"Produce cierto rubor leer que eran bandoleros o bandidos, porque no fue así. El maquis era un movimiento organizado que provocó una gran preocupación en el régimen de Franco", aclara Julián Chaves, autor de 'Historia del maquis' (Ático de los libros, 2022). Un ensayo en el que este catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura aborda uno de los capítulos menos conocidos de los primeros años de la postguerra.

Subtitulado como 'El largo camino hacia la libertad en España', el trabajo de Chaves no se limita a aportar nuevos datos sobre ese tema o acercar al lector los ya conocidos de forma tan rigurosa como amena, sino que dignifica las vidas de aquellos vencidos que, en contra de lo afirmado por la propaganda franquista, no fueron delincuentes comunes, ni aventureros o fanáticos, sino militantes comprometidos con la libertad que decidieron combatir la dictadura a través de una estrategia tan española como la guerra de guerrillas.

De huidos a maquis

El 1 de abril de 1939 terminó la Guerra Civil. Para entonces, casi todas las provincias españolas estaban bajo el mando de una administración franquista que, con más o menos facilidad, había ido sometiendo esos territorios desde el golpe de Estado de 1936. Esta situación provocó que, meses antes del armisticio, muchos combatientes republicanos tuvieran que refugiarse en el monte para evitar ser detenidos o asesinados. Se trataba de "los huidos", soldados que a partir de entonces desarrollaron una estrategia militar heredera de las guerrillas de 1808 contra el ejército de Napoleón, y que también había sido empleada por el ejército republicano durante la guerra.

A finales de 1936, el general Vicente Rojo, responsable de la defensa de Madrid, puso en marcha el XIV Cuerpo de Guerrilleros, una suerte de ejército irregular cuyo objetivo era infiltrarse en las filas franquistas para llevar a cabo acciones de desestabilización, sabotaje y realizar tareas de espionaje.

Finalizada ya la guerra española, la experiencia del XIV Cuerpo de Guerrilleros, sumada a la de los soldados republicanos que habían luchado en la Resistencia francesa contra los nazis, permitió poner en marcha en Toulouse una escuela en la que se adiestraba a militantes republicanos. Una vez formados, esos cuadros fueron desplazados a territorio español donde, en otoño de 1944, protagonizaron un intento de invasión a través del Valle de Arán en el que se llegó a emplear, además de infantería, carros de combate. "La invasión fue rechazada, lo que demostró que no había capacidad de hacer operaciones de ese tipo en campo abierto contra el ejército franquista. A cambio, se apostó por entrenar más grupos guerrilleros e intentar organizar esas partidas políticamente", comenta Julián Chaves.

De ese modo, a partir de mediados de los años 40 casi todas las provincias españolas contaron con uno o varios grupos guerrilleros que realizaban sabotajes, expropiaciones y otras acciones destinadas a desestabilizar el gobierno de Franco. A pesar de su escasez de recursos, los éxitos del maquis fueron lo suficientemente relevantes como para llamar la atención de los medios internacionales e inquietar al gobierno franquista, que desplegó una estrategia basada en la represión, el terror y la violencia, en la que no faltaron las prebendas en forma de ascensos, condecoraciones o remuneraciones económicas para aquellos miembros de la Guardia Civil que detenían o asesinaban a miembros del maquis.

El maquis era una organización aislada en el bosque que, en muchas ocasiones, no sabía lo que estaba sucediendo a tan solo cien kilómetros"

"El maquis era una organización aislada en el bosque que, en muchas ocasiones, no sabía lo que estaba sucediendo a tan solo cien kilómetros. Esa situación provocaba que su éxito dependiera de la confianza recíproca entre sus miembros, los enlaces y las personas de apoyo encargadas de comprar suministros o medicinas. Conscientes de ello, las autoridades franquistas centraron sus acciones en forzar la delación entre los guerrilleros", recuerda Julián Chaves, que menciona entre esos métodos el lanzamiento en el monte de octavillas con mensajes para desmoralizar a los miembros del maquis, la creación de falsas partidas de guerrilleros compuestas por guardias civiles para ejecutar acciones de falsa bandera o "las torturas a los detenidos para llevarlos a una situación límite en la que acabasen hablando".

"Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos"

En 1946, las labores diplomáticas del Gobierno republicano en el exilio presidido por Juan Giral consiguieron que la Asamblea de las Naciones Unidas aprobase una condena explícita del régimen de Franco. Lejos de ser una mera declaración de intenciones, aquel episodio dio lugar a la salida del territorio español de varios representantes diplomáticos internacionales y a un bloqueo comercial del país. Sin embargo, los logros conseguidos por Giral y las buenas perspectivas de su gobierno, formado por anarquistas, comunistas y socialistas, acabaron diluyéndose por la extraña actitud de estos últimos.

"Desde la formación del gobierno en el exilio en agosto de 1945, Indalecio Prieto se mostró partidario de otra política. Mientras que Giral era un hombre de consenso que trataba de activar la diplomacia, Prieto se inclinaba por un acuerdo con los monárquicos y la celebración en España de un plebiscito para determinar cuál debería ser su régimen en un futuro. Ese posicionamiento le llevó a enfrentamientos dialécticos con Giral, hasta el punto de que, cuando se logró la declaración de la ONU, Prieto mostró su desacuerdo y los ministros socialistas dimitieron. Esto provocó una crisis que, a inicios de 1947, acabó con el ejecutivo de Giral", explica Julián Chaves.

