La Opinión de Murcia

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Entrevista
Música Artista

Kiko Veneno: "Tener más tiempo, necesitar menos cosas; esa es la única sabiduría que nos cabe en el planeta"

El veterano artista catalán –aunque criado en Andalucía– llega mañana a la Sala REM de Murcia para presentar su último disco, ‘Hambre’, un trabajo en el que experimenta con la electrónica y en el que, a su vez, se muestra más flamenco que nunca. Porque Kiko siempre mira hacia delante

Kiko Veneno

Kiko Veneno ha vuelto con Hambre (2021), continuación –con algunos pasos a un lado– del viaje que empezó el muy exitoso Sombrero roto (2019), figurando en la mayoría de listas de lo mejor de aquel año y siendo nominado entre los mejores discos europeos por Impala. Algunos de los cortes de este nuevo álbum son herederos directos de aquel, y otros surgieren los tiempos raros del confinamiento. En total son diez canciones vibrantes en su luz o su sombra. Y, en ellas, Kiko sigue mezclando lo poético con lo cotidiano, lo atemporal –sea flamenco o no– con un sonido muy de ahora. Como decía Bob Dylan, es el hambre por absorber, investigar y expresarse; hambre de la vida (aunque a veces duela), y Kiko –que mañana se subirá al escenario de la Sala REM de Murcia– se enfrenta al mundo a bocaos.

Hoy te pillo de talleres, Kiko. ¿Qué tal?

Pues muy bien; estupendamente. La vida cotidiana está llena de talleres, de válvulas que fallan..., pero todo bien. De ahí hay que sacar también la ‘poética’, como decís vosotros.

Tu actuación estaba prevista para septiembre, pero se tuvo que suspender por las restricciones. Afortunadamente, la cosa está ahora mejor y estarás aquí este viernes, pero 2022 lo has empezado como un rayo: llevando a los escenarios con Ariel Rot el programa Un país para escucharlo y, aparte de tus conciertos como Veneno, también pendiente de otro con C. Tangana...

Sí. Él [C. Tangana] está ahora con su gira y yo voy a unirme para un par de actuaciones: las presentaciones en Madrid y Barcelona. Pero lo que a mí me ocupa más es, lógicamente, mi propio espectáculo, y lo que se está haciendo con Ariel. Y la verdad es que la gira está bonita: hemos llenado con bastante antelación en los sitios donde nos hemos presentado.

Sobre el papel parecería a priori una colaboración algo inusual. ¿Qué se aportan Kiko Veneno y Ariel Rot?

Yo aporto una vena más flamenca, más alegre también; él aporta una vena más poética-dramática, más trágica. Él es guitarrista, el que canta con la guitarra, y yo soy el que canto con la voz. Pero, es curioso: cuando él empezó con Tequila fue cuando nosotros estábamos arrancando con Veneno; somos de la misma época. Sin embargo, no habíamos tenido relación antes. Pero cuando nos ofrecieron esta gira lo vimos claro. De hecho, creo que es una alianza que tiene muchísimo fundamento.

Hablando de televisión, hace unos días salías en el programa Caminos del flamenco. Quizá en Hambre cantes más flamenco que nunca...

Bueno… Tú sabes que esos son territorios sagrados; según a quién le digas eso, igual te tira de pelos o te borra los tatuajes con cuchillas de afeitar. Hay mucha gente que se ofende cuando alguien se tira a cantar flamenco de nuevas... Tampoco creo que ese sea mi caso, pero, sea como sea, yo tengo ya una cierta ‘autoridad’ que me da la edad y el no haber presumido nunca de nada, no estar engañando a nadie. Además, ¡que yo he tocado con Raimundo Amador y con Camarón! De hecho, yo siempre he cantado ‘andaluz’, porque es mi acento y mis formas; me he criado aquí. Pero es cierto que últimamente me estoy atreviendo a templar más la voz..., y, cuando templas la voz, te sale el temple flamenco, como ocurre en Hambre.

A pesar de que estemos hablando de flamenco, lo que parece claro es que, en este Hambre, tu lenguaje musical ha cambiado. ¿Por qué te decides ahora por esa apuesta más electrónica?

Yo voy cambiando siempre de sonido; nos tenemos que ir adecuando a los tiempos. Yo veo la música como una serie de cosas que van pasando (y que van pasando de moda). Pero eso solo pasa con los sonidos; los sentimientos y la poesía permanecen. Yo no podría hacer ahora un rock convencional de los años sesenta o setenta; no me sale del alma. Me metí en la música para hacer cosas nuevas. Lo que me interesa es aportar algo, ver el mundo de una forma novedosa. El amor hay que renovarlo a diario, como se decía en San Valentín. A mí no me interesa para nada utilizar los géneros antiguos, quizá porque no soy un gran performer, no soy un gran maestro en la ejecución. Quizá el guitarrista que domina el blues se tiene que morir tocando eso, porque es lo que controla, y se muere con esos estilos que son antiguos (y que son maravillosos, no me malinterpretes). Pero como yo no soy maestro de nada, me tengo que buscar la vida para crear algo diferente. Y no quiero vivir de las rentas, porque ningún amor vive del pasado; hay que renovarlo cada día.

Normalmente no titulas discos con una sola palabra. ¿A qué clase de hambre aludes en este disco?

