En su rincón

Mara Mira: nadie dirige la cultura

Mara Mira, en su estudio.

Mara Mira, en su estudio. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Conozco a Mara Mira desde que cofundó y dirigió el Centro Párraga y siempre he sido lector, durante años, de sus críticas de arte en La Opinión y en El País. Es catedrática de dibujo en el IES Floridablanca de Murcia, y una de las personas más comprometidas con el arte, la cultura y una sociedad más justa. Me gusta ese lema de aquella anarquista de origen ruso que fue llamada ‘la mujer más peligrosa de América’, Emma Godman, que ha hecho suyo: «Una revolución sin baile no merece la pena». No es de extrañar, porque es una gran melómana con la que coincido todos los años en los conciertos de La Mar de Músicas de Cartagena. Ella es de Novelda. «No soy de tierra de amos, sino de un agricultor minifundista», me dice. Tras unos años en el barrio de Malasaña de Madrid, vino destinada a Murcia en 1992 y, desde entonces, es todo un referente cultural y artístico en este lugar de la periferia. Quedo con ella en su estudio, puerta con puerta con su vivienda situada en pleno centro de la ciudad, frente a Servicios Sociales, donde se generan esas grandes colas de necesitados que a ella tanto le disgustan: «No me molestan los pobres, al contrario, creo que son la muestra de que algo falla en nuestra sociedad y que debemos resolver su situación urgentemente. Pero empiezo a sospechar que alguien está interesado en que la situación reviente para justificar medidas populistas», me dice. La fotografía se la hago frente a una pared llena de hermosos dibujos al carboncillo, la mayoría de su autoría y algunos de uno de sus alumnos aventajados. Mara quiso estudiar Periodismo, pero finalmente estudió Bellas Artes en Valencia y su labor educativa es todo un referente por la cantidad de iniciativas en el aula, los proyectos en que implica a sus alumnos o las invitaciones a grandes artistas de la Región para que vengan a sus clases. 

Vivió de joven los primeros años de la Feria de ARCO, donde participó con una galería que había fundado con compañeras de estudios. También se dedicó a la radio, con varios programas de gran éxito, con propuestas atrevidas, comprometidas y de diálogo cultural como aquel Arte y Verdura, hasta la sepultura, cuando el gran Umberto Stabile le llevaba los mandos. Hablamos largo y tendido de aquellos años de la Transición, cuando ella era toda una contestataria llena de ideas y de ganas de cambiar el mundo, una época de efervescencia y demanda de libertad tras la dictadura, «no de esa falsa libertad que ahora nos venden, libertad para beber cerveza y para ser corruptos sin que los ciudadanos les estorben».

«Nos engañan cuando quieren reescribir la historia de la cultura española y murciana. Ramón Gaya era un republicano hasta el tuétano y se han apropiado de él los conservadores, hay que liberarlo del secuestro, no era solo un pintor de acequias y florecitas». La conversación nos va llevando del arte a la actualidad, de su trayectoria a su familia y del compromiso social a su hartura ante la involución política en nuestra región murciana: «Yo me eduqué en un movimiento libertario, cuando se produjeron muchos cambios en España, y ahora estamos en una época en que estamos llamados, otra vez, a lo mismo».

«Murcia me gusta por muchas cosas, como la fortaleza de su movimiento scout, con su querencia por la tierra, la naturaleza y la relación respetuosa con el otro. Pero me disgustan otras cosas y a veces pienso que cuando me jubile voy a salir de aquí a respirar». Cuando llegó aquí, enseguida fue implicándose en la cultura murciana y me cuenta cuando ideó y fundó el Centro Párraga junto a Ángel Haro y Marcos Salvador Romera. «Entonces éramos cuatro locos que luchábamos casi sin apoyos de la administración, hasta que Lourdes Abellá apostó por nuestras propuestas». A sus alumnos les dice que el arte también es útil y tiene salidas, que la empresa más grande de España tiene que ver con la moda y el diseño, que los accesorios como la joyería o los zapatos necesitan de expertos en arte y que el arte es útil. Está muy orgullosa de su trabajo en el bachiller de Arte, donde promueve el diseño, el dibujo artístico «y la cultura audiovisual, tan imprescindible en nuestros días».

Considera que «aquí nadie sabe quién está al mando de la cultura, cambian los responsables de los centros con nocturnidad». Cree que hay que valorar más el arte, tan necesario en la vida, y tan importante como industria. La idea primigenia del ICA fue suya, cuando sufrió en su gestión las problemáticas para financiar o facturar actividades culturales, y me dice: «El arte es como el deporte, hay deportes de élite, deportes populares y gentes que hacen deporte… y todo es válido. No se puede apostar por un arte elitista y abandonar la implicación de los ciudadanos o de un grupo de jubilados o de un centro de la mujer», y me critica muchas políticas culturales que se han hecho en la Comunidad: «Falta mucha información. ¿Cómo han llegado algunas personas a algunos puestos? ¿Por oposición, por méritos? La involución actual es brutal y la fractura social se agrava ahora por la pandemia, la crispación política y la guerra». Y añade: «Se deberían haber agotado todos los diálogos con Putin. Nadie ha actuado a tiempo, ahora nos vamos a enterar lo que sufrió Siria y otros puntos del mundo. Lo peor es que la ultraderecha ve en esto su gran oportunidad para colapsar el sistema».

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