No le queda un solo país del mundo sin recorrer y sus viajes darían para escribir varias novelas. Sebastián Martínez Sánchez, ‘Sevas’, acaba de volver de Escocia y me acerco a su casa de San Javier. Él nació y pasó su infancia en Cehegín, su padre y su madre se dedicaban a la agricultura, la apicultura y la crianza de gallinas ponedoras, y él, de zagal, ya apuntaba maneras y, en lugar de quedarse jugando en la calle, se iba con la bicicleta a la sierra. Yo lo conocí hace muchos años en la Academia de Arte Artemisia. Fue a mis clases de pintura hasta convertirse en todo un artista de gran talento que sigue participando en diversas exposiciones. Después estudió escultura en la Escuela de Arte de Murcia y, mientras tanto, no ha parado de viajar y de guiar rutas, especialmente por África.

Ha hecho de todo y todo lo borda: estudió Electrónica y Electricidad, fue maestro confitero durante años, siempre ha sido locutor de radio, ha hecho teatro, tiene un grupo de música en el que toca la batería (The Asimov), llegó a estudiar y hacer prácticas en la Escuela de Doblaje de Madrid, fue profesor de español en Inglaterra, ha hecho paracaidismo, deportes de riesgo, escalada, aguas bravas, ciclismo… y tiene una empresa que se dedica a restaurar y tunear coches y camperizar unas furgonetas que trae de segunda mano de otros países y las deja de capricho, en una labor que, además de técnica, es casi artística.

Me cuenta: «La primera vez que viajé a Estados Unidos no conocía aún el inglés y en Boston estuve estudiándolo en tres centros al mismo tiempo. A los tres meses ya lo hablaba hasta por teléfono, y a los siete meses me aceptaron en la Universidad de Harvard. Mi vecino allí era músico baterista, empezó a darme clases y me enamoré del instrumento. Con el tiempo, en Londres, seguí estudiando y practicando la batería, mientras hacía otras cosas». Y me cuenta que volvió a Radio Pinatar y que lo encargaron de formar a los nuevos locutores. Y añade: «Mientras, hice cursos de soldadura, chapa, pintura y mecánica, hasta que monté la empresa de restauración de vehículos y vehículos clásicos. Como ves, nunca he podido centrarme en una sola cosa porque todo me interesa».

«En Londres fui encargado de producción de vinilos y CD en MPO, mientras estudié en Cambridge para ser profesor de inglés, cosa que hice para los extranjeros. En aquella época se incrementó mi natural preocupación por el medio ambiente y trabajé con la ONG Peace Boat. Estuve unos meses en Tokio y después hicimos dos vueltas al mundo, en barco, desarrollando programas educativos por todo el mundo», y añade: «A lo largo de mi vida he encendido muchas luces y, cuando he visto que seguían alumbrando sin mí, me he ido a encender otras a lugares distintos. Reconozco que necesitaría tres vidas para realizar todo lo que me bulle en la cabeza».

En Inglaterra ya empezó con la organización de viajes de aventuras pero «mi padre enfermó y me volví a San Javier, a acompañarlo y ayudarlo durante 14 años. Así que monté la compra venta de coches y me especialicé en camperizar furgonetas y en devolver una vida bonita a los automóviles desahuciados. Siempre me ha apasionado dar una segunda o una tercera vida a las máquinas y a las personas», me dice, y me cuenta que desde 2002, año en que conoce a Antonio Ramos, está especializado en guiar rutas en moto hasta Dakar.

Está trabajando en dos esculturas monumentales, una para Portugal y otra para Medina del Campo, y me dice: «Yo siempre he buscado un equilibrio entre el trabajo y la aventura, ganando solo lo suficiente. Vivo intentando ser sostenible y compensar mi huella de carbono. Me gusta vivir a ras del suelo, sintiendo el polvo. He de agradecer que el cosmos me ha dado la facilidad de empezar muchas veces de cero. He vencido peligros y siempre he salido a flote con una mochila que nunca pesa más de 2,5 kg». Me dice que está empeñado en ser mejor persona (¿aún más?) y que no descarta buscar nuevos caminos para ayudar a la sociedad (¿política?). Es mi héroe.