El show de Samsa

Es fractal o no es literatura

Imagen Cubierta.

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Pedro Pujante

Pedro Pujante

Las diferentes obras ensayísticas de Vicente Luis Mora (VLM) se pueden leer como una suerte de texto único dedicado a explorar el devenir de la literatura actual. Temas afines las comunican y las convierten en una pangea literaria. Temas convocados mediante una voz común. Hay en ensayos como La literatura egódica, La huida de la imaginación, La literatura a la intemperie o el último que he leído: Micronesia. Fractales sobre literatura el mismo tono y las mismas preocupaciones de fondo. 

Constituyen (creo advertir ahora, después de haberlos leído todos) fascículos de un único libro que ahonda en la literatura y sus relaciones con el mundo contemporáneo: el yo autoconsciente, la falta de imaginación en la literatura apegada en exceso a la ‘realidad’ o las redes sociales como nuevo paradigma de escritura. Todos parecen construidos mediante piezas dispares que, al ser ensambladas, forman un único libro-máquina. Y conectadas entre sí, estas máquinas solteras conforman una supermáquina que de un modo orgánico se erige como un ‘libro total’. Un cuerpo sin órganos en el que se trata de abolir el orden clásico y las jerarquías más tradicionales de la crítica literaria. 

En este aparente caos, aleph de citas y apropiaciones, subyace el encanto magnético de la escritura de Luis Mora. Se entra en sus ensayos como quien accede a un laberinto cuyas paredes están cubiertas de miles de libros que dialogan entre sí. En realidad no libros, más bien fragmentos de libros, porque como el propio VLM advierte, los textos literarios que más le fascinan son los breves. Microescrituras como las de Walser, dinosaurios monterrosianos y pecios que quedan reflectados en las propias reflexiones fragmentarias de VLM. 

A base de fragmentos y citas ajenas VLM elabora sus libros. Pero esta composición de collage no es aleatoria, ni siquiera enciclopédica. Esa tarea cualquiera la podría realizar con prolija dedicación y paciencia. El mérito de VLM estriba, como ocurre en libros felices como El mal de Montano o Bartleby y compañía de Enrique Vila-Matas, en dar sentido y luz al cuerpo sin órganos de la escritura desnuda. 

VLM, armado de una memoria funesca y de una erudición borgeana, es capaz de abordar un tema específico trayendo a colación cientos de ejemplos y citas extraídos de la literatura vieja y reciente. Agota los temas con conexiones infinitas. El yo, en La literatura egódica; las relaciones entre el blanco y la muerte o artistas que destruyen sus obras, en Micronesia. Etcétera. 

En este sentido el disfrute intelectual es doble: porque la prosa diáfana te atrapa y te transporta; y por otro lado, porque el lector se solaza recorriendo kilómetros de referencias que, como fractales, te derivan a otras y otras. Los libros de VLM se parecen, en este sentido, a páginas de Internet plagadas de hipertextos y links infinitos.

 La buena literatura o es fractal o no es literatura.