Entrevista | Miguel Ríos Cantante y compositor

"Hay yonquis del dinero y otros somos adictos a los aplausos del público"

"Siempre he estado abierto a la experimentación. Sabía que la única fórmula para durar era no repetirse en demasía", asegura el consagrado roquero, que esta noche actúa en Murcia

Miguel Ríos actúa hoy
en ‘Las Noches del
Malecón’.   | L.O.

Miguel Ríos actúa hoy en ‘Las Noches del Malecón’. | L.O. / Ángel H. Sopena

Los franceses tenían a Johnny Hallyday, y nosotros tenemos al gran Miguel Ríos, leyenda viva y pionero del rock and roll, que vive su tercera juventud. Después de Symphonic Ríos con la Orquesta Sinfónica de Granada, ahora un Miguel Ríos más recogido nos trae Un largo tiempo, lleno de composiciones propias que nacen de la necesidad vital de contar y cantar, hablando del ser humano y sus miserias, pero también del arte, de la superación y del privilegio de vivir. Comenzó su carrera a principios de los 60, cuando el rock era un fenómeno anglosajón por descubrir en España. En 1969, las radios de medio mundo (incluido Estados Unidos) emitían el Himno a la alegría, adaptación publicada por Miguel Ríos de la famosa Novena sinfonía de Beethoven. Fue un éxito planetario que posibilitó el salto a la fama de un joven que, con tan sólo 25 años, pasó a dominar la escena española del rock and roll.

El carismático cantante granadino ya ha dicho ‘bye bye’ alguna vez, pero a sus 77 años hay razones más poderosas que las palabras. Reapareció en mayo con su primer álbum de estudio en 13 años, obra de tonos acústicos bajo el influjo del blues, fruto de su alianza con el guitarrista José Nortes. Su última despedida fue hace once años, pero los focos le han perseguido hasta lograr que el viejo rockero se calce de nuevo las botas y se vaya de gira con su nuevo disco y, ahora también, con una guitarra. Estará este domingo en ‘Las Noches del Malecón’, bien arropado por The Black Betty Trio, demostrando que el rock and roll no entiende de edades y que ser rockero es una actitud ante la vida.

¿Qué le ha movido a volver al estudio para grabar Un largo tiempo, cuando parecía que ya no iba a volverlo a hacer?

Al estudio siempre te llevan de la mano las canciones. Intenté dejar el oficio, después de 50 años de carrera, porque no me salían temas nuevos aceptables, y preferí no estirar el chicle hasta que perdiera el sabor. Creo que la colaboración con José Nortes, que fue quien produjo mi último disco de estudio y tocó conmigo desde la gira de despedida, ha sido fundamental. De él son todas las músicas de las canciones de Un largo tiempo.

¿De dónde parte la idea del disco? ¿Cuáles son los principales referentes que ha manejado?

En 2014, en pleno jubileo, me invitó RNE a cantar en el concierto benéfico ‘Un juguete una ilusión’ en el Teatro Monumental, el lugar donde grabé mi primer disco en vivo en 1972 (Conciertos de rock y amor). Monté el concierto con Nortes a la guitarra, Luis Prado al piano y Edu Ortega al violín y mandolina. Cuando empezamos a escribir los temas, pensamos repetir la formación y plantear un disco más desnudo y rugoso. Mis referentes, ya lo sabe todo el mundo, son los mismos desde hace muchos, muchos años. En esta ocasión, se trataba de desnudar el mensaje.

¿No estaba preparado antes para hacer este disco, o a estas alturas no se pueden tener tabúes ni prejuicios?

Mi anterior disco se llamaba Symphonic Ríos y lo hice con la Orquesta Ciudad de Granada, dirigida por Josep Pons, y lo grabamos en directo en el Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Tabúes y prejuicios no deberían tenerse a ninguna altura de la vida, pero si llegas a la senectud con ese lastre, lo tienes jodido. Yo he tocado mi música con todo tipo de formaciones, he ‘swingueado’ con una big band y armé mucho ruido con dos baterías. Como se ve, siempre he estado abierto a la experimentación. Sabía que la única formula para durar era no repetirse en demasía. Ahora era el tiempo para este disco.

¿Cómo madura una estrella del rock? ¿Qué reflexiones se plantea un veterano? Más que la tercera edad, usted vive la tercera juventud. ¿De jubilado, nada?

