Ángel Abellán es una de las grandes promesas del cómic en la Región. Bueno, a estas alturas quizá es más conveniente hablar de ‘realidad’... Porque desde que ganara el CreaMurcia en 2018 con Si pudieras cambiar el flujo -con Alba Flores encargada del dibujo- no ha hecho más que dar pasos de gigantes. Junto a su socia habitual publicó a comienzos de año Temporada de melocotones (Andana, 2021), una historia con la que el año pasado conquistaron el Premio Valencia de Novela Gráfica, y ahora regresa dando un violento volantazo con El rey de las polillas (Grafito, 2021), ilustrado por el también murciano Carlos Morote y en preventa desde hace unos días. De hecho, esta historia de amor y terror a partes iguales -y casi indisolubles- no llegará a las librerías hasta el próximo 4 de noviembre, aunque ya han empezado a llegar las primeras críticas (muy positivas) y los mecenas han empezado a desbloquear «¡regalos para todos!». Dejemos que sea él quien nos lo cuente. 

El rey de las polillas todavía no ha visto la luz pero ya empieza a sonar en los círculos más cercanos al mundo del cómic. Incluso ya rondan por ahí algunas críticas bastante esperanzadoras para el lector. ¿Cómo está viviendo este limbo extraño hasta su salida en librerías?

Con mucha ilusión por el buen recibimiento, pero también con mucha paciencia, algo que he tenido que entrenar durante estos años que llevo metido en el mundo de los tebeos... Con decirte que El rey de las polillas empezó a fraguarse en 2017, creo que te lo digo todo.

Para el que no sepa de qué estamos hablando, el cómic salió en preventa hace unos días, proceso que se mantendrá abierto hasta el 31 de octubre y qué compensará a quienes decidan reservarlo antes de que salga a la venta el 4 de noviembre. ¿Por qué debe la gente ‘adelantarse’ al lanzamiento?

Porque... ¡regalos para todos! La preventa va bastante bien y ya se han desbloqueado muchas recompensas que irán todos los que pre-compren el cómic. Para los que prefieran el método tradicional, también se puede reservar en la tienda 7 héroes, donde también incluirán todos los regalos. 

Más allá de las recompensar para los ‘mecenas’ (Grafito, la editorial, dice que este proceso funcionar «estéticamente como un crowdfunding»), una de las grandes bazas de El rey de las polillas es -a mi modo de verlo- que se presenta como un cómic de terror, pero que ni mucho menos se adapta a los cánones del género. Digamos que parte de otros lugares, o por lo menos de un miedo mucho más real y reconocible que el que pueden explotar los clásicos. ¿Cómo definirías o presentarías esta novela gráfica?

Como una historia de amor. O de desamor, más bien. Pero he querido darle una vuelta, intentar jugar con el género romántico y retorcerlo hasta tener un ‘thriller’ de terror y acción. ¿Qué pasaría si el desamor adquiriese la forma de un monstruo que intenta matarte? Ya estemos viendo una explosión, una persecución o una cena en la orilla de la playa, sobrevuela -nunca mejor dicho- la amenaza de un amor que se extingue. 

«No intento imprimir mi sello, solamente contar bien lo que quiero contar. Aún así, hay conflictos que se repiten: la precariedad, la ansiedad...»

Porque el amor a veces puede causar un miedo atroz, ¿no?

Sí. De hecho, la idea surgió un poco de esa frase hecha que dice que ‘el amor duele’. Pensé que sería interesante llevar el concepto mucho más allá de lo metafórico. Ese momento en el que el pecho comienza a tensarse y te oprime la tráquea, en el que las lágrimas salen con fuerza porque te das cuenta de que se acaba y todos los años que habéis vivido juntos van a pasar a ser un recuerdo..., uno importante, muy importante, pero un recuerdo al fin y al cabo. Es duro, y da casi tanto miedo como que un monstruo intente matarte. Bueno, más o menos... 

¿Tan difícil es mantener una relación (especialmente una que parece consolidada, como la de Ele y Tonya)?

