Entrevista

"El ‘viaje’ está completamente ligado a lo que es Muerdo, en el concepto y en la música"

El molinense Pask Cantero presenta este viernes su nuevo disco, ‘La sangre del mundo’, un disco grabado en plena cuarentena argentina y rematado de manera remota desde España

Muerdo

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La sangre del mundo, el quinto disco de Muerdo, precedido por cuatro adelantos, verá la luz la próxima semana, el viernes 5 de marzo. Se gestó en la cuarentena argentina, donde el molinense Pask Cantero, artífice del proyecto, vivió una situación extraordinaria cuando le sorprendió la pandemia en plena grabación. Así que aprovechó para poner todas las energías en la producción, con Diego Pérez (Tonolec, Nación Ekeko) y el ingeniero de sonido ganador del Grammy Latino Matías Cella. El trabajo, que comenzó al otro lado del Atlántico, continuó luego de manera remota en España, lo que supuso un gran desafío a nivel técnico que le imprime un tinte novedoso y hasta heroico: una especie de viaje a través de la música entre el sur de Europa y el sur de América, con canciones de ida y vuelta entre el folclore y las músicas actuales, cuyo contenido poético y social –sobre sonidos latinos y mediterráneos– lo aliñan colaboraciones de Lido Pimienta, Perotá Chingó, Chancha Vía Circuito y Niño de Elche.

El viaje arranca, como tantos otros, con el despegue de un avión, y se van fundiendo las cuerdas en reverse del violinista Javi Casalla (Bajo Fondo Tango Club) «de Madrid al cielo, y del cielo al Sur del Sur», mientras las canciones echan a volar como inspiradas por los versos de la Canción con todos, que popularizó Mercedes Sosa hace cincuenta años («salgo a caminar por la cintura cósmica del sur»), transformándola en un himno de pertenencia y liberación, de resistencia esperanzada en un mundo distópico con desigualdades groseras, y que terminó por inyectarle toda la piel de América en su piel. La sangre del mundo incluye también una lectura propia de Yo pisaré las calles nuevamente, de Pablo Milanés, que Cantero ha remusicalizado hacia el candombe electrónico. En definitiva, Muerdo acaba de definir un sonido propio e inconfundible. Tras el frío invierno, la primavera siempre vuelve a florecer.

A punto de salir publicado La sangre del mundo, ¿cuál es tu deseo para el nuevo disco?

No defraudar a quienes ya me siguen; eso es lo principal que uno espera cuando saca nuevo material. Que sea entendida nuestra evolución sonora y discursiva. Y, por supuesto, nos gustaría también llegar a nuevo público con este álbum, y a nuevos países y ciudades en los que Muerdo aún no suena.

El disco se gestó en la cuarentena argentina. ¿Qué impronta le ha podido dar esto?

Creo que le ha dado profundidad, ya que este tiempo ha sido muy propicio para la introspección. Y también hemos podido abordar la producción con una calma y un mimo poco habitual, lo cual se ha traducido en unas canciones muy cuidadas. El hecho de haberlo grabado en Argentina y bajo la producción de Diego Pérez también ha sido decisivo; de ahí que nos hayamos aproximado a diferentes géneros folclóricos de la región.

El 2020 ha sido un año bastante complicado..., pero quizá en tu caso ha sido un poco más llevadero por estar completamente volcado en este disco. ¿Hubo algún momento en el que estuvieras a punto de tirar la toalla y retirarte a esperar que todo pasara?

Todo lo contrario. Supe ver en la pandemia una oportunidad para centrarme de lleno en el proceso creativo. Estaba en Argentina, ‘atrapado’, y, sin duda, componer, producir e investigar en las músicas era lo mejor que podía hacer.

¿Puede que ‘el viaje’ haya sido un factor determinante en este álbum? ¿En qué medida ha nutrido tus canciones y tu manera de ver la música?

