A Antonio Linaza le hemos visto crecer rápidamente desde la primera vez que actuó en el Festival de Jazz San Javier, y en poco tiempo se ha convertido en uno de los grandes del flamenco jazz español. El saxofonista, cantaor y compositor gaditano pasea ahora su arte por el mundo y presenta Oriente, tercer disco de su carrera, que centró el programa, al frente de un sexteto (como el de Paco de Lucía con Jorge Pardo y Carles Benavent) de brillantes músicos, con dos invitados especiales: el trompetista bosnio afincado en España Miron Rafajlovic y la cantante gaditana María La Mónica. También el maestro de la guitarra flamenca Adriano Lozano se incorporó como sorpresa a este espectáculo vibrante y lleno de intensidad, que viaja desde lo profundo a lo festivo, de la meditación al baile y de Cádiz a Nueva York, con algo de la actitud hippie de los 70 y del rock sinfónico de Triana o el flamenco de Lole y Manuel, donde los ritmos son cercanos a los que usa el flamenco, rítmicamente muy rico. El jazz es más fuerte en la armonía. Las dos partes se nutren mutuamente.

Lizana ha trazado un puente entre el jazz y el flamenco. Nunca se oyó cantar a un saxofonista ni tocar el saxo a un cantaor. Él es ambas cosas a un tiempo y lo hace con una gracia y coherencia muy particular, pero no solo es eso, además es un compositor exquisito, con una personalidad arrolladora. Lo mismo se echaba unas letrillas por Camarón que se arrancaba con melodías jazzeras con su saxo. El auditorio tocando palmas fue la perfecta constatación de que la semilla ha dado frutos. Precisamente Lizana abrió su concierto con La semilla: "Si la semilla supiera que será árbol", cantaba en esta letrilla, descalzo como siempre, tocando el saxo y presentando a los miembros de la banda, entre los que se encuentra el bajista bullense Jesús Caparrós -que extrae a su bajo fender acordes disonantes buceando entre sonoridades tradicionales propias y reminiscencias árabes- o Mawi de Cádiz. El compás lo marcan las teclas de Daniel García Diego. Lizana y Daniel son los maestros de este ritual chamánico con un diálogo entre saxo y piano sobrevolando las brillantes síncopas del bajo, con el batería iraní golpeando secamente a contratiempo, mientras suenan las palmas de María La Mónica y Mawi, que mostró su arte con todo el cuerpo: sus taconeos como bailaor dejaron extasiado al público. Entre las improvisaciones, rápidas ráfagas de bop, saltos melódicos y citas de música árabe.

El segundo tema fue Fronteras, quejío en favor de los refugiados, que suena en el registro más agudo de un solo de saxo soprano de Lizana ("Fronteras pintadas al azar, el tiempo las volverá a borrar"). La interpretación de melodías y, sobre todo, de ritmos que fusionan palos del flamenco, jazz y música árabe es muy compleja, pero en la batería de Shayan Fathi no lo parece, porque suenan como si fueran un todo.

Antonio Lizana es un gran saxofonista y también un gran cantaor que pasa de un estilo a otro con pasmosa facilidad. En Nos quisimos así recordó a Camarón con una interpretación desgarradora. Invitó al bosnio Miron Rafajlovic, uno de los trompetistas más destacados en la actualidad, con el que interactuó el resto del concierto entre solos reminiscentes de Weather Report. Mi estrella empezó con una introducción sinuosa del piano casi en una sola nota ("No pararé hasta encontrar eso que anuncia mi estrella"). El guitarrista flamenco salió en Déjate sentir, y ya no abandonó el escenario. Este tema lo empezaron tocando las palmas, rasgueando la guitarra -que sacaba la sonoridad de un cajón- y cantando a capela.

A su madre, que estaba entre el público, Antonio le dedicó unas alegrías de Cádiz (Alegría Mari), y se marcharon bailando con la marea para volver a salir en un bis con ganas de jaleo. María La Mónica cantó maravillosamente unas letrillas de Volando voy, despidiéndose con unas bulerías de Cái, como está mandao. "Estáis aquí por un motivo cósmico. Antes de que nacierais estaba escrito que estaríais aquí esta noche. No es por casualidad". El público les despidió en pie agradecido y cantando "volar, volar, volar quieren los sueños en la madrugá".

No es fácil tocar el saxo y al tiempo cantar por bulerías o alegrías. Sin embargo Lizana lo hace con mucho talento y emoción. El eclecticismo de este gaditano, saxofonista y cantaor camaronero aúna los palos más clásicos del flamenco, el jazz y la música contemporánea. Bulerías, tangos fusionados, alegrías... La sensibilidad no tiene límites, y vuela más allá de los estilos.

Funk de la Gran Manzana

Reconocidos por su mezcla de jazz, r&b, hip-hop y pop, Kennedy Administration han podido llevar su propuesta a diversos festivales en el mundo. Destacan por su impecable ejecución, y por la contundente interpretación de su cantante y líder, Miss Kennedy, una de las mejores en el circuito neoyorquino.

Kennedy llegó a Nueva York desde Chicago con la idea de forjar algo nuevo, y con una voz que presentaba semejanzas e influencias significativas -Ella Fitzgerald, Sade, Anita Baker, Luther Vandross-. Mezcla diversión y actitud seductora con una personalidad vocal y escénica desbordante, al frente de una banda formada por músicos muy solventes, entre los que destaca el checo Ondre J Pivec, un teclista que ha trabajado junto Gregory Porter. También el baterista Nathaniel Townsley , colaborador de Stevie Wonder y miembro estable, durante muchos años, de la banda de Aejandro Sanz. Dan Muniz, guitarra, ha tocado con artistas de renombre como Nona Hendryx o Valerie Simpson. El cuarto miembro era el bajista Jay White, con una pulsación muy funk.

Con la Kennedy Administration es difícil mantenerse impasible ante la alegría y el poderío de su cantante. Su pasión es contagiosa. Su jazz moderno y sensorial de elementos diversos juiciosamente aplicados tiene un impacto de gran modernidad y arrolladora energía positiva.

Avalados por Stevie Wonder, Gregory Porter, Lauryn Hill..., han ido forjando su sonido e irresistible presencia escénica durante sus años de residencia en el club Groove de Nueva York. Empezaron con un tema contundente, It's over now, sobre una base funk, para seguir con Will it go round in circles -bastante alejada del original, pero mantiene el gospel-, que tomaron prestado de Billy Preston, el quinto Beatle, y con la que invitaron a cantar al público (las versiones que hacen de clásicos del soul dan idea de la autoestima de la banda). A todas las "beautiful ladies" dedicaron Don't forget to smile, un tema de ambiente latino que evoca a Stevie Wonder. Una voluminosa Miss Kennedy, que se movía sobre unos enormes tacones blancos, sacó de su bolsillo un móvil con la linterna encendida e instó al personal a que hiciera lo mismo, consiguiendo un notable efecto durante esta bonita y pegadiza melodía jazzy facturada con convicción.

Las primeras notas delataron a Killing me softly -popularizada por Roberta Flack-, apoyada solamente en el órgano, que enganchó definitivamente al personal. La melancólica Mamma's kisses, que se perdió un poco entre espirales cósmicas, y la tonificante Victory song pusieron rumbo hacia Let's party, con una atmósfera de principios de los 80. Para bailongos: el título lo dice todo. El bis fue una versión de Human nature de Michael Jackson que dejó un sentimiento de ternura. Kennedy Administration ofrecieron un concierto explosivo y sorprendente.