Le gusta madrugar y aprovechar el día, quedo con ella a la diez de la mañana en la Playa de Nares, en Mazarrón. Cuando llego ya se ha dado un baño y ha tenido tiempo de leer un rato a Almudena Grandes. Se trata de Isabel Guillermo Martínez, artista plástica y profesora de instituto en Madrid. Su madre es mayor y viene a verla todos los meses, especialmente en época de vacaciones. Isabel, junto a Luis Marino, pertenece al Grupo Almagra, colectivo artístico muy reconocido durante años y que recientemente ha perdido a la mitad de sus miembros: Tomás Raja y Marcos Gómez. Isabel sigue muy afectada por la pérdida, pero me cuenta, ilusionada, que está preparando las ilustraciones para sendos cuentos sobre la vida de los dos pintores que está escribiendo Blas Miras.

Hace un día magnífico, y me dice: «Anoche estuvimos disfrutando de un concierto de jazz, al aire libre y la visión del mar y la luna llena, gracias a la magnífica programación de Mares de papel. He madrugado porque un día que no te levantas temprano y no ves los peces en la orilla, con estas aguas transparentes, es un día perdido para mí».

Le encanta venir a Mazarrón, se considera visitante en Madrid. Antes no fue así, me dice: «Con nueve años perdí a mi padre y, al poco tiempo, también a uno de mis hermanos, así que esta tierra solo me traía recuerdos dolorosos. Estaba deseando salir y poner tierra de por medio. Estudié Bellas Artes en Valencia, donde coincidí con Marcos Gómez. Mi padrino, José Guillermo, que se encargó de nosotros, me inició en la pintura, me iba a pintar con él a la playa y a las minas, ponía mi caballete al lado del suyo. Tras la carrera empecé a trabajar en la docencia, hasta que pedí una excedencia de 10 años y estuve viviendo en Chile y Buenos Aires, allí pinté, impartí clases y aprendí grabado» , y me cuenta aquella época de conocimiento de otras gentes y otras culturas, y que luego vino a Sevilla, donde puso un taller y una academia privada, «una época muy creativa y fructífera, en la que hice muchas exposiciones con éxito de ventas».

Cuando volvió a Madrid se reincorporó a la docencia y allí sigue desde hace unos 20 años. La educación le encanta, pero me confiesa que lo que peor lleva es la burocracia y el papeleo de la enseñanza, y me dice que no espera a jubilarse cuando pueda cobrar el 100% del sueldo, sino que lo único que le interesa es poder disfrutar al 100% de la vida y dedicarse por entero a pintar. Tiene muchas cosas en la cabeza y proyectos en los que quiere seguir investigando, como continuar con la serie Origen, que hizo con el Grupo Almagra, investigando con los grabados, utilizando el esparto.

De su larga trayectoria expositiva me habla de algunas muestras inolvidables con su grupo, de numerosas colectivas y de exposiciones de grabado en Madrid, en varias galerías de Sevilla, etc. Este verano expone en Portuario, en la Casa del Mar, junto al Puerto Pesquero del Puerto de Mazarrón. Sigue interesada en investigar sobre los colores, las texturas y las luces del mar y de las minas, le fascina el esparto o los aljibes y su obra navega entre las raíces y las nubes, entre la tradición revisada y la mirada contemporánea e innovadora. Lleva mucho tiempo dibujando con plumilla y rotulador, tomando notas en directo de gentes en la calle, en las plazas, en la playa y en sus: unos dibujos aún inéditos y que a mí me parecen tan maravillosos como sencillos, dignos de una exposición que resultará sorprendente.

Le preocupa que se pierda la curiosidad y la responsabilidad y cree que «hay que desenganchar a los jóvenes de las pantallas y del mundo falso del Tik Tok, hay que educarlos en el compromiso y darles a conocer la memoria y nuestra historia, para no repetirla». Y me cuenta que su pareja es sobrino de una de las ‘13 Rosas’ y que acaban de venir de un homenaje en un pueblo de Albacete. Isabel es tan emotiva como inteligente, tan creativa como necesaria.