La Opinión de Murcia

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Literatura
Manuel Moyano Escritor

"Un ‘viaje de cercanías’ puede ser tan estimulante como uno que te lleva a la otra punta del planeta"

El autor publica 'La frontera interior', un libro que recoge su viaje por las entrañas de Sierra Morena

Manuel Moyano, en Barcelona, el día de la recepción del Premio Eurostars Hotels.

El molinense Manuel Moyano –a estas alturas ya se le puede considerar ‘hijo’ de El Meteorito– tiene nuevo libro. Se llama La frontera interior (RBA, 2022), y alude tanto a esa barrera mental que traspasamos cuando viajamos como a algo mucho más tangible: a Sierra Morena, verdadera protagonista de esta historia, que además de separar la Meseta Central de la depresión del Guadalquivir, durante siglos ha ejercido de frontera histórica entre pueblos y culturas; y, aún hoy, resulta como «un paréntesis» –así la define el autor– que en su interior encierra muchas leyendas por escuchar y relatos por transcribir. Por eso, un buen día, Moyano, que en realidad nació en Córdoba en 1963 –con lo que conoce bien la parte de la cordillera que pertenece a su provincia natal–, se montó en el coche y emprendió un viaje de quinientos kilómetros que le llevó desde Jaén a Portugal. Además, con muy poquito preparado;a la aventura. Y casi que mejor así, porque si algo ha aprendido este escritor a lo largo de sus muchas travesías es que hay que emprender la marcha «dispuestos a dejarnos asombrar con cualquier cosa, incluso con las más pequeñas y cotidianas».

Para empezar, y por ir entrando en materia: ¿Qué tiene este género, el libro de viajes, que tarde o temprano acaba atrayendo a un buen puñado de escritores (y lectores)?

Es cierto. Pues no lo sé, la verdad... Como escritor, yo creo que con la edad uno empieza a alejarse de la ficción y a centrar el interés en lo que es más real. Y seguramente un viaje es lo más parecido que tenemos en el mundo real a ‘vivir’ una novela.

No es la primera ve que se acerca a este género; ya lo hizo, por ejemplo, en 2013, con Travesía americana. Pero en esta ocasión la filosofía es distinta... Haciendo un símil gastronómico (aprovechando que la cocina también tiene cierto peso en este libro), en La frontera interior defiende el consumir producto de proximidad.

Sí. De hecho, además de conocer el territorio, de Sierra Morena en sí misma, una de las pretensiones a la hora de hacer este libro era demostrar que se puede obtener placer de un viaje de lo más cercano; derribar esa barrera de que este tipo de narraciones solo puede estar asociados a lo exótico. Porque un ‘viaje de cercanías’ –como dice Sergio del Molino en el prólogo– puede resultar tan estimulante como uno que te lleva a la otra punta del planeta; simplemente depende de los ojos con los que se mire. Y, en este sentido, mi enfoque era afrontar esta travesía como si fuera un turista anglosajón.

"Un buen escritor lo que consigue es, de alguna forma, sublimar el paisaje, transmitir o resumir el espíritu del lugar"

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Para ser exactos, lo suyo ha sido un viaje de 500 kilómetros por Sierra Morena, desde Jaén a Portugal. ¿Cuál es la intrahistoria de este libro? 

Bueno, el viaje nace de una idea que yo tenía en la cabeza desde hace algún tiempo. Básicamente, no me constaba que nadie hubiera escrito sobre esta ruta; al menos, en toda su longitud, porque sí que hay textos dedicados a ciertos tramos. Pero yo quería hacer todo el camino. 

Dice en el libro que es una zona que le ha llamado la atención desde joven, desde que le dio por examinar mapas...

Sí. Lo explico en una pequeña introducción que hago al libro: es una zona que cuando la miras en un mapa llama la atención porque el entramado de carreteras y poblaciones es mucho menos denso que en el resto del país. Eso me generó cierta curiosidad. Y luego, claro –ya en la práctica–, los grandes montes que se pierden en el infinito. Los paisajes poco poblados nos atraen... Y más, este: una franja de escasa ocupación que prácticamente cruza el país y que es como una especie de paréntesis, como una isla alargada.

