Cristina Morano (Madrid, 1967) ha vuelto a las librerías de la mano de la editorial cartagenera La Estética del Fracaso. Y lo ha hecho con algo «diferente» e (inconscientemente) de plena actualidad. Se trata de No volverás a hablar nuestra lengua (2020), un poema largo inspirado en una crisis sanitaria que trajo de cabeza a todo el país: la del ébola, en 2014. En concreto, la autora quedó marcada por el caso de Excálibur, el perro de una de las contagiadas, que fue sacrificado por las autoridades sanitarias sin tener la certeza de estar infectado. Cosas del destino, este nuevo texto de la escritora madrileña -residente en Murcia- ve la luz cuando, seis años después, España vive en jaque por culpa de otro virus, esta vez procedente de Asia. ¿El objetivo de Morano? Transmitir calma y, sobre todo, esperanza.

P Bueno, Cristina, lo primero: ¿No volverás a hablar nuestra lengua sale en el mejor momento posible o en el peor? Imagino que sabe por donde voy..

R [Ríe] Sí, sí. Pues yo creo que es el mejor (para el libro, claro). Porque, al fin y al cabo, hablo de casi lo mismo... Es cierto que la epidemia del ébola fue muy distinta, gestionada por gente distinta y en una época distinta en muchos sentidos, y que el virus tiene unas características muy diferentes, pero realmente lo que yo hago en este poema es utilizar la enfermedad como una metáfora, como un recurso literario, y en ese sentido sí que puede funcionar de manera similar... Así que sí, es el mejor escenario posible porque puede avivar la curiosidad del lector y el interés general hacia este poema.

P ¿Ha sido casualidad? ¿Una consecuencia de los ritmos editoriales o se ha querido así?

R Ha sido una coincidencia. Este libro estaba en máquinas en verano y se distribuyó en el mes de enero, cuando todavía no sabíamos mucho del tema, pero ha llegado a las librerías ahora porque a principios de año hubo un aluvión de novedades y se prefirió esperar. ¿Te acuerdas de lo que decía Keith Richards tras el primer concierto de los Rolling [Stones] en Madrid? España acababa de abandonar el Franquismo y su visita era muy esperada por los jóvenes; sin embargo, la clase alta española hablaba de un grupo «diabólico», de gente contra la moral, de drogas... Y dio la casualidad de aquella noche, mientras tocaban, hubo una tormenta grandísima, con toda la furia de los elementos desatados. Pero ellos siguieron tocando, y la gente recuerda aquello como el espectáculo total, como si ellos hubieran sido los causantes de todo ese caos. Entonces, él decía: «Cuando muera y suba al cielo, Dios dirá: ‘Devuélveme los rayos del cielo de Madrid’.

P ¿Qué fue lo que le marcó de aquellas semanas pendientes del ébola?

R La muerte de Excálibur, de aquel perro al que mataron sin saber si tenía ébola. Yo tengo en mi sala de estar un balcón, justo al lado de un pequeño televisor en el que veo las noticias. Soy escritora y, por tanto, trabajo desde casa. Siempre tengo la tele encendida, permanentemente, con el volumen puesto o quitado. En 2014 yo acababa de perder mi trabajo, mi casa y a mi pareja, y me asomaba al balcón en plena soledad y, cuando giraba la cabeza, veía las imágenes de aquel perro... Me parecía que estábamos los dos en peligro, esperando a que vinieran a por nosotros sin saber si para vacunarnos o para matarnos. Participé activamente en los grupos que clamaban porque no le hicieran nada, y me marcó mucho el asesinato de un ser inocente que no tenía nada que ver con la crisis que estábamos viviendo y que estaba en un balcón sin saber nada. Como yo.

P Se le trata de ‘poeta social’, o ‘poeta crítica’... ¿Está de acuerdo?

R Me han encuadrado dentro de a ‘poesía de la conciencia crítica’. Y sí que estoy muy de acuerdo, la verdad. Porque yo soy así, soy muy crítica, y todos mis poemas tienen ese componente de denuncia social, política o, a veces, incluso personal. Pero también te tengo que decir que este poema se salta un poco todo eso para ser un, diría, como más íntimo.

P Se lo preguntaba porque considera la suya como una «poesía para el consuelo»... Y porque es cierto que, como en Cambio climático, estas cuestiones se convierten en su obra en un gancho para tratar otras cuestiones.

R Sí. Al final, cualquier ítem que aparezca en el poema, sean esos u otros cualquiera, tiene que servir para analizar o adentrarse en cuestiones más íntimas, más profundas, más humanas. Pero bueno, sí, ojalá quien lo lea encuentre en él un agarradero, un consuelo..., sería perfecto. En el caso de la crisis del coronavirus, por ejemplo, ojalá el lector lea No volverás a hablar nuestra lengua como el testimonio de alguien que sobrevivió a este delirio; que fue infectado, que sigue aquí y que ahora es, incluso, mejor persona.

P ¿Es eso, entonces, lo que hay detrás de esta historia?

R Lo que yo quiero es que la gente se tranquilice, y que si cae en la enfermedad, que tampoco es el fin del mundo. No pretendo ser moralizante o paternalista; lo que quiero es transmitir esperanza, decirle a la gente que yo conviví durante dos años con el dolor y que salí de aquello de otra manera y mejor.

P Decía el editor Vicente Velasco que este poema marca un antes y un después en su trayectoria. ¿Es un punto y aparte o todavía es pronto para saberlo?

R Quizá sea pronto para saberlo, sí. Por ahora es un libro que se sale un poco de mi trayectoria; tampoco mucho. Es verdad que mis libros anteriores se componen de poemas breves, pero No volverás a hablar nuestra lengua es un poema completo, largo, escrito en versículos con una estructura interna, con una serie de temas que se repiten y que hacen avanzar al poema. Lo que tengo claro es que esto es algo distinto.