La Opinión de Murcia

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Entrevista
Literatura Escritor

Enrique Vila-Matas: "El escritor que ha encontrado lo que busca está muerto"

"Aunque esta es mi mayor trama, me parece más importante el cómo escribes que el qué"

«El escritor que ha encontrado lo que busca está muerto»

Exlibris recibe hoy a su invitado más ilustre. Y son cerca de doscientos los autores que desde el lunes y hasta el domingo van a participar en el intenso programa de actividades de esta monumental semana literaria, con lo que este no es un dato cualquiera. Podría decirse que parte de esa condición –la del más esperado de los visitantes– viene a raíz de la concesión del Premio Internacional de las Letras 2022, que este afamado escritor recibirá durante una ceremonia que tendrá lugar desde las 20.00 horas en el Archivo General, pero lo cierto es que Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) no necesita de galardones para brillar con luz propia.

Le avala una carrera iniciada durante los últimos años de la dictadura y que, medio siglo después, todavía le mantiene entre los más grandes de la literatura española; y no precisamente viviendo de las rentas... Y es que se da la circunstancia de que el autor de El mal de Montano (2002), cuya obra ha sido traducida a más de treinta lenguas diferentes, regresó hace unas semanas a las librerías con Montevideo (Planeta, 2022), un libro sobre el oficio de escritor y los sucesos que exigen ser narrados. Lo presentará esta tarde (18.30 horas) en el Salón de Actos de la Biblioteca Regional, en una charla junto al periodista Ángel Montiel, de La Opinión.

Cuando llegué a la parte final de su novela vi lo mal que estaría preguntarle por qué la ha escrito.

Sí, parece la pregunta más sencilla y más tópica. Pero Siri Hustvedt dice que esa pregunta tiene una gran profundidad porque se remonta a un subconsciente muy lejano. Es como si te preguntaran en qué momento te enamoraste. O en qué momento decidiste ser escritor. Mi respuesta es que la he escrito para ver qué escribía. Empecé como si fuera el diario de un escritor que va saltando de un tema a otro para ver dónde va a parar.

Ese protagonista empieza pensando que el mundo es inenarrable y termina dándose cuenta de lo contrario.

Sí, es un escritor que quiere huir de una narración para escribir un ensayo como Paul Valery, pero acaba narrando muchísimo. Es una paradoja. A mí me pone nerviosísimo tener que contar la trama de mis libros porque no es mi visión de la literatura. La trama es necesaria y seguramente la de esta novela es la mayor trama que he escrito nunca. Pero la trama en sí no me parece fundamental, el cómo lo escribes me parece más importante que el qué escribes.

Su protagonista escribe para iniciar la «heroica» búsqueda de una salida a lo que escribe. ¿Cómo ha sido de heroica la escritura de Montevideo?

Mucho, porque entre otras cosas he pasado miedo escribiéndola, como muchos lectores me han dicho que han pasado miedo leyéndola. Estoy muy orgulloso de que mis amigos más duros, los John Wayne de Barcelona, hayan pasado miedo.

Es casi una novela de género.

Sí, he entrado en el género fantástico, pero porque no me di cuenta de que lo hacía hasta que me lo dijeron.

¿Perseverará por ahí?

Todavía no lo sé, pero no creo. Desde el año 2000, cuando publiqué Bartleby y compañía, los amigos me preguntan: «¿Y ahora qué harás?». Yo siempre escribo para ir tan lejos que ya no tenga que volver a escribir sobre lo mismo. Cada libro que he hecho es una escapada del anterior. Como decía mi padre, la inteligencia sirve para escapar de lo que nos tiene atrapados.

Reescribió el libro tras recibir el transplante de un riñón donado por su mujer. ¿Le tocó «trabajar para vivir», como la víctima del Bataclán que aparece en la novela?

Ese final ya está impregnado del tiempo que estuvimos mi mujer y yo sin podernos levantar de la cama, intentando ‘elevarnos’. Es verdad que escribir esta novela me ha ayudado a elevar mi espíritu literario. Después del trasplante lo mejoré mucho todo porque, al no poder salir de casa, estaba muy concentrado y me divertía mucho corrigiendo. Disfrutaba porque lo más complicado, que es la creación, ya lo había hecho antes. Había otra cosa que adjudicaba a la experiencia previa que había tenido: me sentía más inteligente. Pero cuando lo decía causaba muchas bromas entre mi familia, así que tuve que cambiar y dije que lo que me sentía era más «profundo».

Bolaño, lo recuerda usted, decía que el oficio de escritor es miserable.

Decía más bien que los escritores son tontos porque están todo el rato esforzándose cuando, en definitiva, nunca van a ser inmortales. Él decía eso cuando ya sabía que iba a morirse y, por lo tanto, que los demás luchaban por una cosa nimia.

¿Se imagina usted no siendo escritor?

A estas alturas, no.

Al protagonista le encierran en una habitación donde se escuchan repetidamente frases de sus novelas. ¿Así es el infierno para usted?

Es el castigo que tienen todos los escritores que han escrito y los que han hablado sin escribir. Nadie puede soportar todo lo que ha dicho en su vida.

¿Ha encontrado ya una habitación propia como la de la novela?

No, no la he encontrado. Los escritores a los que aprecio siempre han dicho que su escritura era una búsqueda de algo. El escritor que dice que ha encontrado lo que busca está muerto. Es lo que me dijo Dalí cuando le pregunté si quería hacer la obra perfecta y me contestó que la obra perfecta es morirse. Si haces una gran obra, perfecta, ya no podrás hacer nada más. Un día en mi casa pensé que había escrito un libro superior al Quijote. Fue cuestión de un segundo y vi las consecuencias que me supondría eso, las giras que tendría que hacer, la cantidad de personas con las que tendría que hablar… Inmediatamente me eché atrás.

¿Es duro el oficio de escritor reconocido?

En mi caso, todavía paso desapercibido.

¿Mejor ser un escritor de culto?

No, porque como decía Javier Tomeo, escritor de culto es el que cobra menos.

¿Entonces ya no es necesario que un buen escritor se muera de hambre?

En un país ideal sería conveniente que un escritor se ganara la vida mejor que los políticos. Tienen más ideas para renovar la sociedad. Antes, en el siglo XVIII y un poco durante el XIX, el Estado y la literatura caminaban juntas. Luego el escritor quedó marginado por completo.

En Francia a usted se le respeta mucho.

En Francia el escritor todavía es un señor al que atienden enseguida en las librerías porque lo reconocen. Allí todavía les queda un poco de respeto a la figura del escritor. Aquí nadie sabe que uno es escritor.

El pasado día 11 murió Javier Marías. Dijo usted que fue el mejor escritor de su generación.

Sí, el mejor. Cuando digo «mi generación» me refiero a los que empezaron a escribir cuando yo empecé a escribir, en el ‘73 o en el ‘75. También Roberto Bolaño me parecía muy superior.

Y a usted, ¿qué papel le gustaría ocupar en su generación?

Solo quiero que me lean más. Que me lean más en vez de decir clichés sobre mí. De mí siempre dicen, por ejemplo, que soy alguien que se dedica a citar. Cito porque la voz general de los libros es la de un ensayista.

Si, como quisiera el protagonista de Montevideo, se le acercara alguien ahora y le dijera que no ha entendido su novela, ¿usted qué haría?

Me lo dice mi primo, por ejemplo. Dice que no entiende nada de mis libros. Su jefa en cambio le dice que mis libros son buenísimos y él mantiene que no entiende nada. Algún día le van a despedir.

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