A este respecto, Sergio del Molino firma el prólogo de este libro. Teniendo en cuenta que es el gran autor de la llamada ‘España vaciada’, puede parecer que contar con su firma en la antesala de esta narración es una declaración de intenciones, pero nada más lejos de la realidad... Las referencias a la despoblación son puntuales.

Correcto. Pero, no por nada en concreto, sino porque, en el fondo, la zona que yo recorro en este viaje no es parte de esa ‘España vaciada’; principalmente porque no se puede vaciar lo que siempre ha estado vacío. Es decir: no se puede decir que en la Edad Media estos terrenos estuvieran ‘petados’, sino que la despoblación les ha afectado desde tiempos remotos, por sus condiciones geográficas y porque históricamente siempre ha sido un paraje peligroso... Lo que está claro es que la narración no es ajena a ese mundo rural que quizá se está perdiendo.

Por cierto, este libro se ha publicado como ganador del decimosexto Premio Eurostars Hotels de narrativa de viajes. Pero recuerdo que cuando dimos la noticia en LAOPINIÓN se presentó como La montaña en invierno...

Sí. Ese fue el título con el que lo presenté a este certamen, pero no me terminaba de convencer... De hecho, a la editorial le mandé una lista de posibles títulos entre los que estaba La frontera interior, pero curiosamente no era de mis favoritos (lo había puesto un poco entre el montón). Pero cuando me mandaron una prueba de portada con él dije: «Es bueno» [Risas]. Tenía muchos significados, varias lecturas. Porque, por un lado, Sierra Morena es una frontera histórica que separó la España árabe de la castellana; también delimitaba a una zona poco civilizada. Pero La frontera interior también hace ilusión a esa frontera que cruzamos dentro de nosotros cuando emprendemos un viaje.

Permítame que retome el hilo: ya ha explicado qué es lo que le atraía de Sierra Morena, pero, en última instancia, ¿qué fue lo que le llevó o animó a coger el coche y hacer este viaje solo?

Bueno, como te decía, era un proyecto que estaba ahí, larvado, y que cuando se dieron una serie de circunstancias –como la disposición de un coche con el que poder hacer este viaje– pudo salir adelante. Así de simple. De hecho, fue algo bastante improvisado, si te soy sincero: apenas una semana antes de partir no había decidido todavía si me iba o no. Pero en muy pocos días pude cerrar ciertas cuestiones que se antojan imprescindibles –recopilar algo de información para trazar mi camino, contactar con ciertas personas– y echarme a la carretera.

Por cierto, ese es uno de los grandes prodigios de la era actual: sin perder tiempo, pude contactar por Internet con personas a las que no conocía (o conocía muy vagamente) y con las que creía conveniente encontrarme durante el camino. El cronista de Aldeaquemada, Santa Elena, Navas de Tolosa y Montizón, Francisco Pérez-Schmid; el estudioso del Quijote Luis Miguel Román, y los poetas Alejandro López Andrada y Manuel Moya, que creo que enriquecen mucho el relato. Igual que, por supuesto, las personas que me fue brindando el azar, y que son una de las cosas por las que disfrutamos tanto de los viajes. ¿Qué le aportan ellos a la narración? Le pregunto especialmente por López Andrada y Moya, ya que el libro, de por sí –o por quien escribe–, cuenta naturalmente con cierto tono poético.

Pues supongo que ellos lo que hace es subir ese tono, incluso. En un libro de este tipo, un buen escritor lo que consigue es, de alguna forma, sublimar el paisaje, transmitir o resumir el espíritu del lugar. Un buen ejemplo de ello es Álvaro Cunqueiro, que con sus escritos te hacer verdaderamente sentir Galicia. Pues ellos, creo, también lo consiguen. Además, son fuente de una gran cantidad de anécdotas muy curiosas, como la del ‘niño lobo’ o la de la Venta de la Inés, donde se supone que estuvo hospedado el propio Cervantes. También la del asado de Virgen de la Cabeza o la batalla de Las Navas de Tolosa, que es un tema sobre el que me apetecía especialmente escribir. Fíjate: estamos siempre hablando de grandes batallas –ya sean reales o ficticias– como las de las Termópilas o las de El Señor de los Anillos, pero tenemos muy cerca un acontecimiento histórico absolutamente espectacular que, yo no sé si es porque aparece en los libros de texto o por qué, pero que hasta casi que nos aburre, y yo en parte quería reivindicarlo.

