Carlos Goñi lleva más de treinta años en esto de la música al frente de Revólver. Y con el objetivo de reencontrarse con su público y volver a sentir la emoción del directo, el músico madrileño vuelve a echarse a la carretera con una gira llamada Apolo Tour en formato trío. Se trata, de alguna manera, de una serie de fechas para celebrar esas tres décadas de historia de la banda, que había preparado una gira conmemorativa hasta verano de 2020 que tuvo que aplazarse y reinventarse para adaptarse a la nueva situación. Ahora, por fin, Goñi y los suyos llegan a Molina de Segura para repasar toda una vida artística. Por supuesto que en el set list estarán los clásicos de siempre, pero también habrá canciones menos habituales –que tienen un lugar muy importante– y un buen número de sorpresas. En palabras de Carlos: «Cada concierto será único e inolvidable, un encuentro mágico entre el público y el artista en un clima de celebración único».

¿Cómo estás, Carlos?

Estoy vivo, que con lo que está cayendo ya es motivo para la celebración.

El 2020 fue un año complicado para todos. Supongo que también para ti.

Claro que sí. Y 2021 no sabría yo decir si ha empezado mejor... Pero poco a poco se va viendo la luz. Aunque en algunos casos nos han cancelado conciertos estando ya en la puerta del teatro metiendo el equipo...

¿Recientemente?

Eso me pasó en enero, cuando toda la movida esta de Filomena.

No nos ha faltado de nada...

Joer, macho. Me tuve que comer desde aquí hasta Badajoz cayendo la mundial, y, al llegar, ir a probar sonido como a las cuatro de la tarde. Pero conforme llegamos nos dijeron que no se permitía la entrada al teatro porque el concierto estaba cancelado. Y de esas me he comido varias. Aquí en Madrid, por ejemplo, nos aplazaron uno con ni 24 horas de antelación. Es una pena, porque al final todos pagamos el pato, pero el público acaba mareadísimo y ya no se atreve a sacar la entrada anticipada porque no sabe lo que va a pasar. Poco a poco iremos saliendo de esto, digo yo.

Tú, de hecho, parece que le hubieras querido dar un toque de optimismo a la gira con este rebautizo de Apolo, por ser un dios relacionado con la música y la cultura.

Y con las pandemias y todas estas cosas también. Lo cierto es que yo soy optimista por naturaleza. Siempre. Pueden estar cayendo chuzos de punta, que siempre acabo pensando que vendrán momentos mejores. Y luego, no sé si es optimismo, pero, por mal que estén las cosas, siempre tiendo a pensar que la cosa podría estar peor... Así que procuro disfrutar cada momento, por duro que sea. Como decía mi abuela, con estos mimbres hago este cesto.

¿Qué papel jugó para ti la música durante el confinamiento? ¿Ha servido de ayuda?

Si te soy sincero, no. Bueno, sí, pero porque me metí muy a fondo en una asignatura pendiente que tenía con la música clásica. Pero durante aquellos días procuré dedicarme a otra cosa; no me puse a componer como un loco como otros compañeros de profesión. Yo no quería. Tenía una guerra importante conmigo mismo desde hacía más de 30 años, y decidí que ya estaba bien eso de ganar alguna batalla y acabar perdiendo la guerra; me decidí a ganar la guerra, y utilicé todo este tiempo para ponerme en orden yo con mis cosas. Perdí 35 kilos, empecé a hacer deporte de nuevo –que es algo que me apasiona desde siempre, pero que había abandonado–, y gané una guerra que psicológicamente me llevaba afectando durante mucho tiempo. A eso me he dedicado, básicamente, y no ha sido moco de pavo, la verdad. Evidentemente tocas todos los días, y oía música durante un millón de horas al día, pero no para rentabilizarlo..., o sí, pero emocionalmente, más que de otra forma.

Cumples 30 años como Revólver. Supongo que debes sentirte como un superviviente, sobre todo por cómo están las cosas y cómo han ido cambiando.

Como dicen muchos entrenadores de fútbol, a mí me preocupa mucho más mi partido que lo que haga el contrario. Siempre entendí que aquí hay que intentar ganar la liga todos los años. Eso es en lo que he estado todo este tiempo. Ocupándome de escribir, de aprender a tocar mejor, a cantar mejor... La suerte que he tenido es que de la persona que empezó con esto no queda absolutamente nada, excepto la pasión desmedida, y el respeto demencial por el público que viene cada noche. Yo creo que eso tiene mucho que ver con que el proyecto de Revólver siga gozando de excelente salud. He ido cambiando de compañía, de management..., un montón de cosas para al final intentar tener el máximo control sobre lo que sucede con mi vida profesional. Es cierto que en estos 30 años hay mucha gente que se ha quedado por el camino o que se lo plantea de otra manera, pero yo lo único que he hecho ha sido trabajar como un burro y hacer un montón de conciertos, que es lo que me gusta. Nunca he entendido eso de hacer una gira para promocionar un disco..., ¡qué va!, yo soy de la generación de : «Saquemos un disco para hacer más conciertos». Y así ha sido. Me siento orgulloso porque ni en el mejor de mis sueños me podía imaginar estar tanto tiempo encima del escenario, y con buena salud, tanto profesional como física.

