Cuenta entre risas el fotógrafo Frédéric Volkringer (París, 1955) que ya tiene «una colección de murcianos importantes». No en vano, reside en la Región desde los primeros años noventa y, a lo largo de su dilatada trayectoria como artista, el retrato -«coger a la gente tal y como es y en un momento determinado»- ha sido un pilar fundamental dentro de su obra. Ya a comienzos de la década pasada deambulaba por el bulevar Cetina, cámara en mano, a raíz del proyecto de la Comunidad ‘Distrito abierto’. Al principio le costaba convencer a la gente de posar frente a su objetivo; le tomaban «por loco», confesaba en una entrevista para LA OPINIÓN. También recuerda su participación en el Festival Internacional de Cine de Murcia, el Ibaff, donde ‘cazaba’ a la gente que acudía a las proyecciones, o en el Día y la Noche de los Museos, que en varias ocasiones le han hecho ‘instalarse’ en Los Molinos del Río para retratar a quienes se acercaban por allí en una jornada tan destacada para la cultura en la capital del Segura.

Curiosamente, es allí, en el museo hidráulico, en la Sala Canal, donde desde esta tarde (19.30 horas) exhibe su último proyecto fotográfico. Se trata de Álbum de familia, una muestra enmarcada en el programa de los ‘Reactivos Culturales’ del Ayuntamiento de Murcia con la que el artista se ha acercado a uno de sus barrios preferidos: el Carmen. «Me gusta mucho. Es multicultural, multiétnico, en él se hace verdadera vida de barrio (con sus pequeños comercios tradicionales)... Me recuerda un poco a Francia», apunta Volkringer con una carcajada. Así, bajo esa mirada nostálgica, el fotógrafo parisino se recorrió sus calles durante tres meses, «en plena época covid», buscando los rostros más representativos de esa gran «familia», y de ahí el nombre de la muestra: «En un barrio así, los vecinos son una verdadera comunidad. Allí, quién más quién menos, todo el mundo se conoce».

El resultado es una serie de fotografías en color impresas en un formato medio que recoge los posados de jubilados, tenderos, comerciantes, currelas... Que muestra caras alegres, circunstanciales, serias y taciturnas, con o sin mascarillas, etc. «Quería darles libertad para que se pusieran delante de la cámara como quisieran, para que se la dejaran o se la quitasen», responde Volkringer cuando se le pregunta por esto último. «De todas formas -apunta el francés-, yo prefería que se la apartaran para captar mayor expresividad». En cualquier caso, la imagen anunciadora de la muestra, que presenta a dos de las responsables del bar El Jardín de las Delicias, presenta a dos mujeres con el rostro cubierto por una FFP2, lo que no impide descifrar su gesto...

Y es que cuando el fotógrafo se echó a la calle, recuerda, coincidió con uno de los cierres de la hostelería, lo que ha permitido capturas algunas imágenes con «historia», como la de dos hermanos que vivían su último día abiertos antes del cierre de su restaurante con motivo de la entrada en vigor de una nueva normativa sanitaria. No fueron días fáciles para el Carmen -como no lo fueron para ningún barrio en la ciudad-, y hasta reconoce Volkringer que hubo quienes no quisieron ser ‘capturados’ por su cámara: «Primero se extrañaban un poco. Decían: ‘Este con acento raro...’ -señala con sorna-. Y luego había alguno que me decía que mejor no, que no era el momento; o que sí, que encantados de participar».

A todos ellos, a los que aparecen en la selección final y a alguno que se ha quedado fuera -porque «no quería con muestra muy grande; quería algo más pequeño, más cercano»- les entregó ayer una invitación para asistir a la inauguración de esta tarde. «Están muy contentos. Y yo también, porque siempre que te acercar a un barrio así aprender mucho», asegura Volkringer, para quien si algo define al Carmen es la «humanidad» de sus vecinos, esos que desde ya forman parte de esa «importante colección de murcianos» que el artista lleva ampliando casi treinta años.