Desde luego, este es otro de los puntos fuertes de ese título: la historia. Se dice mucho que este tipo viajes implican, en cierto modo, algo así como ‘lanzarse a la aventura’, pero se nota que usted se montó en el coche ya con la lección bien aprendida.

Bueno..., sí y no. Se aprende un poco sobre la marcha. A ver, algo sabía, está claro, pero casi todo lo que cuento lo he ido estudiando sobre el terreno (o lo he concretado con lecturas posteriores). Y, en cierto modo, era parte de la estrategia, porque en este tipo de narraciones se corre el riesgo de abusar de la documentación. Entre la aventura de un hombre que recorre Sierra Morena –con sus sentimientos y la gente que se encuentra por el camino– y el peso de la historia que nos contempla hay que buscar un equilibro para que el libro no se convierta en una demostración apabullante de lo que uno sabe. Te pongo el ejemplo de Las Navas: hay un libro capital sobre esta batalla que es el de Carlos Vara [Las Navas de Tolosa, 2012]; libro que, por supuesto, me leí entero. Sin embargo, no puse prácticamente nada de todo esa en La frontera interior. Me di cuenta de que si me extendía demasiado acabaría desvirtuando lo que quería que fuera este relato. Y como con esto me pasó con Miguel Hernández, con la Guerra Civil, con las historias del contrabando... En fin, que se trata de buscar un punto intermedio entre la peripecia y las circunstancias históricas que la rodean.

"Debemos viajar dispuestos a asombrarnos con cualquier cosa, incluso con las más pequeñas o cotidianas"

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De hecho, si algo destaca Del Molino por encima de todo –aportes históricos incluidos– es su capacidad para transformar «lo familiar en insólito». Usted mismo, cuando le dieron el premio, sintetizó la filosofía de este libro con la siguiente frase: «Mirar de forma distinta algo que ya conocemos». La cuestión aquí es: ¿Esa curiosidad y capacidad para sorprenderse es algo que le viene de serie o está motivado por la escritura de este libro?

[Ríe] Eso nunca se sabe. Lo que si te puedo decir es que yo la tengo; que no sé si viene de serie o es algo adquirido, pero que la tengo. Y lo noto a menudo, ya sea con un viaje como este o con una simple escapada por la Región. Creo firmemente en que siempre hay algo dispuesto a sorprenderte en cualquier rincón.

Una última cuestión. Por lo que va contando en el libro y su actitud casi que interrogatoria, da la impresión de que sí, pero... ¿cuando emprendió la marcha lo hizo sabiendo que de este viaje iba a sacar un libro?

Pues, fíjate: con Travesía americana (2013) y Cuadernos de tierra (2020) me pasó que solo a posteriori descubrí que de aquellos viajes podía sacar un libro; en cambio, en este, desde que pongo el pie en el acelerador ya es algo que tengo en la cabeza. Digamos que, en los otros dos, el ‘leitmotiv’ no es escribir, sino el viaje en sí mismo; en este, sí. En La frontera interior todo está orientado a traducir aquella experiencia en un relato, con todo el placer que hay en eso. Porque te garantizo que he disfrutado muchísimo de este proyecto a todos los niveles. Eso sí: en un viaje hay mucho de improvisación –un ochenta o un noventa por cierto–, con lo que al principio no podía estar seguro de que acabaría encontrando material suficiente para un nuevo libro.

¿Y le sorprendió lo que se encontró por el camino? Porque, a la vista está, finalmente sí logró su cometido.

Sí. Sobre todo a nivel personal. Por la cantidad de cosas que encuentras en el camino: la gente que conoces, las historias que te cuentan, las veladas y conversaciones que compartes... Yo partí con una idea, pero la experiencia superó todas mis expectativas. Así que permíteme una reflexión: creo que debemos viajar siempre así, dispuestos a asombrarnos con cualquier cosa, incluso con las más pequeñas o cotidianas.

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