Octavilla de la Guardia Civil garantizando la vida a quien entregase a compañeros del maquis.. ÁTICO DE LOS LIBROS

Ese mismo año, el gobierno franquista aprobó el Decreto-Ley sobre represión de los delitos de bandidaje y terrorismo, que resultó determinante para luchar contra el maquis. Entre otras disposiciones, dicha norma amparaba actos de violencia de las autoridades franquistas contra los guerrilleros y establecía el código penal militar para juzgar sus acciones, que podían ser castigadas hasta con la pena de muerte. Este marco jurídico, sumado a la política de exterminio contra los miembros del maquis, provocó que las fuerzas republicanas en el exilio empezaran a cuestionar la idoneidad de la lucha armada.

La lucha guerrillera fracasó no solo por la actuación del ejército y la Guardia Civil, sino porque las potencias internacionales decidieron que no había que intervenir"

El debate se resolvió en 1948 con la decisión del Partido Comunista de poner fin al maquis. Pocos años después, la CNT hizo lo propio con sus grupos de guerrilla urbana de Barcelona que, si continuaron activos algunos años más, fue por la actividad a título personal de militantes como Quico Sabaté o José Luis Facerías. "La lucha guerrillera no llegó a buen puerto, no solo por la contundente actuación del ejército y la Guardia Civil contra el maquis, sino porque las potencias internacionales decidieron que no había que intervenir en España. Estados Unidos e Inglaterra consideraron que Franco, al que se denominaba ‘Centinela de Occidente’, era una mayor garantía a la hora de preservar sus intereses en el país que un sistema democrático y decidieron apoyar al dictador. A partir de entonces, el Partido Comunista descartó los combates en el monte y decidió trasladar la lucha a la fábrica y los centros obreros".

Un justo reconocimiento

El 5 de enero de 1960 falleció Francisco Quico Sabaté a consecuencia de las heridas recibidas unos días antes durante un enfrentamiento con la policía. La muerte del militante anarquista puso fin al maquis y, salvo casos aislados, también a las guerrillas urbanas, que no volverían a hacer acto de presencia en la sociedad española hasta la aparición de los movimientos de lucha armada de finales de los años 60 y principios de los 70, algunos de los cuales siguieron activos una vez acabada la dictadura.

"En mi opinión son fenómenos que no guardan relación. La espiral de violencia que caracterizó los últimos meses del régimen de Franco no es una continuidad de lo que había habido en los años 40, ni desde el punto de vista organizativo, ni en su finalidad política. Mientras que el movimiento maquis era una reivindicación de la República y de una España democrática capaz de derrocar al régimen de Franco, ETA, el FRAP o el GRAPO obedecían a un código de conducta distinto", aclara Julián Cháves, que reclama que desde las instituciones se valore la labor realizada por el maquis para devolver la libertad al pueblo español.

Dos veteranos del maquis delante del Congreso de los Diputados en 2012. Juan Manuel Prats

"Después de años de libros, artículos, congresos e iniciativas de las asociaciones relacionadas con el maquis, parece que la Secretaría de Memoria Democrática del Gobierno actual está dando un salto cualitativo en reconocer que el maquis no fue bandidaje ni bandolerismo, sino un movimiento pionero de oposición armado contra el franquismo, régimen cuyo origen, no lo olvidemos, estaba en las armas. Entiendo que será cuestión de tiempo que ese reconocimiento llegue, y creo humildemente que este libro contribuirá a ello", concluye Cháves. 

Madres y guerrilleras

Las mujeres republicanas tuvieron un papel destacado durante el desarrollo de la Guerra Civil. Además de desarrollar labores en la retaguardia, durante los primeros meses del conflicto fueron milicianas que llegaron a combatir en el frente. Finalizada la guerra, muchas de ellas resultaron una pieza clave para el maquis."El papel de la mujer en la guerrilla es un tema bastante desconocido. La mayoría de casos que cito en el libro comenzaron como enlaces y colaboradoras. Personas que eran pagadas por las partidas para que consiguieran provisiones, medicinas, suministros… Sin embargo, cuando había sospechas de su comportamiento, porque en el entorno rural se conoce todo el mundo, antes de volver a su domicilio y correr el riesgo de ser detenidas, muchas de esas mujeres se incorporaron al maquis y fueron guerrilleras", explica Julián Chaves, que destaca las especiales adversidades a las que estas luchadoras tuvieron que enfrentarse en el monte. "En el caso de las mujeres, a las dificultades de la lucha en las montañas se sumaron otras como, por ejemplo, que muchas de ellas se quedaron embarazadas. Tras dar a luz en clandestinidad, tuvieron que dejar a sus hijos en la majada, en el cortijo o en las inmediaciones del pueblo para que alguien se hiciera cargo de ellos. No fueron abandonos, sino formas de solucionar una situación puntual, como demuestra el hecho de que, posteriormente, algunas de ellas buscaron a esos hijos y se reencontraron con ellos. Otras, sin embargo, les perdieron la pista y nunca supieron cuál fue su paradero".