En 1980, cuando era joven y aún más indocumentado de lo que es ahora, este cronista cometió la torpeza de entrevistarse con el profesor Juan Bautista Vilar Ramírez para pedirle que le dirigiera la tesis de licenciatura. La torpeza venía no por acudir a él, con un prestigio fuera de toda duda, sino por el tema elegido. Visiblemente nervioso me hizo saber que este tema estaba ya realizado. Con el arrojo de la juventud, le comenté que conocía el trabajo, pero que estaba seguro de que podía mejorarlo. Él me explicó las consecuencias que acarrearía aquello con el autor del trabajo. Pronunció una palabra que nunca le había oído pronunciar (y que no volvería a escuchar de su boca) sobre las represalias que podía tomar con él el autor y el tema quedó aparcado, Aquella había sido la primera vez que había hablado en privado con mi profesor de Historia Contemporánea, a quien solo había escuchado hasta entonces desde el estrado.

De su buen talante dice el hecho de que, un año después, estaba dirigiéndome la tesina, con un tema bien diferente a la idea original (un aspecto histórico del cine regional). Vilar se volcó en asesorarme, ofreciéndome recomendaciones respecto a los capítulos («hay que buscar la armonía y el equilibrio incluso en la extensión de los párrafos», recuerdo que me decía) y aconsejándome respecto a los archivos a acudir. Era concienzudo y sistemático en todo. Como también lo era en las clases y en la corrección de exámenes. Siguiendo sus consejos se tenía siempre la sensación de que se trabajaba con red. Seguro de no equivocarse.

Conocía y explicaba la historia. Gracias a él aprendimos un aspecto que desconocíamos en buena medida: la (convulsa) historia constitucional española. Algo que me ha servido extraordinariamente con posterioridad para escribir publicaciones sobre nuestro parlamentarismo.

En los años posteriores se fraguó una amistad que lo llevaba a obsequiarme y dedicarme cada nuevo libro que escribía, Y no fueron pocas las reseñas que escribí sobre ellas en la prensa. En particular en la revista Campus.

Nacido en la localidad de Villena en 1941, se curtió como profesor en la cuenca minera de Águilas-Cartagena, antes de doctorarse en Filosofía y Letras con premio extraordinario.

Fue catedrático de Historia Contemporánea y escribió sobre las migraciones españolas y temas sociales y religiosos, siempre con un rigor que era marca de la casa. Fue fundador y director de la revista de la UMU Anales de Historia Contemporánea (le recuerdo enviando o trayendo directamente en mano cada número a la redacción de la revista Campus). Como también le recuerdo, hace muchos años, cuando acababa de hacer una extraordinaria donación de fondos a la biblioteca de Villena, trayéndome dos viejos libros sobre Charles Chaplin: «Eran de mi madre, admiradora de Chaplin -me dijo-, y sé que tú los sabrás valorar».

Murió en marzo de 2018, y hasta que las fuerzas le acompañaron siguió acudiendo a archivos y bibliotecas, desbrozando y recopilando informaciones y datos para elaborar nuevas publicaciones. Gracias a él pudimos tener conocimiento de muchas particularidades sobre la vida del Cardenal Belluga: religioso, empresario, canonista, diplomático y militar, asesor de cuatro papas (él mismo estuvo a punto de serlo) y fustigador de modas. Incluso pudimos saber las lecturas de este ilustre murciano-motrileño gracias a un precioso trabajo que realizó sobre la biblioteca de esta poersonalidad.

Vilar destilaba historia, le apasionaba estudiarla y explicarla a sus alumnos.

La foto es de María Manzanera, Años 90.