Javier Gutiérrez es uno de los actores más respetados del país, ya sea delante de una cámara (para cine o televisión) o sobre las tablas de un teatro. Por eso siempre que viene al Romea la suya se convierte en una cita obligada para los amantes de las artes escénicas; y más, si cabe, la de esta noche, ya que llega con un clásico de amplio calado en toda España: Los santos inocentes, de Miguel Delibes. Con la dirección de Javier Hernández-Simón –autor de esta adaptación junto a Fernando Marías–, el de Luanco se meterá en la piel de Paco El Bajo, y lo hará rodeado de un destaco cast en el que figuran nombres como los de Luis Bermejo, Jacobo Dicenta y Pepa Pedroche.

Ahora es Paco El Bajo en Los santos inocentes.

Palabras mayores, sí. Por quién escribió la novela, por don Miguel Delibes. Y por quién interpretó a mi personaje en esa joya cinematográfica de Mario Camus [por Alfredo Landa]. Al principio, desde luego, daba un poco de susto. Pero la versión la hicieron Javier Hernández Simón y el recientemente fallecido Fernando Marías con mucho cariño y respeto.

Ya me lo ha dicho, pero acláremelo. ¿Pesa toda esta historia?

Ya le digo. Pesa en un primer momento: estás haciendo un personaje que está en el imaginario de todo el mundo. Es difícil que haya alguien que no haya visto aunque solo sea una secuencia de la película de Camus. Así que hay que dar la talla. Pero luego nos acercamos a los personajes desde nuestro punto de vista. Yo hago de Paco El Bajo, pero Luis Bermejo hace de un Azarías maravilloso.

Ya llevan unas cuantas funciones.

Y vamos a hacer más de cien (aparte, claro, de la temporada en Madrid). Esto da pistas sobre el interés que despierta un clásico como este entre el público.

Últimamente hace una función cada año.

Hubo un tiempo en que tenía mucha oferta de cine y televisión que me obligó a aparcar la escena. Porque el teatro requiere tiempo: viajes, ensayos... No lo podía combinar. Pero necesito hacer teatro todos los años; es la gasolina del actor. Así que me viene un texto, un director, unos compañeros y me es imposible negarme, aunque genere un conflicto entre la gente que me quiere.

¿Cómo elige los personajes?

Parto de una base clara: no tengo nada preconcebido. Puede ser que si llevo una temporada larga haciendo drama me apetezca cambiar de aires, pero tampoco es una regla inquebrantable. Influyen en mi decisión más el director y el equipo con el que voy a estar el siguiente año de mi vida: voy a subir a escena todas las noches con unos tipos que se van a convertir en mi familia. Javier Hernández Simón, con su bagaje en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cumplía estas expectativas. Y también el reparto que hemos conformado. Pero, sobre todo, la osadía, la valentía kamikaze de hacer Los santos inocentes. Estamos con un espectáculo de teatro popular, los espectadores quieren escuchar esta historia tan cruda y disfrutan saliendo impactados. El teatro es ocio, pero también debe despertar conciencias. Si vamos a hacer más de cien funciones es porque vamos a pasar por pueblos donde pocas veces se hace teatro porque consideran que es caro, porque no hay un programador... Me siento muy orgulloso de este oficio mío llevando esta obra hasta el último pueblo de Castilla - La Mancha, por ejemplo.

La novela es de los ochenta, pero se desarrolla en los sesenta. Entonces parecía muy actual, pero no ha dejado de serlo ahora.

Parece que la historia de Los santos inocentes es eterna; porque cuenta cómo era España, cómo es y, tal vez, lo que va a ser en el futuro. Me siento un santo inocente al servicio de un opulento. La pandemia nos ha anestesiado. Y esa anestesia se generaliza con las redes sociales, con las plataformas que nos hacen perder la perspectiva de la calle. Nos meten la mano en el bolsillo a cuenta de la gasolina, de la luz y no pasa nada, pero gana el Real Madrid y tomamos las calles. Están degradando a la clase trabajadora y, aunque no nos tratan como hace el señorito Iván a Paco El Bajo, consiguen que reduzcamos nuestra visión del mundo.