La más reciente entrega de Los Marañones es La máquina del tiempo (Perdición, 2020), que hace la número trece de su discografía, y toma el título prestado de la obra de H. G. Wells, o casi mejor de la película de George Pal, según confiesan ellos mismos. Les gusta llevar la ciencia ficción a lo cotidiano de sus 'historias-canciones', ajenas a las modas, envueltas en psicodelia, space rock, costa oeste, R&B, beat y Beatles, muchos Beatles.

Su último álbum de estudio hasta ahora era A contratiempo (Perdición, 2015), una historia sobre los vaivenes de la vida contada a ritmo de twist y rock and roll y que evidencia, en consonancia con este nuevo trabajo, que el tiempo y la vida son temas recurrentes en la trayectoria de los murcianos, que se articula sobre convicciones insobornables (ahí están títulos como Matando el tiempo o Shangri-La). Imposible no teletransportarse con sus canciones de viajes, no sucumbir a su encanto intemporal. Con inefable señorío, demuestran la pervivencia de un repertorio que gana con el tiempo, como los buenos vinos.

Los Marañones son como son, grandes dentro y fuera del escenario; realistas a veces, ingenuos otras; soñadores, como el nómada que te llevará adonde quieres llegar, hasta el fin del mundo si es preciso, escapando de las sombras en una alfombra. Nos hacen vibrar con sus canciones, incluso en tiempos difíciles como estos. Miguel Bañón y Román García, desde sus respectivos confinamientos, nos cuentan las claves de La máquina del tiempo.

¿Cómo lleváis el confinamiento? ¿Cómo estáis matando el tiempo?

M. B.: Me paso casi todo el día en el estudio, tocando, produciendo, mezclando, cocinando o, simplemente, haciendo el vago.

R. G.: Con paciencia y cuidadín. Aprovechando para hacer cosas pendientes y todo eso.

¿El tiempo siempre ha sido un tema recurrente para Los Marañones? ¿Qué os atrae tanto de él? ¿Se trata de una postura existencial?

M. B.: Nos sorprendemos a nosotros mismos cuando reunimos una serie de canciones para hacer un disco y nos damos cuenta, a posteriori, de que hay un nexo, un tema recurrente que las hila. Probablemente son cosas que nos atañen de manera inconsciente; ya sabes, la fugacidad, la relatividad, los recuerdos, los anhelos, la atemporalidad...

R. G.: Es un tema que siempre es interesante. Nos movemos por él en una sola dirección, y eso es intrigante. Tuvimos nuestras dudas sobre si llamar así al disco o no, por si nos estábamos poniendo un poco pesados con el tema, pero es que no se nos ocurría un nombre mejor...

¿Y por qué La máquina del tiempo ? ¿Habéis tomado el titulo prestado de H. G. Wells?

R. G.: El título viene de la canción, y ahí habría que preguntarle a los letristas... Pero, claro, a todos nos viene H. G. Wells a la cabeza cuando hablamos de la máquina del tiempo, pero todavía más la película de George Pal, que a muchos nos impactó.

M. B.: Es inevitable que se asocie, aunque creo que es una vuelta de tuerca. A nosotros nos gusta llevar la ciencia ficción a lo cotidiano e introspectivo.

¿Podéis contarnos qué es eso del 'ritmo Marañones', ese que da la punta del pie de Miguel Bañón en cada compás?

R. G.: Pues a nosotros es que nos sale solo. No sé si sabemos explicarlo. O bueno, se puede tomar así de literal: marcamos el ritmo con el pie al tocar.

M. B.: Mientras conserve el pie... Es difícil expresar la esencia del ritmo de Los Marañones, es el resultado de combinar infinidad de cosas que llevamos a nuestro terreno para expresar lo que queremos. Una vez dijo un batería que teníamos mucho de swing, y es que nos importa el feeling como medio de mover las almas.

Trece discos, trece canciones. ¿No sois nada supersticiosos o todo lo contrario?

R. G.: Pues no hay nada ni de lo uno ni de lo otro. Tenemos varios discos con ese número de canciones, pero es por casualidad. Preparamos unas cuantas canciones para cada disco, grabamos una selección, y de ellas publicamos las que nos parece que quedan bien juntas. A veces son todas, a veces dejamos alguna fuera. Y al final en general nos salen discos de trece a quince canciones, más o menos. No es planeado.

M. B.: Supongo que queremos sacar el máximo de material posible en cada uno de los discos, y el límite lo impone la capacidad de datos que cabe en un CD, así que eso también condiciona el número de canciones que comenta Román.

' El nómada' -que da nombre a la canción que abre- es un poco el gurú, el chamán, el que te lleva de viaje; no sé si será por esos cantos, que suenan chamánicos, con los que empieza el tema (y el disco), pero a mí este corte me sugiere más a On the road de Kerouac, incluso a The Doors. ¿Tal es la capacidad de teletransportación de este disco?

R. G.: Todos los viajes son el mismo, ¿no? Siempre nos ha gustado hablar de otros sitios y otros mundos, y a veces se necesita a alguien que te guíe por el camino...

M. B.: Me parece interesante la figura del nómada, sin casa ni patria, sin ataduras. Lo que suena en la intro son cánticos de un nómada del desierto, por cierto. La teletransportación con la imaginación es una constante en nuestra obra, ya sea en el espacio o en el tiempo. En este sentido, no hay límites. Todo en el disco (composiciones, arreglos, producción, sonido), hasta los silencios, está pensado para evocar sensaciones, sentimientos, situaciones más o menos cotidianas o, por el contrario, fuera de lo común.