Hambre de creatividad, de comunicación... Lo saqué de una entrevista a Bob Dylan en la que hablaban sobre la pasión con la que cantaba sus primeras canciones. Él decía que eso no se puede recuperar esa energía, que el hambre que tienes cuando eres joven no lo vuelves a tener nunca más. Pero ahora tenemos hambre por otras cosas... Yo, por ejemplo, quiero mantener esa necesidad de mirar hacia delante que te decía antes, esas ganas de intentar hacer algo nuevo. Porque el día que yo no tenga ese hambre, me retiro y ya está, pero mientras que yo tenga hambre, estaré haciendo cosas, componiendo, escribiendo...

Y buena muestra de ello es este disco. En él, por cierto, dices: «Son días raros, nada está muy claro, todo va a ir bien». ¿Eres optimista?

Personalmente, sí. Generacional o antropológicamente, filosóficamente, no; en ese sentido soy superpesimista. El género humano es de lo peor que hay sobre la faz de la tierra. Somos destructivos, crueles... lo peor. Somos el único animal capaz de acabar con el medio que les acoge, por ejemplo. Además, no aprendemos nada de las guerras ni de las paces; nos dejamos llevar por nuestro egoísmo y cortedad de miras. Creo que estamos abocados a la extinción y que no tenemos solución. Además, aparte de consumir y engordar, cada vez sabemos menos de quiénes somos y qué coño hacemos aquí. Ahora, yo sí sé lo que hago aquí: me gusta tocar la guitarra, me gusta querer, me gusta amar a mi familia, a mis personas, a mi mujer, me gusta la música, el mar, la montaña. Yo sí sé lo que quiero, pero la gente no.

¿Echas de menos un movimiento contracultural como el de los hippies de los sesenta?

No. ¿Echar de menos? Eso no vale pa na. El arrepentimiento no sirve para nada. Echar de menos supone una postura nostálgica. ¿Como los de Vox, que echan de menos a Franco? No, lo siento... Aunque a ellos les va bien, ellos sí quieren volver al pasado (yo no). Lo mismo pasó con todos los nuevos nazis que hay sueltos por Europa y que nunca han llegado a más del 20, 25% de los votos. Somos lo suficientemente estúpidos como para autodestruirnos, pero tantísimo como para volver otra vez al nazismo. Es la única alegría que me da esta gente, que están regando sobre un terreno baldío. Porque no van a conseguir pasar de ese 20% de gente totalmente desestructurada a nivel mental y que piensa que Franco puede volver.

Pues pensaba yo que aquello de ‘peace & love’ sí te molaría que volviera...

Es que la historia no se repite nunca. El movimiento hippy fue interesantísimo: trajo la paz en Vietnam, una contracultura extraordinaria, una vitalidad maravillosa en la creación... Pero el sistema tomó buena nota y cegó todas las posibilidades de que la cultura fuera de nuevo un acicate, un vehículo que pudiera transformar la sociedad. Y de ahí pasamos a los ‘concursitis’, a la desaparición de los cines, a las novelas best seller leídas pacientemente en los metros... Hoy hablamos de la cultura como un ‘producto’ de entretenimiento privado, con muy poca proyección pública, y se le niega su valor político.

Aseguras en Luna nueva que besar es un plan revolucionario. ¿Al menos el amor es un acto de insurgencia?

¡Claro, claro! En ese sentido sí soy optimista. El amor es lo que nos va a salvar. Pero es una solución individual ahora mismo. Ojalá todas esas individualidades puedan ser algún día tan numerosas que construyan un movimiento social y político.

Por cierto, ¿qué tal tu experiencia con C. Tangana? ¿Te ha rejuvenecido en parte?

No, yo me rejuvenezco solo. Me ha parecido muy interesante su manera de intentar fundir los sonidos de las músicas urbanas con la tradición. Y creo que el público le ha dado la razón, porque ha tenido un éxito enorme.

Dices que la felicidad es una raya que hay que atravesar. ¿Qué nos detiene? ¿Qué nos impide cruzarla? ¿Necesita un mensaje la sociedad?

En el momento en que pensamos que la sociedad necesita un mensaje, lo que estamos pidiendo a gritos es que venga ya un nazi, un tipo como Hitler. No. La sociedad no necesita ningún mensaje. La sociedad necesita personas libres, auténticas, sin miedo, pero, sobre todo, con conocimiento, no con la ignorancia tan tremenda que hay hoy en el mundo. Es que la gente se cree que los tomates son de invierno y las naranjas de verano. No. Los tomates son del verano, y las naranjas son del invierno, ¿entiendes?

Vamos a dejar de creernos el índice de la bolsa a cada hora que lo dan en la radio, de creernos tanto el fútbol, vamos a dejar de creer tanto en los políticos, vamos a ver que son unos embusteros, que Ayuso es una payasa y que Casado es un indocumentado, y vamos a ver las cosas como son y que son personas que no merecen estar en la vida pública. Vamos a construir otro tipo de vida, pero para ello no necesitamos ningún mensaje ni ningún líder que nos lo dé. Necesitamos partidos políticos y asociaciones políticas y civiles de personas responsables, que hablen de la complejidad de las cosas y que hablen con cariño de la vida humana y de la situación económica, que acerquen la economía a una realidad personal.

La economía que nos pone esta gente es una cosa de ganar dinero y de fondos de riesgo. Eso es la economía para ellos, y es una mentira. Su único objetivo es seguir creciendo desde el punto de vista financiero, aumentar el valor, y que ese sea nuestro salvavidas. Para que cuando se desplome nos destroce a todos. En cambio, la riqueza que personas como yo proponemos es tener menos, tener más tiempo, aspirar a menos, querer más, ser más felices, necesitar menos cosas. Esa es la única sabiduría que nos cabe en el planeta, en la mente humana. Si necesitamos menos, podemos ser más sabios y construir algo mejor.

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