La foto es engañosa. Robert Mitchum parece pasárselo en grande, pero todo ocurre a su pesar, y más tarde reconoció que aquella fue una de las situaciones más complicadas de su vida. 

Pongámonos en situación: estamos en Cannes, en 1954, el año que Robert Mitchum interpretó Río sin retorno junto a Marilyn Monroe. Es la estrella absoluta del festival. Simone Silva, una actriz egipcia de tercera fila, pero muy proclive a los escándalos, está también allí. Acaba de ser elegida miss festival de Cannes, un título sin contenido pero destinado a atraer a la prensa a una sesión. Ambos actores tienen un encuentro con una nube de fotógrafos, que se apilan para sacar las mejores fotos. Saben que hay carnaza, y uno de ellos propone una foto sin la parte de arriba del biquini. Simone no tiene problemas, pero Mitchum sabe que esa imagen es comprometida. «¿Que qué es lo que estaba haciendo?, pues intentar impedir que se la quitara, intentar que no se desnudara. Estaba nerviosísimo». Pero ocurre, los fotógrafos se apilan, y dos caen al agua con todo su equipo. Las miles de fotos resultantes son portada al día siguiente en los periódicos de todo el mundo, y la organización del festival le pide a la actriz que se marche. 

Al año siguiente, Mitchum haría uno de sus papeles más perversos de una filmografía que se iría haciendo más y más extensa: La noche del cazador. Simone, en cambio, moriría tres años más tarde. Tenía 29 años. Y su filmografía estaba huérfana de títulos interés. Dos vidas que el azar unió de forma casual, y cuyo destino fue absolutamente diferente.