¿Qué sonido buscabais? Hay algo de space rock, ¿no?

R. G.: Algo de eso hay. Buscábamos acercarnos a las sensaciones que nos producían aquellos primeros discos de la psicodelia y todo lo que trajo después, pero sin intentar buscar un sonido antiguo ni nada parecido.

M. B.: En el disco anterior nos remitimos a nuestras influencias más arraigadas en el 'pop pimpolludo' de los años sesenta, y simplemente pensamos en hacer el siguiente más en la onda psicodélica que también nos ha caracterizado desde nuestros comienzos, pero siempre sin exagerar. De hecho, no solo hay psicodelia, y tampoco hay un patrón fijo entre canciones; cada una respira por sí misma. Sí, La maquina del tiempo es un disco eminentemente psicodélico, y esa era nuestra intención. A pesar de eso, hemos conjugado distintos géneros musicales, ambientes, atmósferas que hacen de cada canción una parte singular y necesaria en el todo, para conseguir que el disco suene como una pieza única.

Recuerdo que fuisteis el primer grupo español en actuar online . ¿Vais a hacer una presentación en streaming o algo similar?

R. G.: De momento, teníamos el disco terminado y no queríamos esconderlo en casa, así que ahí está. Todavía es pronto para hablar de presentaciones. Ya iremos anunciando cosas.

¿Las letras han sufrido algún tipo de modificación o están en la línea habitual de Los Marañones? Por cierto, Campoy se ha apuntado a hacer una letra para vosotros ( La llave ). ¿Le habéis tenido que persuadir de alguna manera?

R. G.: Una letra, y una música, que es toda suya. Carlos es un gran hacedor de canciones, como ya ha demostrado con Ferroblues y con Grrr! Al final se ha decidido a meter una canción en el repertorio de Los Marañones.

M. B.: Con su habitual discreción, Carlos nos dijo que tenía una canción que «podía» pegar en el disco. Cuando nos la puso nos encantó, letra y música. Y tiene mucho que ver con el resto en ambos sentidos. Además, le aporta un matiz 'costa oeste' que también está presente en otras canciones, de tal forma que en el disco hay influencias de aquella música que tanto nos gusta, a uno y otro lado del charco.

¿Quién o quiénes se han encargado de la composición esta vez?

R. G.: Como siempre, la música de todas las canciones es de Miguel o de Ricardo Perpén. Con la excepción de la de Carlos, claro. Las letras también están hechas por los sospechosos habituales: Miguel, Ricardo, Pedro Jiménez y yo, Román. Excepto la de Carlos, una vez más.

¿Diríais que hay una idea común que subyace a todas las letras del álbum?

R. G.: A la hora de hacer una selección de canciones para incluir en el álbum, buscábamos las que pudieran funcionar bien juntas, y si alguna nos gustaba para el disco, pero fallaba la letra, la cambiábamos pensando en el tema general que ya veíamos que se estaba formando. Quiero decir que, más que haya un tema premeditado, se va creando al juntar canciones.

Habéis creado una marca distintiva Los Marañones. ¿En qué se basa?

M. B.: Es lo que somos, y creo que hay un imaginario lírico-musical bastante definido desde nuestros inicios. Es bastante difícil de enmarcar, porque creo que es personal, y no se basa en unas influencias concretas tanto como en nosotros mismos.

¿Y el rock sigue teniendo un carácter transgresor, o lo ha perdido?

M. B.: Yo creo que sí, la transgresión es inherente al rock. Hay muchas maneras de transgredir; pero la mayoría pasan por no hacer lo que esperan que hagas.

¿ El hecho de que varios de los integrantes tengáis proyectos paralelos ayuda a esa estabilidad -que en vuestro caso pasa de las tres décadas- y al buen momento que parece vivir la banda?

R. G.: Desde luego, cuanto más tocas y con más gente, más aprendes, y eso siempre se traduce en nuevas ideas y frescura.

M. B.: Como comenta Román, tocar con diferentes formaciones y estilos siempre enriquece, sobre todo si eres capaz de incorporar todo eso a tu propia inquietud creativa.

La vida pasa, y Los Marañones siguen ahí desde hace treinta años. ¿Ha cambiado mucho vuestra música en estas tres décadas?

R. G.: En el fondo, no. Siguen siendo buenas canciones y rock and roll.

¿Pensáis que las canciones de Los Marañones resisten bien el paso del tiempo?

R. G.: Eso esperamos. No son canciones pensadas para una época en concreto, ni basadas en ninguna moda del momento. El objetivo es que se puedan escuchar siempre.

M. B.: Nuestra vieja manía de rehuir de la uniformidad y las modas nos ha concedido siempre un carácter atemporal. No es una pose, viene solo. Quizás le damos mucha importancia al contenido.

No tienes corazón finaliza con una Marchin' Band a lo Nueva Orleans. ¿Por qué ese remate?

M. B.: Quise que hubiera fragmentos sonoros enlazando las canciones, algo que ya habíamos hecho en El mundo al revés. Me parece que acentúa el concepto de disco total frente a las canciones por separado. ¿Volvemos a ser contrarios a la tendencia de estos días? No lo sé, ni me importa, es algo que nos gusta. En algunos casos estos pedazos sonoros tienen que ver con las canciones; en otros simplemente contrastan musicalmente o evocan sentimientos o parajes, como es el caso que comentas entre No tienes corazón y Bailando en la oscuridad.

Hay quien dice que se ha acabado la era del rock. ¿Qué decís Los Marañones?

R. G.: No sabía nada.

M. B.: Debe ser por el confinamiento. Yo tampoco me he enterao.