Salud

Nuevo paso hacia la detección precoz del glaucoma, 'el ladrón silencioso de la vista'

Un grupo de investigadores, entre los que se encuentra un profesor de la UMU, proponen un parámetro cuya medición ayudará a localizar antes la enfermedad

Una óptico-optometrista realiza una revisión ocular a una paciente.

Una óptico-optometrista realiza una revisión ocular a una paciente. / Freepik

El glaucoma es una enfermedad que afecta al nervio óptico, provocando una pérdida gradual de la visión. Así, esta es la causa de ceguera más frecuente del mundo, sólo superada por las cataratas. Actualmente, su prevalencia mundial se estima en el 3.5 %, y se prevé que hasta 112 millones de personas en todo el mundo estén afectadas por esta enfermedad en el año 2040. 

Actualmente el glaucoma no tiene cura, pues el campo visual que se ha perdido no se recupera, debido a que las fibras del nervio óptico que transmiten imagen al cerebro están muertas. Sin embargo, «con el tratamiento y seguimiento adecuados, el 90 % de los pacientes pueden evitar las consecuencias más graves». Así lo asegura un grupo de investigación formado por Óscar del Barco Novillo, quien es profesor asociado en el área de Óptica del Departamento de Física de la Universidad de Murcia (UMU); y tres investigadores de la Universidad de Zaragoza con los que colabora debido a su trayectoria profesional: Conchita Marcellán Vidosa, Francisco Javier Ávila Gómez y Laura Remón Martín.

Esta enfermedad, según advierten los investigadores, no presenta síntomas ni molestias en su fase inicial, por lo que muchas de las personas afectadas ignoran que la padecen. Por esta razón, se suele calificar como el ‘enemigo silencioso’, hasta que se produce una pérdida visual permanente e irreversible.

En el artículo que ha elaborado este grupo de expertos, publicado en la revista Biomedical Physics and Engineering Express, proponen un nuevo indicador relacionado con la salud biomecánica de la córnea, un órgano vital en la visión y clave en el desarrollo del glaucoma: el tiempo de retardo corneal (Tau), equivalente al lapso que tarda la córnea en recuperar el 63 % de su forma original.

Una lesión irreparable

El glaucoma consiste en una lesión irreparable del nervio óptico que conlleva una pérdida progresiva del campo visual. La edad avanzada, antecedentes familiares de glaucoma, presión intraocular elevada, diabetes, enfermedades cardiovasculares o la miopía son algunos de los factores que pueden aumentar la susceptibilidad de una persona a esta enfermedad. Los pacientes sufren la denominada ‘visión en túnel‘, es decir, una pérdida paulatina de visión que comienza por la periferia y se acerca poco a poco hacia el centro. Estas pérdidas de campo visual se miden mediante una evaluación oftalmológica denominada campimetría, consistente en el estudio de las lesiones y pérdidas de amplitud de campo visual mediante fijaciones oculares. Se trata, por tanto, de «una prueba vital» para evaluar la progresión del glaucoma, aseguran los investigadores Del Barco, Marcellán, Ávila y Remón.

¿Y por qué es importante este parámetro en la detección de un glaucoma? Porque cuando existen valores elevados del mismo, explican los investigadores, «corresponderían a córneas altamente viscoelásticas (y, por lo tanto, muy preparadas para absorber las dañinas fluctuaciones de la presión intraocular). Por contra, las córneas con un Tau bajo se comportarían como muelles (sin apenas capacidad de amortiguación), con un muy probable daño paulatino del nervio óptico».

Por ejemplo, destacan, «un sujeto sano sin patologías previas puede poseer un parámetro Tau de unos 1,15 milisegundos, mientras que otro con alta presión intraocular y con tratamiento por glaucoma presentaría un valor inferior, de unos 0,60 milisegundos».

