Nació Muñoz Cortés cuando la más que centenaria Universidad de Murcia aún no lo había hecho. Tres meses antes concretamente. Durante medio siglo vio desfilar ante él a miles de alumnos interesados en la literatura.

Natural de Badajoz, Muñoz Cortés había llegado a Murcia en 1950, procedente de Madrid, donde había trabajado con Menéndez Pidal. Una universidad pequeña, con apenas media docena de catedráticos (él entre ellos) a la que llegaba con ilusión, pero que le decepcionó por la pobreza de su biblioteca: «No había ni un sólo libro de mi especialidad, Historia de la Lengua Española».

Don Manuel pronto se integró en las tertulias más populares de Murcia, como la del sombrerero Ruiz Funes, que llegó a contar con la presencia de Jorge Guillén.

Enseguida se interesó por el folklore murciano, y hubo un animero que aseguró a un emocionado Muñoz Cortés que, cuando se muriera, irían a cantarle a la tumba: «Es el mayor homenaje que le pueden hacer a uno», aseguró jocoso a este cronista hace ya unos años

Nunca quiso abandonar don Manuel la Universidad de Murcia. No quería ser el sucesor de nadie. Sabía que quedándose en Murcia sería el antecesor de todos.

Fue él quien organizó los primeros cursos para extranjeros en la UMU y quien promovió las primeras becas de intercambio.

Tan solo estuvo fuera de la UMU en la década de los 70, cuando dirigió el Instituto de España en Munich, aunque aún entonces venía a Murcia dos veces al mes.

«Echo de menos enseñar», decía al final de sus días Muñoz Cortés. Él siempre quiso emular a Pigmalion en su quehacer: «Durante cinco años, el profesor forma y modela a los alumnos, hasta que estos son capaces de emprender el vuelo. Entonces, ya no son los mismos».