Entrevista | Inés Montesinos Vilar Sombrerera artesana

Inés Montesinos Vilar, con la cabeza bien puesta

Inés Montesinos Vilar.

Inés Montesinos Vilar.

Javier Lorente

Javier Lorente

En el Centro Regional de Artesanía, en Murcia, me encuentro con Inés Fernández Soriano, que, junto a su hermana Lola, dirigen la sombrerería artesanal Montesinos Vilar, firma nacida en Caravaca y que se ha extendido a Francia, Inglaterra y Dubai, demostrando el poder de la creatividad de nuestra Región y, sobre todo, el poderío emprendedor de sus mujeres. «La marca nace de la unión de los apellidos de nuestras abuelas, es un homenaje al legado de aquellas mujeres fuertes y trabajadoras», me dice, y me cuenta que su abuela era sastra y que su tatarabuela, María Dolores Ruíz Echevarría, se casó con un comerciante francés y montó una sombrerería en el París de 1900. Inés no solo ha continuado con el oficio de sombrerera, sino que enseguida me percato de que ha heredado ese aire romántico, parisino y cosmopolita.

Para ella es muy importante la familia, el legado que de ella ha recibido y el impulso para seguir creando e innovando, con una exquisita mezcla entre arte y artesanía y entre lo tradicional y las nuevas propuestas fruto de la investigación y de su preocupación por la sostenibilidad y el medio ambiente. Y añade: «Mi abuela Antonia Montesinos aún vive, es la matriarca de la familia, una luchadora de 99 años que nos dice que la vida se le está haciendo muy cortita. Mi hermana y yo la usamos de modelo para las tarjetas de Navidad de la empresa, es un ejemplo de vida, nuestra inspiración, una mujer que sacó adelante a 10 hijos y que ha hecho de costurera, cocinera y hasta de médica familiar».

Me cuenta, además, que estudió Turismo y que ejerció en la Oficina de Moratalla, pero que tiene la suerte de dedicarse a lo que quería: «Un trabajo que me permite imaginar, crear y trabajar con las manos, con los tejidos, con las formas y con los colores, investigando en el pasado y en las nuevas tendencias», y me confiesa otra de sus grandes pasiones: los caballos. Tiene dos bellos ejemplares y, mientras me muestra unas fotografías y unos vídeos cabalgando que me parecen espectaculares, me cuenta: «Hemos conectado nuestra firma al mundo del caballo, participando, por ejemplo en las pasarelas de las carreras francesas de Chantilly y en las inglesas del Royal Ascot, unos encuentros donde Montesinos Vilar ha podido lucir sus modelos y destacar entre altas personalidades y otras grandes firmas internacionales de sombrerería». Pese a su creciente éxito internacional, pese al Premio que acaban de obtener en la Word Cup Cubai, Inés me cuenta su amor a su tierra y que lo mismo participan en la Feria de EquiMur que exigen que en las exposiciones internacionales en las que seleccionan sus sombreros no solo pongan España, sino Región de Murcia.

Es imposible citar aquí la cantidad de referencias de sus creaciones en revisas internacionales como ‘Elle’, también costaría resumir la multitud de cursos, charlas y ‘masterclass’ que imparten en centros educativos, artísticos, y asociaciones. Lo que más me sorprende es cuando me compara un sombrero con una obra arquitectónica o una escultura, con su «planta, alzado y perfil» y con la importancia de los buenos materiales y su preocupación por los tintes naturales. Algunos de sus sombreros están perfumados con flores silvestres: «No podría ser de otra manera, yo soy una enamorada de la madre tierra», me dice, y me habla de algunas de sus series: una basada en la época de Salzillo, otras con referencias cinematográficas de los años 40, 50 y 60, una serie que homenajea al Mar Menor y a sus caballitos de mar, otra basada en la paleta de colores de las flores del Campo de San Juan… No pueden faltar las boinas, que le recuerdan a las que su madre les ponía de niñas, con unas zonas teñidas como arte abstracto…

Y añade: «No hay nada mejor que estar enamorada de tu oficio, nada te llena más que vaciarte para compartir lo que tienes dentro. Un tocado dura un tiempo, nosotras hacemos arte, para que perdure y tus nietos puedan heredar tu sombrero. Sin arte no se puede vivir». Y me confiesa que se ha enamorado de Águilas y no descarta trasladar allí su taller. Buen gusto no le falta.