Pocas familias en el ámbito cultural murciano gozan del prestigio de los Piñana. Con Curro y Carlos siendo todavía referentes en activo del cante y la guitarra, y con su padre (Antonio Piñana Calderón) convertido en una leyenda del toque por levante, su aportación histórica al flamenco regional queda fuera de toda duda; más todavía si retrocedemos otra generación y localizamos al patriarca, a Antonio Piñana padre, primer ganador del Cante de las Minas de La Unión (entonces, todavía, sin Lámpara mediante). Sin embargo, no todo fue música en el seno de la familia..., y esto es algo que la cartagenera Belén Piñana se ha propuesto demostrar y en lo que, conscientemente o no, lleva trabajando desde hace más de treinta años.

Para entender esta historia hay que remontarse hasta los albores de los años noventa. «Mi abuela tenía un ático en la calle San Francisco de Cartagena, y tras fallecer, mi madre me pide que le ayude a limpia la casa para poder alquilarla», recuerda Belén, profesora de Enseñanza Secundaria en el IES Ben Arabí de la ciudad portuaria y en la UNED. «Y allí, en el comedor, había un armario cerrado con llave en el que encontramos sus objetos personales, entre ellos su defensa para poder salir de la cárcel (que él mismo preparó y escribió) y unas doscientas poesías», desvela nuestra interlocutora. No habla de su abuela, sino de Enrique Piñana Segado (1909-1979), su abuelo, hermano del patriarca y también docente, como su nieta. Pero su historia es mucho más enrevesada... y aquellos textos han dejado constancia de ello.

Sin embargo, cuando Belén encontró tamaña colección de manuscritos apenas tenía 15 años. «No sabía que haber con todo eso; no sabía lo que tenía entre manos. Lo único que pude hacer fue llevarme todo eso a casa para ir leyéndolo poco a poco», recuerda. Así que, con el tiempo, Belén Piñana se convirtió en una experta en la obra de un autor casi inédito; y decimos «casi» porque la obra de Enrique Piñana no fue la de un autor que se guardó para sí, sino que diseminó sus versos por revistas y periódicos de los lugares que visitó como profesor. «Él se quedó huérfano con apenas once años, lo que le llevó a ingresar en el Colegio de Huérfanos de Guadalajara. Es allí donde comienza su formación y, en 1928, abandona la institución ya con el magisterio terminado, lo que le lleva como interino a impartir clase por diferentes pueblos de la huerta de Murcia, ya que no se sacaría la plaza hasta el año 1934. De ahí se marcha a Lugo y luego, a Granada, donde le pilla la Guerra», explica una emocionada Belén.

Y es que son muchas las relaciones o coincidencias que esta aventura por desentrañar la historia de su abuelo le ha brindado: «Por ejemplo, yo me saqué la plaza justo ochenta años después, en 2004, en Cieza, y tuve a mi hija un año después y el mismo día en que nació su primer hijo en 1935», apunta la cartagenera, que comenzó a trabajar aquel legado poético durante la carrera (es licenciada en Filosofía y Letras y doctora en Filología Hispánica). «Hice dos trabajos sobre él en la universidad. En ambos casos hablé con los profesores, les conté mi historia y me animaron a rescatar del olvido toda su obra; también me incitó a ello el jurado que evaluó mi tesis, que también tenía como objeto de estudio los textos de mi abuelo», señala. El problema era que había mucho material que procesar y poco tiempo. Dio alguna conferencia al respecto, pero necesitaba un aldabonazo. Y lo recibió.

Ejerció el magisterio en la Murcia rural (así como en otras comunidades), y tras la guerra fue encarcelado por su compromiso literario con la República

«De repente, Javier Castillo, director del Archivo General de la Región, me llama porque había leído mi tesis. Resulta que él es de Granada y me dice que hay una revista que se llama Péndulo y que si querría hacer un artículo sobre mi abuelo», explica. El texto se acaba publicando bajo el título Vida y labor de un maestro rural en Vertientes. Enrique Piñana Segado (1936-1939) y la historia de este poeta furtivo ya está en la calle; las llamadas de estudiosos interesados se suceden. Uno de ellos es Juan José Navarro Avilés, autor del libro La literatura en murciano (2020), una historia de los autores regionales que lo largo de los años han utilizado el habla dialectal en sus textos y que se interesó en algunas de las poesías de Enrique Piñana. No sería la última colaboración que emprendería junto a Belén.

