Entre las magníficas obras de arte que Queen dejó para la posteridad, se encuentra esta canción prodigiosa, que en realidad es la crónica de nuestra época. Presión sobre la gente, sobre las personas reducidas a números dentro de una estadística, algoritmos dentro de algún programa para evaluar su rendimiento. El ser humano convertido en cadena del engranaje de una maquinaria superior, una compleja colonia de hormigas tecnificada, donde la mísera existencia se ha de comprar cada día en un régimen de explotación. Aquello que hacía humana a la humanidad desparece bajo esa opresión asfixiante, que se ha convertido en lema de nuestro tiempo, según el cual, quien no produce no come, o quien no es rentable no merece vivir. Un último grito de desesperación intentará romper esa presión. Quizá lo logremos, piensa alguien con alma de poeta, puede que se alíe con los oprimidos del mundo esa fuerza liberadora del amor al prójimo, única potencia revolucionaria en verdad, única capaz de alterar tanto la relación de fuerzas de producción como de provocar una alteración del cosmos, un estallido de indignación por la injusticia, y que logre romper al fin todas las cadenas.