Este descubrimiento, cuya eficacia ha sido probada en ratones, abre, según sus autores, "un abanico de posibilidades para la producción de fármacos de mayor potencial, a partir de moléculas químicas sintetizadas en el laboratorio que reproduzcan los mecanismos de acción de las proteínas halladas".

Las conclusiones del trabajo aparecen en la última edición de "The Journal of Biological Chemistry", según informaron fuentes del CSIC.

La investigación ha estado liderada por un equipo del Instituto de Biomedicina de Valencia (CSIC), dirigido por Juan José Calvete, que desde hace más de diez años desarrollan trabajos sobre la evolución y las características funcionales de proteínas procedentes de veneno de víboras, que bloquean de forma selectiva la función de receptores de la superficie celular de la familia denominada integrinas.

Según Calvete, estos receptores desempeñan papeles esenciales en numerosos procesos fisiológicos, pero también en determinadas patologías como la isquemia coronaria, la osteoporosis, la artritis reumatoide, infecciones bacterianas, inflamación, enfermedades autoinmunes, angiogénesis (creación de nuevos vasos sanguíneos que alimentan las células cancerosas) y metástasis tumoral.

Los investigadores, en colaboración con el doctor Cezary Marcinkiewicz, de la Temple University (Philadelphia, EEUU), descubrieron en el veneno de la serpiente Vipera lebetina obtusa la proteína obtustatina.

El bloqueo de este receptor puede representar una estrategia eficaz para cortar las vías de suministro de nutrientes a las células cancerosas, e impedir el crecimiento del tumor.

Por el momento, los ensayos llevados a cabo en ratones con tumores de Lewis a los que se suministró obtustatina demostraron la efectividad parcial de esta estrategia, al reducir el tamaño tumoral al 50 por ciento.

El hallazgo de la obstustatina animó a buscar moléculas similares en otros venenos y lograron que la bacteria Escherichia coli sintetizara de forma activa un análogo, la jerdostatina.

Según el CSIC, se abren las puertas para producir en el laboratorio inhibidores más potentes de la angiogénesis, que eventualmente puedan servir de cabezas de serie para el diseño racional de fármacos con los que combatir los tumores, utilizando la estrategia de la muerte por inanición de las células cancerosas.

Para el investigador, es "fascinante" la posibilidad de revertir en el laboratorio la estrategia de la selección natural convirtiendo toxinas letales en drogas que salven vidas.