Belén Piñana posa con ‘Raices y valores en verso’, su último libro. Ivan Urquízar

No obstante, antes de aquella publicación aparece, en el año 2019, el primero de los dos libros que la orgullosa nieta ha lanzado al mercado para dar a conocer la obra de su abuelo. Antología poética. Enrique Piñana Segado. Entre pizarras y versos es el texto introductorio que necesitaba para (volver a) sacar a la palestra el nombre del menos flamenco de los Piñana (aunque bajo su firma se conservan cantares, milongas, soleares y tarantas que dedicó a su hermano Antonio). En él, Belén incluyó medio centenar de poesías -alguna de ellas comentada-, así como una pequeña biografía y un texto en el que la sobrina del escritor determina las tres etapas de su producción en verso (porque su abuelo también dejó escrito algo de narrativa, aunque poco): «Están claramente diferenciadas: antes de la guerra, desde su etapa en Guadalajara; durante la guerra y, finalmente, en la posguerra. Creía que era interesante darle algo de contexto al lector, especialmente desde el punto de vista político».

Y es que a Piñana, como a tantos otros poetas de su tiempo, sus escritos le salieron caros. «En el año 1936 escribe un poema titulado Gesta heroica en el que intenta recrear las hazañas de la ‘República Española, democrática y obrera’ -tal y como escribe en el último verso- y por el que fue acusado de una serie de delitos que acaban mandándole a la cárcel. Y a partir de ahí, es cierto que escribe una serie de poemas en laudatorios con el Régimen; pero, claro, hay que tener en cuenta que tenía a su primera mujer y a su hijo de cuatro años en la calle», explica su nieta. Sin embargo, Belén defiende el compromiso de su abuelo: «Realmente en todo lo que se escribió a favor del gobierno franquista se le ‘escapaba’ alguna coma que podía cambiar el sentido de algunos versos, pero cuando sale de prisión -creemos que por buena conducta- se desahoga». 

Belén Piñana habla, por ejemplo, de Altivez sultana, en el que pone de manifiesto su malestar por el asesinato de Federico García Lorca, pero, sobre todo, del Himno al magisterio privado. «Cuando lo encontré me sorprendió. Pero, claro, él fue apartado del magisterio hasta el año 1959; y, como él, otros muchos profesores encarcelados durante la guerra. Así que, cuando sale de la cárcel, decide abrir una academia en Cartagena; era lo que le quedaba a los docentes en su situación... Y entonces entendí aquel poema, en el que habla de ‘manantial de hombres sabios’: se refería a todos aquellos que como él fueron apartados, era una crítica a la política del Régimen con los profesores republicanos», explica la autora, que este jueves presentó el segundo libro dedicado a su abuelo.

«Yo quería dar a conocer la figura de Enrique Piñana desde un punto de vista global; no quería que le encasillaran. Él tiene, por ejemplo, un montón de poesías sobre la Semana Santa, o sobre la guerra, pero me interesaba que la gente conociera al autor [con Entre pizarras y versos]. Y una vez que consiguiéramos eso, ya podría centrarme en alguno de los muchos temas que trabajó», explica Belén. Así llega Enrique Piñana Segado: raíces y valores en verso, una recopilación de su producción en habla dialectal y para la que, efectivamente, ha contado con la ayuda de Navarro Avilés -experto en la materia- para arropar al poemario con una cierta base teórica. «Su producción en este sentido no fue amplia, pero sí recurrente a lo largo de esas tres etapas en las que se divide su poesía», explica Belén, que subraya la influencia que ejercieron autores murcianos como Vicente Medina en su literatura. «En cualquier caso -añade-, creo que estos poemas eran una forma de reflejar en sus escritos la bondad y sencillez de un maestro que, durante una parte importante de su vida, estuvo impartiendo clases en la Murcia rural».

No obstante, y aunque Raíces y valores en verso acaba de ver la luz, Belén Piñana sigue empeñada en seguir sacando a la luz aquel legado que su abuelo le dejó, de manera casi inconsciente, en un mueble del salón de su casa. «Yo puedo seguir tirando del hilo, y, de hecho, tengo muchos proyectos. Me gustaría hacer algo de corte más puramente histórico, también sería genial que alguien pudiera novelar nuestra historia..., y, sobre todo, hacer un taller con Entre pizarras y versos, porque creo que se puede aprender mucho con sus poemas. Además, el que me conoce sabe que no tengo ninguna intención de cobrar por ello», asegura la autora, que donó los beneficios de su primer libro a la Casa Cuna de Cartagena, en homenaje a la estancia del joven Enrique Piñana en el Colegio de Huérfanos de Guadalajara. Para ella, reconocimientos como el que el próximo día 16 de diciembre le va a hacer la asociación cultural L’Ajuntaera -que nombrará a su abuelo ‘Personaje de Honra’ durante una ceremonia que tendrá lugar en el Palacio Almudí- son pago suficiente.