Tras dos años trabajando en su último álbum –pandemia y confinamiento de por medio–, Pedro Guerra presenta El viaje, disco número dieciocho en su carrera; un álbum en el que introduce temas reivindicativos de carácter social, pero también personales, de amor, y algunos con tintes folclóricos. La idea nació del mito de que Federico Fellini siempre quiso rodar una película que se llamase El viaje de Mastorna, pero nunca se materializó: rodó otras y murió sin hacerla. Sobre eso reflexiona el cantautor canario en un trabajo en el que recupera ese registro sólido forjado entre la identidad del Taller Canario de Canción, las evidentes conexiones con los ritmos latinoamericanos y la generación de cantautores españoles que lo atravesó en sus años de juventud.

De este modo, en El viaje, Pedro Guerra visita aquellos universos sonoros decisivos a lo largo de su carrera para darles el necesario toque de actualidad; Argentina, Brasil, México, Cuba, Canarias, conviven con el pop, el charango, el timple, la guitarra clásica, las programaciones, el tres cubano, las guitarras eléctricas, la batería y los tambores del folclore de las Islas. La gira de presentación arrancó en Madrid, y esta noche llega a Murcia.

Este ‘viaje’ intuyo que es mucho más vital que geográfico.

Es un viaje de viajes, lo cuál implica no solo los viajes físicos y geográficos, sino también los interiores, los soñados, los imaginados…

Del título dice que es un homenaje a Federico Fellini. ¿Qué le importaba del director de cine italiano?

Fellini es una de los grandes directores de la historia del cine, y como amante del cine que soy, eso es algo que no paso por alto. Fellini creó un universo muy personal y una forma de estar muy en el mundo de los sueños, de lo onírico… Me encanta ese universo suyo.

Se ha puesto en manos de un productor después de veinte años. ¿Necesitaba esa mirada externa?

Sí. La necesitaba. Son muchos años de ‘yo, me, mí, conmigo’, en los que la mirada exterior se acaba echando de menos. Hay cosas de ti que solo pueden ver los demás.

Supongo que de la mano de Pablo Cebrián ha llegado la colaboración con Manuel Carrasco. ¿Le sorprende la elección?

No, eso no viene de Pablo Cebrián (más allá de que Pablo y Manuel han trabajado muchos años juntos). Es una elección mía. He trabajado con compañeros de generación de Manuel, y me apetecía desde hace mucho tiempo hacer algo con él.

El viaje empieza con Cara y cruz, una reflexión sobre las muchas escalas de grises que podemos encontrarnos a lo largo de la vida. ¿Sigue buscando cierto equilibrio?

El equilibrio es lo que he buscado, busco y seguiré buscando siempre. Cara y cruz es una ley de vida: tenemos que aprender a vivir en esa línea entre la alegría y el sufrimiento.

En El viaje introduce temas reivindicativos de carácter social, pero también personales, de amor y algunos con tintes folclóricos. ¿Qué nombres le inspiran a través de sus letras?

Mis referencias siguen siendo las mismas, y el terreno en el que me muevo, también. Quisimos recuperar la esencia de mis cuatro primeros discos, y trabajar todo eso de una manera actualizada. En esos discos está todo lo que conforma mi música, mis influencias y mi manera de pensar y de escribir.

El álbum lo define también como «un viaje sereno». ¿Se trata de su disco más tranquilo y conciliador?

No lo sé. Mi actitud es serena en líneas generales. Mis discos son todos tranquilos y conciliadores… No lo sé.

¿Por qué, para qué escribe canciones?

Para mí, la canción es un lugar donde expresar todo lo que uno tiene que expresar. A través de las canciones, intento mantener un diálogo conmigo y con el mundo.

¿El viaje se editará en vinilo?

De momento, no hay edición en vinilo de El viaje. Espero que más adelante. Todo se andará.

¿Se reconoce en aquel trovador canario recién aterrizado en Madrid? ¿Qué le queda del espíritu del Libertad 8?

La esencia de mi manera de concebir y realizar mi oficio es la misma desde que empecé a cantar; y eso sucedió diez años antes de llegar al ‘Libertad’.

En el año del coronavirus, del confinamiento y la distancia social, un concierto se llena de significados que van más allá de lo musical. ¿Lo ha experimentado últimamente?

Desde luego. Cuando estás confinado, y el feedback con el público se da solo de manera virtual, te das cuenta de lo importante que es la presencialidad en nuestra profesión.

¿Y de qué manera vive Pedro Guerra este tiempo tan extraño?

Como todos: con sorpresa, inquietud, miedo, rabia, incertidumbre… No son tiempos buenos para nadie.

En sus canciones suele haber una combinación de temática social y cosas más personales, de pareja. ¿Le sale solo o se lo propone?

Me sale y me lo propongo. Mi música está completamente ligada a mi vida. Cuando escribo canciones me las tomo muy en serio. Ese es mi compromiso. Me interesan y me afectan las cuestiones sociales, las de pareja y las personales… Eso es así, y va directamente a las canciones.

Le resultó duro componer Alzheimer o fue una especie de liberación?

Una mezcla de ambas cosas. No es una canción fácil, ni mucho menos.

En La arena del circo cuestiona el mundo, entendido como un espectáculo en el que rigen las leyes del mercado. ¿Se ha sentido carne de este espectáculo en algún momento?

No, yo no. Ni siquiera siento que estoy en la grada. Es algo que veo y miro desde afuera.

Como canario, pero desde la distancia, ¿cómo está viviendo la catástrofe del volcán?

Es un espanto, la verdad... Mucha tristeza. Mucha impotencia. Habrá que hacer mucha fuerza para conseguir –incluso ‘exigir’ a quien corresponda– que toda esa gente pueda recuperar o restituir todo lo que han perdido.

¿Tiene muchos viajes pendientes?

Los más inmediatos están relacionados con la gira, que se ha ralentizado un poco por la pandemia. Pero seguimos a tope con otros proyectos de colaboración, de escritura de canciones, de posibilidades futuras… Reinventándonos todo el tiempo.


¿Cuándo?  Hoy, 20.00 horas

¿Dónde? Teatro Romea,  Murcia

¿PrecioO?


12/15/18 Euros