Aquellas personas con córneas poco viscoelásticas son las más propensas a padecer esta patología

En la investigación los expertos sugieren que «los pacientes en el segundo caso deben ser los más controlados y monitorizados periódicamente, a fin de evaluar las posibles pérdidas de visión por glaucoma».

Ventana óptica hacia el cerebro

En este contexto, conviene tener presente que la córnea es un órgano vital en la visión. Así pues, «se trata de un tejido complejo avascular delimitado por dos epitelios: el anterior (que interacciona con la lágrima y permite la regeneración y cicatrización) y el posterior o endotelio (que permite el paso de nutrientes)», explican los investigadores.

Su particular estructura permite que «el tejido corneal sea transparente y que la luz se transmita de forma correcta en el espectro visible (entre 380 y 780 nanómetros). En caso de alterarse dicha transparencia (así sucede en procesos inflamatorios como el edema, quemaduras o heridas), la córnea se vuelve opaca, lo que genera visión nebulosa».

Por otro lado, «los radios de curvatura e índice de refracción corneales permiten focalizar la luz procedente de los objetos sobre el campo angular retiniano. Si, por diferentes motivos, estos parámetros son alterados, el sujeto experimentará fenómenos de desenfoque (miopía e hipermetropía) o astigmatismo». Entonces, ¿qué papel juega la córnea en el desarrollo del glaucoma?

Otra de las funciones primordiales de la córnea, explican los investigadores, «es la de compensar la presión intraocular». Por una parte, «permite mantener la forma del globo ocular, además de absorber la energía transferida mediante presión externa o interna al órgano visual. De esta forma, se preserva la estabilidad del tejido y, por consiguiente, el resto del globo ocular».

Podría decirse que «una córnea sana ejerce la función de amortiguador en el ojo, absorbiendo las fluctuaciones de la presión intraocular y evitando así un daño paulatino en el nervio óptico». Esta propiedad fundamental, destacan, «se debe a su carácter viscoelástico; es decir, el tejido corneal recupera su forma original tras el cese de una presión externa, pero lo hace de una manera lenta y progresiva».

Como estirar un muelle

Para explicar esta particular característica de la biomecánica de la córnea los investigadores plantean el siguiente ejemplo: «Supongamos que estiramos un muelle hasta cierta longitud (proceso de carga) y, a continuación, lo vamos relajando hasta que recupere su forma original (descarga). Con esta simple acción, los procesos de carga y descarga describen el mismo camino en la gráfica esfuerzo-deformación. Hablaríamos, entonces, de un material elástico; matemáticamente, el material recupera su forma original siguiendo la misma pendiente, según la ley de Hooke».

En los materiales viscoelásticos (como la córnea), añaden, ocurre de una manera diferente: «Los procesos de carga y descarga no son lineales y, además, no siguen el mismo camino. Como consecuencia, el material absorbe energía para poder recuperar su forma original, siendo dicha energía proporcional al área entre ambas curvas (denominada histéresis)».

Es por ello que, «sabiendo que la córnea es esencialmente viscoelástica (y que protege al nervio óptico de las variaciones de presión intraocular)», los expertos de la Murcia y Zaragoza han propuesto el parámetro de tiempo de retardo corneal (Tau) para poder caracterizar esta propiedad amortiguadora de la córnea.

Fácil de obtener

Según los investigadores de la UMU y Zaragoza, «resulta un parámetro muy fácil de obtener clínicamente, pues solo requiere un instrumento oftalmológico de uso común: el tonómetro de aire», un aparato utilizado en oftalmología que permite medir la presión intraocular.

Sin embargo, «queda aún mucho camino por recorrer». En este sentido, según Del Barco, Marcellán, Ávila y Remón, «se necesitan ensayos con un mayor número de pacientes con hipertensión ocular y un adecuado seguimiento de los sujetos con valores bajos del parámetro Tau». Sin embargo, se puede considerar a este como un paso más hacia la detección precoz de esta enfermedad ‘silenciosa‘.