Ángel, ni en mis momentos más rutilantes me he considerado una estrella. Siempre me he visto como un currante. Aunque llenara estadios y plazas de toros, aprendí pronto que el oficio de rockero, al menos para mí, tenía que ver con la maldición de Sísifo. Eso me ha formado y me ha traído hasta aquí, con la suficiente dosis de realismo, para saber que en este es un trabajo donde, afortunadamente, el aplauso te lo tienes que ganar cada día. Y estoy agradecido a la gente que me ha mantenido en la cartelera, y a mi salud, que hasta ahora solo me ha dado satisfacción y pocas pegas. Ya se lo que es estar jubilado para un músico: muy aburrido cantar en la ducha. Ah, y si alguna vez he tenido trazas de malafollá, no ha sido por ser una estrella del rock, sino por granadino.

El blues de la tercera edad habla de su generación a través de una figura. ¿Siente que esta parte de la población no importa lo suficiente? ¿Qué se puede esperar de un país que durante la pandemia dejó morir solos a los ancianos en las residencias?

Supongo que la historia juzgará, y espero que también los tribunales, a quien haya tenido una actitud negligente en el drama terrible de las residencias. Hay gente que las calificó de ‘morideros’. Estamos en una sociedad donde el beneficio del mercado se antepone al humanismo.

¿Se puede jubilar un rockero? ¿Puede uno quitarse de la música definitivamente? ¿Le gusta llevarse la contraria?

Yo lo intenté, como he dicho. Pero mi historia pesa en la música de este país, y no me pude escapar de las invitaciones a colaborar con los compañeros y en actos solidarios. En esas condiciones, y si no pierdes la voz, ni el pelo, y no engordas, lo tienes jodido. Hay yonquis del dinero, y otros somos adictos a los aplausos del público.

La estirpe de Caín habla de la pandemia y dice «No es la catástrofe, es su ensayo general». ¿Le preocupa el futuro? ¿Quién tiene la culpa de lo que está pasando? «Hay ricos en Mercedes que gritan ‘¡libertad!’», canta. Esa imagen me suena a manifestación con palos de golf.

Dicen los científicos que la pandemia es el aviso de lo mal que nos lo estamos montando como sociedad. Los valores éticos y morales han desaparecido o están subvertidos. La estirpe de Caín es retrato fidedigno de un tiempo. Está fechada, y si alguien siente curiosidad en el futuro por saber que pasó el año 20 del tercer milenio, solo tiene que escucharla. Pero no es el futuro lo que me preocupa, es el aquí y el ahora. Es muy probable que la cuenta atrás del cambio climático esté vencida.

Poco después de publicar el disco, lanzó otra canción nueva, Hola Ríos, hello. Del Bye bye, Ríos al Hola Ríos, hello. ¿Qué quiere explicar?¿El cariño también es droga?

El cariño y la empatía es lo que nos mantiene con ganas de seguir. Este tema es la explicación explícita y simpática de los porqués de mi vuelta a los escenarios con este nuevo proyecto. Es la forma de usar una canción con dos propósitos contrapuestos.

Ha participado en el vídeo de Sol y sal, por el Mar Menor. ¿En qué medida se siente comprometido con la causa del medio ambiente?

Mucho más que comprometido, estoy convencido de que si no tomamos medidas drásticas, lo del Mar Menor, su deterioro por sobreexplotación, será un modelo que veremos repetido en todo el planeta. No podemos ir dilapidando los recursos de la Tierra como si fuera inagotable. Me sumo, desde hace muchos años, a la llamada de atención sobre este terrible problema.

¿Qué le animó a elegir la versión de Que salgan los clowns (Send in the clowns)? ¿Cómo elige qué canciones quieres adaptar? También hay en el disco una versión de Comes then goes que llegó hasta su autor (Eddie Vedder, de Pearl Jam).

Lo que me ha empujado a versionar estos temas es la necesidad de oír cómo suenan en español. Son dos canciones muy emocionantes, cada una en su estilo, que me ha encantado incluir en Un largo tiempo porque estaban en el espíritu del disco. La suerte de que el autor oiga la versión de su canción en otro idioma, y que te felicite, tiene un gran atractivo para mí como cantante y adaptador. En el caso del tema de Eddie Vedder, su amistad con Javier Bardem facilitó las cosas. Ya me hubiera gustado que Stephen Sondheim escuchara mi versión de su maravilloso Send in the clowns, y que le gustara.

Parece que no le ha hecho caso a su madre cuando le dijo aquello de «Niño, tú no te vayas a hacer viejo en el escenario, ¿eh?».

Parece que no solo fui un niño desobediente. He persistido hasta la edad tardía.

¿Qué le espera al público que vaya a verle a ‘Las Noches del Malecón’?

Pues creo, sin temor a equivocarme, que verán una nueva versión de un artista que puede sorprenderlos, casi sesenta años después de su debut, con un concierto diferente. Así ha sido, hasta ahora, en todos los bolos de este incierto verano.