El show de Samsa

‘Abisal’, el libro de las conexiones infinitas

Pedro Pujante

Pedro Pujante

No se puede negar que Abisal es uno de los ensayos literarios más ambiciosos y potentes que se han escrito en mucho tiempo. Abigarrado como una novela de Cartarescu, culto como un cuento de Borges, este ensayo barroquizante y desjerarquizado, autorrererencial e hipertextual encuentra precisamente su estructura en una superposición de elementos que constituyen su propia (alocada pero coherente) jerarquía. Como sedimentos aleatorios, Álvaro Cortina, deposita una infinidad de materiales geológico-culturales que conforman un colosal todomosaico. Novelas, poemas, películas, pinturas o canciones. Todo elemento es concebido como tesela de un mosaico infinito. El propio autor, en primera persona, valiéndose de los registros de la novela (y tomando de paso la novela como paradigma), acomete este ensayo en el que todo cabe. Una disección de la literatura a través de ‘zonas’ y ‘figuras’.

Zonas. En la primera parte, dedicada a las Zonas, el autor emprende un recorrido que va desde la ballena blanca de Melville hasta los espacio en las novelas de Baroja. Las novelas, entiende el autor, son todas mitológicas, quizá en su sentido fundacional, ya que han servido para construir una idea arquetípica de la sociedad, de la antropología cultural.

Desde Dante, quien inauguró la modernidad con su mitología de la subjetividad, pasando por Rousseau, uno de los primeros autores en prestar atención al paisaje como ‘zona’, Álvaro Cortina se transforma en una suerte de flâneur escurridizo, obsesivo e inquieto que pasa de las novelas de Baroja al Ulises de Joyce, de la Biblia a Robocop, de Dante a los muertos de George Romero. Asociaciones felices e imprevistas que reivindican una relectura de la historia de la literatura más audaz y libre.

De los océanos viajaremos a los frondosos bosques y místicas estancias de David Lynch o a las románticas florestas de Eichendorff; a los desiertos españoles barojianos y de ahí, pasando por las fábricas abandonadas, arribaremos a las ciudades. Las ciudades cuyas multitudes de seres anónimas fueron ‘vistas’ por vez primera por Poe y reivindicadas por Baudelaire. Y en la ciudad habremos de descender a los infiernos del subsuelo para después ascender a las azoteas. Acaba este itinerario, cómo no, en el hogar. Una zona paradigmática, que puede ser entendida como el espacio vertebrador que dota de orden el caótico y abisal universo. Este viaje es un viaje en compañía de diversas obras y autores que solo en Abisal encuentran sus secretos vínculos.

Figuras. En Figuras el autor se aleja de los espacios para adentrarse en los seres (o figuras) que pueblan las ‘zonas’. Pero su aproximación no es sino con el ojo cambiado, buscando las formas flotantes, apelando a la distorsión. Aquí las figuras están constituidas por aires de familia: Kafka, Dante, Cronenberg, todos ellos cronistas del cambio que convocan, desde sus distintas poéticas, la figura en proceso. Porque desde Ovidio hasta Cronenberg los bestiarios se pueden entender desde el cambio de forma, desde la transformación. Las bestias pueden ser el tiburón de Spielberg, el mono kafkiano que se convierte en hombre o los buitres de Ferrer Lerín. El odradek, Samsa o las infernales figuras descritas por Dante, el verdadero poeta de la transformación. Pero también se cuentan aquí vampiros, insectos, autómatas, los profundos o máquinas de cuyas poéticas se elabora el mapa de figuras abisales.

Para dar consistencia a las figuras y a las zonas (no se entienden unas sin las otras) el autor integra otra dimensión en su relato-ensayo: el tiempo (madrépora). Nos explica los diferentes tipos de tiempos que fraguan cada relato y nos explica (y aquí está una de las mayores claves de Abisal) la necesidad de crear un tiempo fundacional que se sustenta en el mito. Y cómo, según Eliade, la novela (ese artefacto mitológico por excelencia) nos permite escapar del tiempo histórico.

Así, Abisal, leído como una novela mitopoética, una bildungsroman cultural, antropológica, autoficcional y metamórfica nos traslada a través de las zonas de la literatura y nos enfrenta a sus más enigmáticas figuras. Es un viaje revelador porque aquí el canon se demuestra útil para ser desarmado. Es una novela sin héroes pero conformada por un bestiario-familia que, como todomosaico, recrea una nueva mitología de la literatura; y sin tramas pero cuyas estampas, al ser leídas (entendemos la lectura como un acto dinámico que anima las imágenes) cobran vida y movimiento y resuenan al compás de una sinfonía épica que es, a la postre, el tempo o la banda sonora que su autor ha compuesto en exclusiva para Abisal.

Un Viaje Caótico. Abisal es un viaje caótico y hermoso, escrito con una prosa exquisita, insistente y arrebatadora. Una aventura cósmica y al mismo tiempo íntima que reconcilia al lector con una visión de la cultura (post)humanista, posmoderna y totalizadora. En su intento por abarcar el universo encuentra este libro su mayor escollo y al mismo tiempo su mayor virtud. Su visión panóptica y arbitraria cataliza como un caleidoscopio elementos dispares y los dispone en una misma red de líneas de fuga para que podamos contemplarlos, quizá por vez primera, entrelazados.

Alta y baja cultura, cine y literatura, filosofía y poesía. Terror y acción, Platón, Delibes y Lovecraft, Kafka y David Lynch. Unas insospechadas asociaciones —técnica elemental de Abisal— que son la masa que hace de este libro un disfrute único. Un derroche de cultura, intuición y de buen gusto.

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