Creo que el viaje, en todo su concepto, está completamente ligado a lo que es Muerdo, en el concepto y en la música. Aunque en este disco se hace más patente que nunca, ya que el álbum es un viaje en sí mismo; un viaje a través del cual se visitan sonoridades de distintos lugares de América Latina a través del acercamiento a su folclore. El folclore es el latido de los pueblos, y a través de él podemos acercarnos a sociedades distantes en lo geográfico o en lo cultural.

¿Ha sido un álbum diferente tanto en concepto como en la grabación?

Sin lugar a dudas. El proceso ha sido distinto a mis anteriores álbumes desde el minuto cero. En ese sentido también hemos estado muy condicionados por la pandemia, y hemos tenido que trabajar mucho de forma remota con los músicos. A nivel sonoro también hay grandes diferencias con mis anteriores discos, ya que hemos incorporado elementos con los que nunca habíamos trabajado. Y a nivel conceptual creo que es un disco más trabajado.

¿Sentías la necesidad de innovar con este disco, de dar un golpe de timón y desembarazarte del ‘lastre’ de cantautor?

Sentía la necesidad de hacer algo más actual, pero no como un golpe de timón, sino como una evolución natural. En mis anteriores trabajos sentía una disonancia entre mi música y la música que por generación escucho y me ha influido durante toda mi vida. Sentía que estaba haciendo una música más antigua de lo que soy. Aunque nunca he renegado de la etiqueta de cantautor, es cierto que en cada álbum he ido trascendiendo ese género incorporando muchos elementos de otras músicas, tendiendo más hacia la música étnica o la world music.

¿Te planteaste hacer un disco más actual utilizando elementos más electrónicos?

Más actual y con más punch, menos blandito que los anteriores. Y creo que lo hemos conseguido a través de todos estos elementos: sintetizadores, samplers, programaciones...

Un viaje de ida y vuelta entre el sur de Europa y el sur de América, en el que han participado multitud de artistas de uno y el otro lado. Folclore con instrumentos orgánicos y naturales. ¿Cómo se concilia todo esto?

Tratando de tender hacia el equilibrio, y en ese sentido Diego [Pérez, el productor] ha jugado un papel fundamental para que existiese esa armonía entre lo orgánico y lo electrónico, y también para incursionar las colaboraciones vocales, de manera que en ningún caso supusiera un disrupción, sino todo lo contrario.

Pese a haberse gestado durante la pandemia, el álbum no hace alusión directa al tema. ¿Te ha hecho reflexionar la plaga?

Creo que como a todos. He tenido tiempo, espacio y una coyuntura propicia para la reflexión, para poner en orden ideas y acontecimientos del pasado, para repensarme o incluso replantear mis círculos sociales. No creo que todo lo que ha traído la plaga sea malo...

Aguacero ha sido el cuarto adelanto del disco. ¿De qué trata? 

Aguacero nos hacemirarnos en el espejo de la naturaleza y darnos cuenta de que estamos regidos por las mismas leyes naturales que un árbol, una planta o un animal. Transitamos los mismos ciclos, de manera que nada permanece y todo muta. 

En el vídeo de Aguacero, obra de La Barbería Films, no solo se pueden ver referencias a México (Frida Kahlo, máscaras de lucha, catrinas), las plantas también son protagonistas. ¿Qué simbolizan?

La vida misma y, como te comentaba, un espejo en el que mirarnos. En ese devenir cíclico que nos rige, también nosotros florecemos, y después se nos caen los pétalos y las hojas, y volvemos a florecer con el sol y el agua adecuados. De eso se trata.

Flores entre el acero (2011), Tocando Tierra (2013), Viento Sur (2016), La mano en el fuego (2018). Diez años. El fin de la primera vida (duetos), que hizo de bisagra. Con el nuevo título, La sangre del mundo, hay una evolución. ¿Supone una ruptura con los elementos naturales que venías trabajando en los títulos de tus últimos cuatro discos?

Al contrario. ¿Qué es la sangre del mundo sino el agua que recorre los ríos insuflando vida por donde pasa? Este es un disco muy acuático. El agua está presente en temas como Aguacero y, en gran medida, en la portada del álbum.

