La Opinión de Murcia

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Reportaje

El efecto Matilda: Tatiana Jablonska

La gran artista del pueblo. De pequeña vivió la época de los zares y la revolución bolchevique. Sufrió las consecuencias de la guerra para la población civil, y solo cuando los nazis fueron expulsados de Ucrania pudo mostrar su verdadero arte: un tímido impresionismo que no encajaba en el realismo social que imperaba en la URSS

La artista ruso-ucraniana Tatiana Jablonska.

Hay ciertas historias que lamentablemente se repiten una y otra vez. La sociedad no aprende de sus errores, sus líderes, hoy unos, mañana otros, líderes al fin y al cabo, movidos por sinergias que el resto nunca entenderemos, se empeñan en abanderar causas que sólo consiguen desestabilizar las vidas de todos los que con espanto sufrimos las consecuencias de sus actos. En estos tristes días donde la oscuridad de la guerra parece no tener vuelta atrás, muchas personas en Ucrania huyen y, como decía, esto no es algo nuevo, muchos otros trataron de escapar antes. Así sucedió con la artista ruso-ucraniana Tatiana Jablonska, quien desde bien pequeña ya supo lo que era huir por culpa de la política.

Su padre, profesor de Literatura y artista con una gran capacidad, educó a sus tres hijas bajo las líneas del dibujo, una pasión que supo trasladar a las pequeñas, incluso hacía un concurso de arte familiar para estimular sus actitudes. En su juventud se opuso al zarismo, participando en revueltas estudiantiles, así que la llegada del poder soviético fue para él un gran motivo de celebración hasta que descubrió que nada iba a ser como esperaba, ese futuro prometedor proclamado por los bolcheviques pronto mostró su lado oscuro hacia la población más intelectual. En ese ambiente de decepción decidió que él y su familia abandonarían la URSS. En 1928 marcharon a la ciudad portuaria de Odessa, pero nada salió bien, sus varios intentos de emigrar fueron frustrados, engañados por contrabandistas y todo tipo de vicisitudes acabaron en la ciudad ucraniana de Lugansk, donde nadie supo nunca de su ‘traición’. 

Cinco años más tarde, Tatiana ingresó en la Escuela de Arte de Kiev, graduándose con el inicio de la Primera Guerra Mundial. En ese momento ella ya estaba embarazada de su primera hija, pero con la llegada del conflicto fue evacuada a una granja colectiva donde le tocó trabajar duramente en el campo. «A veces me cansaba, me acostaba a descansar, pegaba la oreja al suelo y éste zumbaba… era el estruendo de la Batalla de Stalingrado», contaba.

Tras la salida de los nazis regresará a Kiev comenzando su trayectoria artística, dormida durante esos años de guerra, con una obra que levantó gran polémica, Antes del comienzo, por estar realizada bajo los parámetros de un tímido impresionismo que se alejaba de ese realismo social, único lenguaje oficialmente permitido, por lo que su pintura –una inocente escena de unos jóvenes jugando en la nieve–, no fue expuesta durante mucho tiempo por considerarse incongruente con la realidad soviética.

'Antes del comienzo', Tatiana Jablonska. L. O.

Siempre le interesó esa parte sencilla de lo cotidiano que contiene la grandeza de la vida, escenas de madres con sus hijos, de trabajadores, momentos del día a día, retratos de su familia, bodegones, paisajes..., trató todo tipo de temas desde esa sincera sencillez que la hizo tan popular.

El verano de 1948 será el punto de inflexión en su carrera y en su vida. En ese momento ejercía como profesora de arte en el instituto de Kiev, así que decidió llevar a sus alumnos a hacer prácticas de pintura a una granja colectiva en Letava, un pequeño pueblo cuya población tras la guerra era en su mayoría femenina, 717 mujeres de un total de 765. Ajena a ese sentido político que todos dieron a estos trabajadores, considerados héroes nacionales por su gran esfuerzo y el valor de su trabajo, Tatiana tan sólo veía pasión y amor, la verdad de la propia vida, el respeto hacia aquellas mujeres, su vitalidad ante la desgracia, una extraña alegría en sus rostros que no dejaba ver el agotamiento ni el dolor por la pérdida de sus seres queridos, y así lo plasmó en su pintura El pan, un alegato al valor de la vida. El éxito fue total, aquella vitalidad fue más que bien recibida con su primer Premio Estatal de la URSS y la medalla de bronce en la Exposición Mundial de Bruselas en 1958.

'El pan', de Tatiana Jablonska. L. O.

A pesar de haber sido convertida en una especie de símbolo para la ciudadanía, Tatiana Jablonska se enfrentó en más de una ocasión al poder cuestionando entre otras cosas el control del arte por parte de los órganos del partido. Tras hacer unas duras críticas en el Congreso de artistas de Ucrania, en 1968 su obra La vida continúa fue retirada de la exposición por tener un enfoque políticamente incorrecto, su conversación con el secretario del comité central de propaganda se resolvió con la destitución de todos sus títulos, la prohibición de enseñar e incluso de vivir en Kiev.

Participó en la Bienal de Venecia, recibió multitud de premios y reconocimientos en vida como el de Artista del Pueblo de la URSS en 1982, Ciudadana de Honor de Kiev, Héroe de Ucrania en 2001, Artista del Año por la Unesco, aclamada por la crítica, reconocida por su pueblo, tanto el ruso como el ucraniano, pero sus obras continúan olvidadas en los sótanos del Museo Nacional de Arte de Ucrania, «falta de espacio», justifican. 

El día de su funeral, en 2005, todos lloraron la pérdida de la gran artista del pueblo. Viktor Yushchenko, en ese momento presidente ucraniano, prometió a una de sus hijas que contribuiría en la construcción de un museo para la insigne Tatiana Jablonska. No hace falta explicar que después de hacerse la oportuna foto la idea del museo desapareció quedando tan solo en un bonito sueño que la familia siempre esperó que se hiciera realidad en algún momento.

Casualmente hoy, un 24 de febrero, estoy escribiendo sobre esta artista sin saber que ése es también el día de su nacimiento; casualidad o no, parece que de algún modo ella quería volver a contar su historia. Aquella alegría y pasión por la vida hoy ha vuelto a ser arrebatada al pueblo ucraniano, puede ser que esta coincidencia no sea efecto solo del caprichoso azar, quizás ella necesitaba de nuevo recordarnos el valor de la vida.

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