Esta fue la última foto del cine Rex antes de su última remodelación. Se la hizo este cronista personalmente en abril de 1991. Poco después cerró sus puertas para acometer la reforma que lo dejó tal y como lo hemos conocido en los últimos treinta años.

En los años 50,60 y 70, nuestros paisanos pudieron contemplar esta sala tal y como quedó tras la remodelación del arquitecto Martínez Albaladejo.

El mes que viene, cumplirá 108 años, pero ahora, al igual que en las últimas temporadas, se ciernen tiempos oscuros sobre él que podrían acabar con su labor como difusor del Séptimo Arte.

Por supuesto que los propietarios del mítico cine –para los aficionados al Séptimo Arte esta sala lo es- tienen todo el derecho del mundo de vender a quien consideren este local o destinarlo a la función que deseen si la normativa les posibilita a ello, pero las autoridades murcianas –las municipales y las regionales- tienen la obligación de velar por la conservación y puesta en valor del patrimonio histórico, cultural, y yo diría, incluso, por el papel que ha jugado como educador sentimental de los murcianos de cinco generaciones mostrándoles, en su dedicación como ventana abierta a la vida que siempre ha sido el cine desde sus inicios, contando al espectador historias ajenas que le han hecho vibrar como si fueran la suya propia.

En octubre de 1914 abrió sus puertas como Teatro Ortiz -funcionando desde el principio también como cine-. En septiembre de 1929, pasó a denominarse Central Cinema, y finalmente, ya en 1946, se llamó como todos lo conocemos: cine Rex.

Por sus 875 butacas han pasado millones de espectadores, que han disfrutado con más de 4.000 películas, incluyendo el estreno de 'Lo que el viento se llevó', que no pudo superar el record de Sarita Montiel en 'El último cuplé'.

Son datos puramente estadísticos. Pero lo que de verdad encierran sus paredes, son los sentimientos, la pasión, las risas y los llantos de tantísimos murcianos que a lo largo de cinco generaciones han disfrutado en este cine con esos fantasmas bidimensionales que se han paseado cada día por el lienzo plateado de esta histórica sala durante más de un siglo.

Ojalá un acuerdo con las instituciones, permita que esto siga sucediendo. Por los murcianos que disfrutaron entre estas paredes que podemos calificar de mágicas y por los que nos sucederán. Por ellos y por esa memoria colectiva que construyen, día a día, los lugares por donde discurren algunos de los momentos más apasionantes de nuestras vidas.