Desde luego, sigues realizando giras con éxito de público y tus discos tienen buenas escuchas en las plataformas digitales, pero parece que la industria se ha olvidado un poco del rock...

Es que el rock en este país no ha tenido una atención desmedida nunca (excepto en momentos puntuales). M-Clan es una banda de rock monumental, y cuando ha funcionado en radios ha sido con Carolina, que es un tema de medio tiempo; y con Revólver ocurre tres cuartos de lo mismo. Pero es lo normal, ¿eh? Mira Scorpions [Risas].

Eso parece que no ha cambiado.

No, no ha cambiado. Además, en España tenemos una corriente musical que yo llamo «el flamenquito de salón» que es una especie de cheque en blanco al portador; entra hasta el tuétano, sin barreras.

A lo largo de tu discografía has explorado otros sonidos, incluso con instrumentación celta o árabe. ¿Te gusta mantener la puerta abierta a la experimentación?

Lo cierto es que soy muy curioso; me interesa todo. Llevo toda la vida diciendo que no me gustan las fronteras y abogando por la multiculturalidad, como para ponerle puertas al tipo de música que voy a hacer... A lo mejor mucha gente ha podido sentir que he sido un poco errático cuando he ido variando tanto de estilos, pero es que, si no lo hiciera, me aburriría mortalmente. Sería como decir: «Solamente voy a leer a escritores españoles»; pues chico, te vas a perder un montón de cosas...

Muchas de tus canciones incluyen una crítica social. ¿Qué es lo que te preocupa ahora contar en ellas?

Pues mira: recientemente me he ido a vivir a un sitio prácticamente en mitad de la montaña, a un pueblecito de 120 habitantes en la sierra norte de Madrid, y ahora mismo estoy obsesionado con cómo escribir sobre aquello, y no es fácil. Me intriga muchísimo, porque todavía no he sabido cómo contar lo que veo, lo que siento estando en un sitio así, y me parece francamente bonito y todo un reto. También es cierto que, con el tema del covid, he escrito muy pocas letras: no quería que el bicho este se inmiscuyera en mis canciones. Lo decidí con toda la intención. No quería. Si lo llego a hacer, igual me hubiera salido poner verde a los políticos, y no me apetecía tampoco... De la misma manera, abandoné las redes sociales: no tengo nada nuevo que aportar a lo que hay, no tengo soluciones, así que fuera. ¿Qué iba a hacer? ¿Volcar más mala leche? Creo que ya es suficiente... Decidí desaparecer de todo: Instagram, Facebook, Twitter... Además, tenía un montón de amigos que de repente se habían destapado como unos auténticos talibanes. No. No quería contaminarme de toda esa historia, y estoy francamente satisfecho. Todo hemos tenido motivos para ‘vomitar’ lo que nos hubiese dado la gana sobre las maneras de unos y otros, pero yo estoy orgullosísimo –con lo que me cuesta morderme la lengua– de no haber puesto un solo comentario respecto a la clase política de este país.

Dar un concierto estos días se ha convertido en un acto de resistencia. ¿Qué significa para ti reunirte con el público en tiempos de tantas restricciones? ¿Qué se va a encontrar el público de Molina?

Creo que es el último concierto que me queda por hacer yo solo, sin banda. Y es una pena porque los disfruto muchísimo. Cierto es que yo no me he tenido que ‘reinventar’ para esto porque es algo que llevo haciendo toda la vida: hacer gira con la banda y llegar octubre, por ejemplo, y embarcarme en un tour yo solo con la guitarra en teatros. Ya no es que me fascine, es que lo necesito para que la balanza esté equilibrada. La única historia es que me fastidia muchísimo perderme este superpoder que tenemos todos de sacar una sonrisa... No me extraña que haya mala leche, si no nos podemos ver la cara, joder. Me fastidia mucho no ver el rostro de la gente, pero están ahí y les siento y les escucho. Tú lo has definido muy bien antes: los conciertos son actos de resistencia, tanto para ellos como para nosotros, porque ellos observan las medidas de seguridad, y son extremas. El público, de entrada, por más que yo se lo cuente, no sabe lo que se va a encontrar hasta que llega al teatro, pero efectivamente se da cuenta de que estos espectáculos son seguros: hay muchísima tranquilidad, no hay atropellos..., se está haciendo todo muy bien. Y en mi caso, siempre me he planteado cada concierto de mi vida –todos– como si fuese el primero o el último, y eso lo sigo haciendo igual. Cada concierto es una celebración aunque haga veinte en un mes. El día que deje de serlo, te podría decir lo que dicen todos los músicos: «Me voy a casa». Ya, ya…, suena a tópico porque los músicos sabemos hacer lo que sabemos hacer, pero desde luego sería duro. Me costaría muchísimo trabajo subirme a un escenario si no me apetece tocar.

¿Cuándo? Mañana, 19.00 horas

¿Dónde? Teatro Villa, Molina de Segura

¿Precio? 30 Euros