Entre letras. 'Teatro'

Carmen Conde y Amanda Junqueras, a cuatro manos

Carmen Conde y Amanda Junqueras

Carmen Conde y Amanda Junqueras

Francisco Javier Díez de Revenga

Carmen Conde y Amanda Junquera escribieron juntas dos obras de teatro que ahora han sido dadas a conocer más de ochenta años después de su escritura, en el volumen titulado Teatro que ha publicado Torremozas, en Madrid. La edición y las notas han estado a cargo de Cari Fernández y Fran Garcerá, que ha redactado el estudio preliminar. Los manuscritos originales se conservan en el Patronato de Carmen Conde-Antonio Oliver, que custodia, en su ciudad natal, primorosamente el archivo personal y la biblioteca de la escritora de Cartagena.

Se trata de la edición de dos manuscritos: el primero, denominado de forma genérica Teatro de Amanda Junquera y Carmen Conde, y el segundo titulado Tras la perdida gente. Mientras la primera obra, establecida en cuatro cuadros, utiliza el símbolo del color para desarrollar el conflicto dramático, y refleja, en la túnica del personaje Sueño, un tránsito psicológico que afectará a la protagonista Eva; en la segunda será un mundo bien conocido de cerca por Carmen el que constituye el argumento, ya que representa los sufrimientos de los refugiados en la guerra.

La propia escritora hubo de huir de los bombardeos de Cartagena y refugiarse en Murcia, en domicilios de familiares, hasta el final de la contienda. Solo dos personajes desarrollan la pieza, la Mujer y el Hombre, aunque en realidad se organiza todo el drama como un monólogo dramático en el que todo el peso de la acción y del discurso recae en el personaje femenino, indudablemente de índole autobiográfico, ya que el conflicto del drama coincide plenamente con los recuerdos que de su época de refigurada durante la guerra Carmen dejó escritos en sus memorias, como muy oportunamente documenta Fran Garcera en su estudio preliminar.

La edición es preciosa, ya que incluye, tras la trascripción de los textos, la reproducción facsimilar de los manuscritos custodiados en el Patronato, que nos permiten observar, en el caso de la primera pieza, páginas escritas por Carmen y páginas escritas por Amanda. Mientras que el manuscrito de Tras la perdida gente está redactado exclusivamente por Carmen, en lo que se supone que es una copia en limpio definitiva de la obra, aunque aparece firmada por ambas. No se conservan borradores previos de esta pieza.

A pesar de su doble autoría, se llegó a hacer una publicación previa de esta obra. Antonio Morales y Marín la incluyó, con un breve estudio anejo, en la revista Posdata en 1986, en donde inexplicablemente apareció firmada únicamente con el nombre de Carmen. Facilita Garcerá algunos documentos que parecen justificar que Morales publicó la obra sin que Carmen estuviera realmente decidida a darla a conocer aún, y mucho menos firmada únicamente por ella.

Esta nueva publicación de la obra de ambas escritoras y amigas constituye una prueba más de la intensa relación personal e intelectual que unió a Carmen Conde y Amanda Junquera a lo largo de su vida. Se une esta edición a las recientes también de Torremozas del Epistolario entre las dos escritoras y la edición de los poemas dedicados a Amada por Carmen, en lo que los editores consideran una trilogía que nos permite entender muy bien el sentido personal y la trascendencia literaria de una relación tan dilatada en el tiempo.

Desde luego estas obras dramáticas, realizadas en 1937, responden a uno de los muchos proyectos que debieron de planear juntas, aunque en realidad nunca los continuaron. Un antecedente de este tipo de teatro en colaboración de Carmen Conde lo constituye el proyecto del drama Mineros, que pocos años antes había planeado con otra amiga, la escritora de La Unión María Cegarra Salcedo, y cuyas vicisitudes y vacilaciones hemos conocido también recientemente cuando por fin se ha editado tras permanecer muchos años inédita.

Lo interesante de estos textos es descubrir cuáles eran las inquietudes de ambas amigas cuando su amistad estaba comenzando. La primera de las piezas es de carácter simbólico, y la segunda se refiere a un tema espinoso, el de los refugiados en la guerra. Quizá por eso Carmen no consiguió, aunque lo intentó, publicarla en los años cuarenta en España, y, como sabemos, aún tardaría muchos años en ser conocida.

Como señala Fran Garcerá en su estudio preliminar, Amanda fue la lectora y la crítica primera de las obras de Carmen durante su proceso de creación, por lo que la huella espiritual de Junquera es permanente en su obra, un mundo que ambas compartieron durante cuarenta y dos de los cincuenta años que perduró su relación: «Es lógico deducir que también intentasen la creación literaria a cuatro manos, aunque esta solo diera como resultado dos obras de teatro».

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