del expresionismo abstracto en España y Estados Unidos

La comisaria Ana Doldán de Cáceres junto a Pascual Martínez, director de la Fundación.

La comisaria Ana Doldán de Cáceres junto a Pascual Martínez, director de la Fundación. / Juan Carlos Caval

Asier Ganuza

Asier Ganuza

El segoviano Esteban Vicente es uno de los grandes maestros españoles del expresionismo abstracto. Y, con total seguridad, el más internacional que dio nuestro país a esa primera generación de pintores rebeldes. De hecho, al exiliarse en Estados Unidos tras el comienzo de la Guerra Civil y adentrarse con ello en la escena neoyorquina, también es una figura capital para entender el arte contemporáneo al otro lado del charco; hasta el punto de que algunos dicen de él que fue uno de los pocos que pudieron ‘conversar’ de tú a tú con genios del movimiento como Pollock y Rothko.

De ahí que la exposición que este jueves se presentó en el Centro Cultural Las Claras sea de suma relevancia. La muestra, titulada Esteban Vicente. Una visión individual de la realidad, traza un recorrido por las distintas etapas vitales y artísticas del maestro castellano por medio de más de medio centenar de obras, la mayoría de ellas –con la excepción de alguna pieza extraída para la ocasión de colecciones públicas o privadas– procedentes del Museo de Arte Contemporáneo dedicado al artista en su Segovia natal.

Es gracias a la colaboración entre este espacio y la Fundación Cajamurcia que este proyecto, comisariado por Ana Doldán de Cáceres, directora conservadora de la citada institución, puede verse en la capital del Segura hasta el 8 de enero. Como curiosidad, entre esas ‘otras’ obras, ajenas al fondo del Museo Esteban Vicente, se encuentran diversos cuadros –paisajes de La Alberca y de Murcia– que el artista pintó, entre los años veinte y treinta, cuando estuvo en la Región junto a su buen amigo Juan Bonafé. Durante esta época se relacionó con el ‘grupo de Murcia’ (Pedro Flores, Ramón Gaya y Luis Garay) y participó en algunos números de la revista Verso y prosa con unos sencillos dibujos de línea clara y suelta de cierta influencia matissiana.

Además de estas obras, a esta primera etapa de Vicente pertenecen pinturas, acuarelas y dibujos figurativos realizados en Madrid, Barcelona, París e Ibiza. Son obras relacionadas con la llamada ‘Escuela de París’, en las que ya se aprecia su interés por la luz y el color, nota dominante en la madurez del artista.

Madurez

Es a partir de los años cincuenta –ya plenamente establecido en Estados Unidos– que se introduce con personalidad propia en la corriente del ‘expresionismo abstracto americano’. De esta época son una serie de pinturas y collages relacionados con la ‘pintura de acción’, gestual, de contraste y entrelazamiento de formas, "cercana a De Kooning, aunque en el caso de Vicente son piezas más líricas y poéticas, menos épicas y heroicas", puntualiza la comisaria.

La mitad de la década deja paso a composiciones donde la mancha y el color se concentran en el centro del cuadro, lo que evidencia la influencia de Guston y Hoffman. En este periodo comienza su producción como maestro del collage con obras compuestas mediante el rasgado o recortado de papeles, que disponía sobre soportes de papel, cartón, tabla o lienzo. En cuanto a su relación con la naturaleza –el otro pilar de su etapa más reseñada– se hace evidente en los años sesenta, con obras de formas amplias y regulares que flotan en el espacio en una atmósfera muy personal, que son reflejo de sus viajes y estancias en Hawai.

Es solo a finales de esta década cuando se aprecia por fin un viraje hacia la pintura de ‘campos de color’. Se concentra en investigar "el comportamiento del binomio color-luz en sus ‘paisajes interiores’, composiciones casi arquitectónicas creadas gracias a inmensos estanques de color, de perfiles difusos, donde el gesto y la huella de la etapa anterior han desaparecido en pro del uso del aerógrafo", comenta Doldán de Cáceres.

Paralelamente, en sus dibujos y collages prima la estructura, la construcción y las formas rectangulares de color, influido por la arquitectura de la ciudad y el minimalismo. En esta muestra también se pueden admirar pinturas de gran calidad de los años ochenta y noventa, en las que el artista trabaja con una mayor libertad, multiplicando los colores e impregnándolas de luz e intensidad. Durante estas décadas, la naturaleza es el principal foco de interés de Vicente, que a partir de la visión de su propio jardín combina el dibujo con el uso del aerógrafo (los contornos se difuminan). Las composiciones parten de un trabajo de estudio, donde las formas se relacionan y se complementan. La luz emana de las obras, "el color es la luz", decía.

‘Divertimentos’ y paisajes

La exposición se completa con una breve selección de toys o ‘divertimentos’, pequeñas esculturas realizadas entre 1968 y 1997 a partir de piezas encontradas en su estudio. Estas creaciones muestran las mismas características que sus pinturas y collages, pero trasladadas a la tercera dimensión.

Son obras desenfadadas e improvisadas, donde el color, el equilibrio, la composición y el juego conforman los elementos principales. Precisamente estas obras ponen de manifiesto "el carácter de secuencia de toda la producción de Esteban Vicente, pues, si bien, como él decía, cada obra tiene su solución, también es cierto que forma parte de un proceso cuya base es la armonía", señala la comisaria.

El proyecto expositivo evoca con gran acierto el mundo del artista, un lugar de sensaciones, emociones, recuerdos y sentimientos: "Mis pinturas son paisajes interiores. Los veo con el corazón, no con los ojos", afirmaba.