E l ciclo ‘DanzAuditorio’ del Víctor Villegas ha traído a Murcia en los últimos meses a algunos de los artistas y propuestas más valoradas del sectos a nivel nacional. Ahí están Antonio Najarro, los Premios Nacionales Jesús Carmona e Iratxe Ansa o el espectáculo de Lucía Lacarra y Matthew Golding, Fordlandia, que visitó la ciudad a hace dos meses. Aquella fue, de hecho, la última sesión del programa hasta la fecha; un programa que mañana será clausurado de la mano de Kor’sia.

Hablamos de una compañía dirigida en Madrid por los italianos Mattia Russo y Antonio de Rosa y que se ha convertido en una referencia nacional a la hora de revisar -desde un punto de vista contemporáneo- algunos de los grandes clásicos e la danza. Y en esa cruzada, hoy llegan al Auditorio Regional con su particular versión de Giselle, sometida por Kor’sia a diversas «exploraciones y reinvenciones» en base a dos coreografías de Nijinsky: La siesta del fauno y Jeux. «Más que la anécdota de Giselle, con sus fantasmales willis, les interesaba revisar y revalidar (o no) en nuestros días la existencia del amor verdadero e incondicional. Y lo hacen a través de una puesta en escena visualmente deslumbrante», señalan los organizadores.

De este modo, Russo y De Rosa, guiados por inquietudes actuales, han creado esta nueva, atrevida y personalísima versión de Giselle. De hecho, ambos se confiesan fascinados por esta obra «desde siempre», aunque admiten la dificultad que les supone abordar desde la moral de hoy una obra que defiende valores que estaban en boga en el siglo XIX. Pero ahí está el reto, justamente. Quieren encontrar correspondencias y constatar cuánto hemos avanzado, si es que no nos quedamos congelados, frente a asuntos morales y emocionales en esta sociedad propensa a estimular el yo, que empuja a vivir la vida a través de las redes sociales y mantiene a la gente obsesionada por el número de likes. Del amor en los tiempos de la obsolescencia emocional dicen haber querido hablar.

Para el colectivo Kor’sia, las artes -y en específico las artes del movimiento, como aquello que les compete- se conforman como las únicas representaciones que alcanzan a transmitir el mundo humano, todo aquello gestado por nuestras sociedades: tradición, sociedad, cultura…, de un modo que ninguna otra de las competencias cognitivas consigue.