No hay universo más grande donde perderse que el de la propia familia. Así plantea Ginés Aniorte (Murcia, 1960) su nueva novela, Los caminos de tu nombre, que publicó el pasado viernes. El autor murciano, que compagina su pasión por la escritura con su trabajo como profesor, vuelve tras varios años sin publicar con esta historia familiar que hunde sus raíces en los turbulentos años cuarenta y se expande a lo largo de medio siglo para transformar a sus miembros, convirtiéndolos en enemigos dentro de su propio linaje.

¿Cuál es la trama de Los caminos de tu nombre? ¿Qué se va a encontrar el lector?

La novela, que se inicia en plena Segunda Guerra Mundial y posguerra española, da cuenta de una historia familiar y de las relaciones entre sus miembros que, a lo largo del tiempo, van deteriorándose. El lector va a encontrar la vida misma y puede que hasta se sienta reflejado en el espejo que es la trama de este libro. A modo de pinceladas diré que hay tres hermanos que no fueron conscientes del mal que se causaron en la infancia; un sanatorio psiquiátrico donde una mujer se defiende del mundo y de los secretos que guarda; el pasado que vuelve para traer una verdad que no sabemos si salva o condena; la imposible adopción de quien nunca podrá sentirse hija; el dinero de una herencia avivando la envidia y erigiendo muros donde acaban encerrados quienes los levantan; la sospecha de un crimen y la venganza? Pero, sobre todo, al lector le resultará difícil ser un mero espectador y habrá de pronunciarse con respecto a los hechos que, contados en primera persona por cada uno de los personajes, le harán dudar de quién es el culpable de las situaciones que viven. Al final, el lector no tiene otra alternativa que erigirse en juez y dictar sentencia, aunque no le será fácil.

¿Es la familia lo más importante? ¿Debería de serlo?

Debería de serlo, pero no siempre se cumple este deseo. Lo cierto es que, mientras padres e hijos comparten la misma casa, todo suele marchar bien; otra cosa es cuando los hijos van independizándose y abandonan el hogar. Con frecuencia los intereses personales están por encima de la familia de la que se proviene. En la novela vemos claramente cómo al abandonar el nido familiar todo se enrarece y los hermanos se descubren de pronto enemigos.

En la sinopsis del libro se puede leer: «Nuestros ascendientes influyeron de manera decisiva en nuestra vida y un día acabamos siendo el fruto de lo que ellos sembraron». ¿Quiere decir entonces, por ejemplo, que un descendiente de algún criminal estará para siempre bajo esa etiqueta?

No me refiero exactamente a eso, si bien es cierto que es difícil borrar un estigma de ese tipo. Quiero decir que nosotros venimos a ser aquello que nuestros padres sembraron. Salvo excepciones, nuestros antecesores nos esculpen a su imagen y semejanza y, al cabo, somos su reflejo.

En el libro también hay temas como los fantasmas del pasado que siguen presentes en nuestra vida. ¿Deberíamos saber dejar el pasado atrás? ¿O debemos tenerlo presente?

Es imposible dejar el pasado atrás. Estamos hechos de memoria y somos de alguna manera el resultado de lo que hemos vivido antes. De hecho, hay personas que no viven el presente porque se instalan en el pasado y no sabría decir si eso es bueno o malo. El pasado puede ser un refugio o un veneno. De nosotros depende lo que hagamos con él. El peligro surge cuando modificamos los recuerdos para adaptarlos a nuestra conveniencia; es entonces cuando el pasado se nos rebela.

Su último libro de poesía, Liquidación por reformas, fue publicado en el año 2013. Es el período más largo que ha estado sin publicar, ¿a qué se debe?

Es el periodo en que más he trabajado. Escribir esta novela me ha llevado mucho tiempo, en realidad cuatro años. La narrativa exige otra forma de trabajar, son otras las exigencias.

Este libro tiene algo de especial, y es el formato en el que está escrito...

Sí, en mi novela hay cartas, poemas, diálogos?, hay hasta resultados de análisis de ADN. Viene a ser un puzle que el lector ha de componer y requiere, por tanto, de la complicidad de quien la lee.

Respecto a su trabajo, ¿ha dejado la poesía atrás?

No he dejado la poesía, me mantengo en barbecho; las cosechas suelen ser mejores luego. No obstante, en este libro que ahora ve la luz, hay mucha poesía. Quienes vivimos a su cobijo no podemos escapar de ella. Pronto volveré a la poesía, aunque a partir de ahora me temo que la prosa tendrá su lugar en mi vida.