El tiempo entre costuras (2009), el debut literario de María Dueñas, tuvo más de cinco millones de lectores en todo el mundo, así como una audiencia millonaria en su versión televisiva. Sin embargo, la historia de la escritora manchega –aunque afincada desde hace años en Cartagena, ciudad de la que es Hija Adoptiva– sigue muy presente más de una década después de su lanzamiento, como lo demuestra la versión musical que ayer se presentó en Madrid y que ha contado, por supuesto, con el asesoramiento de su autora. De hecho, la que fuera profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Murcia se ha mostrado muy satisfecha con esta adaptación desde los primeros enseayos y representaciones: «Mi Sira está en buenas manos», dijo Dueñas cuando vio a su personaje por primera vez sobre el escenario, asegura orgullosa la protagonista de la historia, la actriz Laura Enrech.

María Dueñas (Puertollano, 1964) se involucró desde el primero momento en el proyecto que dirige Ignasi Vidal y al que pone música Iván Macías y Felix Amador, y que se estrena este jueves en Madrid, en el Espacio Ibercaja Delicias, donde permanecerá hasta el 22 de mayo (desde la capital partirá a Sevilla y, de momento, no hay previsión de que llegue a la Región). En una rueda de prensa ofrecida este jueves, la autora ha reseñado que detrás de la producción hay un «gran talento, grandes medios y mucho respeto al texto», y su petición principal a los productores, «que no se tergiversara la novela, que estuviera su esencia, se ha conseguido con creces», señaló.

Y eso que condensar setecientas páginas en dos horas «no ha sido fácil», asegura el productor Dario Regattieri, director de Beon Entertainment. «Lo difícil ha sido decidir qué quitar», añade el argentino sobre esta historia que se desarrolla entre Madrid y el Norte de Marruecos, en lujosos salones y con un rico vestuario, del que parte se ha encargado Lorenzo Caprile.

La obra aborda el emocionante historia de la joven modista Sira Quiroga, que abandona la capital de España por amor rumbo a Tánger (Marruecos) en los meses previos al inicio de la Guerra Civil. El destino le llevará a Tetuán, para volver al Madrid proalemán de la posguerra o a la Lisboa más cosmopolita como espía.

La profesión de Sira queda a la vista de inmediato. Desde lo alto del escenario cuelgan un sin fin de vestidos, mientras del techo de la carpa se cruzan telas simulando una jaima y lámparas propias de la decoración de una vivienda árabe, para lograr que el espectador entre en la historia desde el primer momento por lo que ve y por el sutil aroma a incienso que inunda el patio de butacas.

«María (Dueñas) ha sido fundamental. Nos ha ayudado a poner la historia en marcha y ambientarla a través de la música, mostrando ambientes y culturas distintas hasta condensarla», señala Regattieri, quien añade que todos aquellos que han visto el espectáculo han podido ver reflejados a los personajes del libro.

La escenografía ha sido otro de los apartados complicados de la producción. «Hay poco tiempo para pasar del desierto, con una luz determinada y una arquitectura concreta de los años cuarenta, a otro ambiente», explica el productor. Hacerlo creíble ha sido un reto para el escenógrafo, clave a la hora de que no se pierda el hilo de la historia.

Por su parte, el vestuario que ha confeccionado Lorenzo Caprile para Sira hace de ella una sencilla costurera –cuando se inicia la historia–, para posteriormente convertirla en la sofisticada espía a su regreso a Madrid; también en la reina de cualquier velada, lo que para Laura Enrech (Madrid, 1989) supone treinta cambios de vestuario en dos horas.

«En esencia todo el espectáculo tiene que ver con lo creado por María Dueñas», dice la actriz, que justifica y comprende las decisiones que toma su personaje. «Me fascina contar historias y tener una Sira entre manos es un tesoro. Lo ves tan grande que te supera, ni siquiera me había atrevido a soñarlo», comenta emocionada.

Al principio le sobrecogía el respeto y la tensión que le provocaba pensar en la opinión de Dueñas al representar a un personaje tan importante para ella como Sira –«es su niña», dice Enrech–, pero el miedo se disipó rápido. «Ha sido encantadora conmigo», comenta, para inmediatamente recordar cómo la cartagenera le dijo que «su Sirita estaba en muy buenas manos. Me pasó el testigo con mucho cariño y amor», añade.

En cuanto a los cambios de vestuario, la actriz confirma que, efectivamente, suponen un trabajo añadido a su labor vocal e interpretativa: «Mi vida cuando no estoy en el escenario es pleno frenesí, pero me siento muy cuidada y salgo al escenario con confianza».

Por su parte, el director musical Ivan Macías comenta emocionado que está muy satisfecho con el resultado, que tiene una base musical sustentada en música española de la época, como unos tanguillos, aunque los personajes se muevan por ciudades como Tánger o Lisboa. «El swing solo se escuchaba en círculos privados», señala. Eso sí, en este apartado destacan los siete músicos que, en directo, serán los encargados de interpretar unas canciones en las que está muy presente la guitarra española, para acompañar este viaje de «pasión de Sara Quiroga».

«Como productores estamos intentando hacer espectáculos originales, con obras propias, sin licencias de Broadway, para dar salida al talento que hay en España», tanto de coreógrafos, técnicos o adaptadores de textos, un talento que también se puede exportar concluye Regattieri.