Dolores Redondo llega mañana a Molina de Segura para abrir la décimocuarta edición del ciclo 'Escritores en su tinta', que se extenderá hasta finales de mayo con la participación de Soledad Puértolas (24 de marzo), Paloma Sánchez Garnica (21 de abril), David Lozano (24 de abril) y Cristina Morató (26 de mayo).

La escritora de San Sebastián es el fenómeno editorial de la década en nuestro país, con más de dos millones de lectores en castellano de una obra traducida a 36 lenguas. Su último libro, La cara norte del corazón (2019, Destino), ha vendido más de 300.000 ejemplares y camina por su cuarta edición. Además, su célebre Trilogía del Baztán ha sido adaptada al cine y en 2016 ganó el Planeta con Todo esto te daré. Es fácil preguntarse qué le queda por hacer, pero ella responde con rotundidad: «La escalada continúa y no hay cima. El escalador que para, se muere congelado».

De la novela que está fraguando solo concede un detalle: no aparecerá la emblemática inspectora de homicidios Amaia Salazar: «No es que necesitara descansar de ella, pero los escritores no decidimos qué escribimos: nos sale una novela de dentro y la tenemos que escribir. Esta estará inspirada en algo que me ocurrió con 14 años, imagina el tiempo que lleva la historia rondando dentro de mí». Pero que respiren aliviados los seguidores de Salazar: «Tengo claro que tengo muchas historias suyas que contar».

Respeto por el lector

Las novelas de Redondo destacan por su meticulosa documentación y su afán obsesivo por la exactitud: «Hay que huir de los clichés. La novela negra requiere a un escritor cuidadoso por respeto al lector, que está ahí para cazar al malo y suele estar familiarizado con conceptos propios de la investigación. Además, está acostumbrado a prestar atención a los detalles, porque sabe que en ellos puede estar la clave que resuelva un crimen. No estás tratando con cualquiera», concluye. Este proceso de documentación puede incluir la consulta a especialistas de cualquier campo, «desde la biología molecular hasta la balística», porque «un escritor no tiene por qué saber de todo. De hecho, de lo único que es básico que sepa es de emociones humanas.Un escritor nunca puede fingir una emoción que no ha sentido».

Después de décadas en las que la novela negra española se nutría únicamente de excepciones, lejos de desarrollar una tradición propia, las cosas han cambiado: «En Inglaterra y EEUU se fraguó después de la guerra una forma de contar estas historias que dio lugar a tradiciones bien diferenciadas, pero aquí, por una evidente cuestión de régimen político, no se podía hablar de violaciones, asesinatos y corruptelas. Con el paso de los años, el género se ha conseguido deshacer de ciertos tópicos, como el que decía que la novela negra era escabrosa y de baja calidad».

Asociada habitualmente al análisis certero de los tiempos de crisis, con autores como Vázquez-Montalbán, Chirbes o Zanón como estiletes, Redondo cree que la negra trasciende habitualmente las coyunturas políticas y sociales: «Vivimos en una crisis continua, ya sea económica, social, migratoria, sanitaria... lo importante es que la corrupción, el crimen y la violencia son comportamientos inherentes al ser humano, y eso siempre se podrá contar», remata.