Lo que pretendo contar en el cómic es que el amor no depende exclusivamente de una pareja, sino de dos personas. Quiero decir: que los factores individuales de cada uno (esos que nada tienen que ver con nadie) son fundamentales, y si los mezclas con cuestiones incontrolables como la falta de dinero, la ausencia de perspectivas... o un monstruo hecho de polillas, tienes una mezcla explosiva. 

De hecho, el... ‘bicho’ (llamémosle) actúa realmente como un catalizador, más que como un villano.

Exacto. La intención era que en esta historia importaran los personajes y sus historias, no el ‘bicho’, por eso el equilibrio entre los géneros que trato debía estar muy medido. 

Dibujos de Carlos Morote.

En parte ese ‘rey de las polillas’ recuerda un poco a criaturas del rollo del Azotamentes de Stranger things, especialmente por aquello de alimentarse de algo tan etéreo como los sentimientos (por hablar en términos generales). ¿Pasó el tiempo de los monstruos ‘comecerebros’? ¿Nos da más miedo ahora el dolor emocional que el físico?

Yo creo que no están enfrentados para nada. Yo sigo quitando la mirada de la pantalla cuando veo The Thing y me lo he pasado genial viendo Un lugar tranquilo 2. También me acojona mucho Midsommar y los monstruos tienen apariencia humana. Al final, un monstruo da más miedo por lo que hace que por lo que parece.

Por cierto, parece evidente que la historia tiene algo de biográfico: un chaval que quiere dedicarse al mundo del cómic, una ayudante de laboratorio (hasta donde yo sé le interesa mucho la divulgación científica)... ¿Qué hay de Ángel Abellán en El rey de las polillas?

Mucho. Demasiado... Y no solamente en lo formal, también en los diálogos, en los conflictos internos de los personajes... Eso sí, poco a poco, los personajes van cogiendo una entidad propia hasta el punto de dejar de ser ‘míos’. Se hacen independientes y son ellos los que acaban por mostrarme el camino a seguir, y esa es una de las cosas más apasionantes de escribir un guión. 

El cambio de registro respecto a su último trabajo, Temporada de melocotones, es grande. Las diferencias son evidentes, pero ¿hay algún nexo entre estas historias, algo con lo que podamos decir: «Sí, estas dos obras son de Ángel Abellán»? ¿O prefiere jugar al despiste y saltar entre géneros?

Cuando conté Temporada de melocotones intenté hacer lo mejor posible para una obra costumbrista, pausada y más dramática. Con El Rey de las polillas, que pretende ser una historia divertida y frenética, he hecho lo mismo. No intento imprimir mi sello, solamente contar bien lo que quiero contar. Aun así, uno siempre cojea del mismo pie, y creo que hay muchos conflictos similares (falta de esperanza, precariedad, ansiedad, incertidumbre...) entre Ele y Juli, dos protagonistas de ambos cómics. 

Lo que es evidente es que el dibujo está condicionado por la historia: aquí, con el murciano Carlos Morote, apuesta por algo completamente diferente a lo anterior, pero mucho más ‘cómic’, si me lo permite. ¿Por qué Carlos? ¿Ha captado la esencia de lo que querías contar?

Cuando pienso en un dibujante para una historia, procuro que ese dibujante vaya disfrutar de dicha historia. Que la haga suya. Y Carlos no solo la ha hecho suya, sino que la ha mimado y mejorado hasta límites muy locos. Durante estos años de curro junto a él, hemos tenido un total de cero conflictos; todo ha fluido y, además, he visto cómo evolucionaba sin parar semana tras semana. Estoy tremendamente orgulloso de él, como amigo y como artista. 

Una última cosa: le he leído decir que para usted el cómic es una suerte de terapia, una forma de luchar contra su «absurda cabeza». ¿Cómo va el tratamiento?

Pues mientras que la escribes bien, pero luego todo vuelve a su cauce de locura. Tampoco pasa nada, porque a ver si no para qué iba a querer seguir contando historias.