¿Ha variado la forma de componer respecto de otros discos? En algunas canciones has partido de textos de José Martí y de Martín Fierro...

Sí, hay temas construidos a partir de textos propios y ajenos, como el texto de Milanés o los de José Martí y el Martín Fierro. También hay temas compuestos a partir de loops, cuando tradicionalmente siempre componía con mi guitarra. Me he dado cuenta de que aquella manera de componer me acababa limitando.

Lo primero que escuchas en este disco es el sonido de un avión despegando, desde Madrid a Latinoamérica. Y arranca con un tema en el que participa el Niño de Elche y tiene una mezcla de sonoridad andina y mediterránea con dejes flamencos. ¿Qué te proponías colocándola ahí?

Contextualizar la obra dentro de ese viaje entre Europa y América Latina.

Además de sobre este viaje, se habla de cuestionamientos internos, que tienen que ver con la sociedad. ¿Tus nuevas canciones reflejan ahora qué es Muerdo?

Sin duda reflejan lo que Muerdo es ahora. Yo creo que todos como seres humanos estamos en constante mutación, y eso en mi caso se traduce en lo musical. No me preocupa particularmente parecer coherente si eso me limita a seguir una única línea de pensamiento o evolución.

¿Cómo fue lo de elegir la versión de Pablo Milanés? ¿Querías llevarla a este nuevo contexto? ¿La conoce? ¿Qué opina?

La ha escuchado y parece que le gustó, o al menos eso dijo. Debe ser curioso escuchar tu canción remusicalizada 40 años después..., y en un contexto tan particular. Queríamos actualizarla a nivel sonoro, por lo cual la llevamos hacia otro género bien distinto al original, el candombe, y por supuesto queríamos traerla a la actualidad, al proceso social que vive Chile actualmente.

Tienes varios invitados en La sangre del mundo. ¿Cómo los elegiste?

Todos son amigos, y todos están ahí porque la canción pedía a gritos sus maravillosas voces. No me gusta meter colaboraciones solo por un tema de marketing o estrategia. Con sus maravillosos instrumentos vocales y con sus energías enriquecen la canción; eso es lo importante.

¿Qué géneros, ritmos y estilos nuevos has traído en La sangre del mundo?

Candombe, baguala, cumbia, bachata, son jarocho... Estos son algunos de los géneros a los que nos hemos acercado en este disco por primera vez. Y también hemos revisitado otros, como el reggae.

¿Se parecen el sur europeo y el americano?

El sur tiene algo especial: la apertura, la calidez, la alegría; todo eso son nexos en común más allá de las particularidades.

Si lo crees parece la canción mas atípica del disco. Hablas de tu infancia, de tu adolescencia en un pueblo de Murcia desde donde soñabas con viajar por el mundo. ¿Los sueños se cumplen?

Así es. Es una canción distinta y muy personal. Trata de dar ese mensaje a los jóvenes que empiezan precisamente en tiempos tan complicados. Los sueños se cumplen, doy fe.

Avanza es el tema más experimental del disco, claramente ya adentrado sin prejuicios en el universo electrónico. ¿Es una arenga a la rebelión? ¿Contra qué se rebela Muerdo? ¿Te preocupa la extensión del pensamiento único?

También es el tema que avanza hacia donde nos gustaría encaminarnos a nivel sonoro en próximos trabajos. Más que rebelarme, que también, me considero sensible ante lo que considero injusto: el abuso de poder, la homogeneidad, la manipulación, el desprestigio de la diferencia... Me gusta la diversidad, creo firmemente que podemos convivir en ella.

Con este nuevo sonido tan electro, ¿cómo te imaginas los nuevos directos?

Con sintetizadores, visuales, baterías programadas y también con instrumentos reales, por supuesto. En abril empezamos a hacer algunos shows ya en este formato. Creo que va a ser divertido y estimulante.

¿Tras el frío invierno, la primavera siempre vuelve a florecer?

Como decía Kalih Gibran, «detrás de cada frío invierno hay una primavera palpitante».