Animales

El 20% de los perros en la Región pierde la lengua tras el contacto con la oruga procesionaria

El pelo urticante de estos insectos afecta a los humanos, pero especialmente a los animales, que necesitan atención veterinaria urgente

En el peor de los casos, los cánidos pueden morir

Oruga procesionaria en Tentegorra.

Oruga procesionaria en Tentegorra. / Felipe García

Jose Antonio Sánchez

Jose Antonio Sánchez

La oruga procesionaria vuelve a la Región de Murcia. El cambio climático ha vuelto a adelantar, un año más, el camino de este insecto desde la explosión de las bolsas en los pinos hasta la búsqueda de un suelo en el que enterrarse para su transformación a mariposa (Thaumetopoea pityocampa). Un proceso natural de este tipo de bichos, pero con más importancia que con el resto, porque son perjudiciales para la salud humana y muy gravemente para la salud de las mascotas.

Así lo reconoce la presidenta del Colegio Oficial de Veterinarios de Murcia, Teresa López, que achaca a las altas temperaturas de este inicio de año la aceleración de la rotura de las bolsas en la que están las orugas, a lo que hay que sumar los días de viento, que transportan esas bolsas de insectos muchos metros desde su origen en los pinos y, en menor medida, en los cedros.

Entre los síntomas se encuentran el picor, la inflamación, la salivación excesiva o dificultad para tragar

«El mayor de los problemas es que los animales son curiosos y si los gusanos se sienten amenazados liberan unos pelos que son urticantes; con mucha frecuencia los animales tienen pérdida de la lengua», explica la presidenta de los veterinarios, que añade que la necrosis en parte o la totalidad de lengua se produce en «uno de cada cinco perros». Los síntomas son inflamación de la cara, de la lengua, salivación excesiva, picor, dificultad para tragar o respirar, así como los vómitos, depresión o convulsiones. «El nerviosismo o la intranquilidad puede deberse a otros factores, pero en época de procesionaria también hay que tenerlos en cuenta» remarca López.

Cuatro pasos

La primera acción si se conoce el contacto, es reducir al máximo ese tiempo de exposición, por eso «si se paseó por el monte en estas fechas es recomendable que los perros no vayan sueltos para controlar si hay contacto con este tipo de orugas», remarca la presidenta.

En segundo lugar, hay que limpiar la zona con guantes, porque el efecto urticante también perjudica a los humanos y más a los niños, y con agua caliente para apagar esas toxinas. Y, después del agua caliente, aplicar frío para reducir la inflamación, ya sea con hielo en el bebedero o directamente aplicado en la zona pero siempre envuelto con tela. Por último, hay que acudir al veterinario por si hay que aplicar algún tratamiento como es el caso de la inyección intramuscular. Este último paso es fundamental para luchar contra la necrosis que puede acabar en la pérdida de la lengua del animal y, en el peor de los casos, la muerte.

Lucha en origen

Si se ven las bolsas y hay acceso a ellas, se pueden cortar esas bolsas peros siempre con guantes y gafas. «Tras retirarlas, se tienen que quemar, con la protección en ojos y con la mayor distancia posible, porque esas toxinas se extienden», remarca López que explica que la verdadera lucha contra este tipo de oruga tiene que ser en origen.

Pese a que son las Administraciones Públicas las que tienen que tomar medidas como la inyección a los árboles de un tratamiento como el que se hace con las palmeras para combatir contra el picudo. Aunque otro más efectivo es el de las bolsas de feromonas, unas trampas que se instalan antes del periodo de vuelo de las mariposas, es decir, antes de que pongan los huevos. «La idea de esas trampas de feromonas es atrapar a los machos para que no se reproduzcan y cada una de ellas protegen casi una hectárea», relata la presidenta del Colegio de Veterinarios. Otra de las soluciones para acabar con una procesionaria que, incluso, puede provocar la muerte del pino si es joven y en él se colocan muchas bolsas de orugas.

Tratamientos aéreos y terrestres para erradicar las larvas y gusanos

La Consejería de Medio Ambiente lleva años realizando un plan de actuación para controlar la plaga de las orugas procesionarias y, antes de esta campaña, realizó tratamientos aéreos y terrestres para erradicar las larvas. En noviembre de 2023 se ejecutó la fase de tratamientos aéreos en 2.300 hectáreas de monte público y en febrero de 2024 se desarrolló la fase terrestre con 800 hectáreas tratadas. Para los tratamientos aéreos con helicóptero, se emplea el fitosanitario Bacillus thuringiensis, único autorizado por el Ministerio para cultivos ecológicos. Se trata de un insecticida biológico y selectivo compuesto a base de toxinas y esporas que actúa por ingestión dañando las paredes intestinales de las larvas e impidiendo la absorción de alimento. Respecto a los tratamientos terrestres, se realizan mediante un vehículo con cañón atomizador y un producto fitosanitario cuyo principio activo es la Cipermetrina, un insecticida no sistémico de amplio espectro, con un buen efecto de choque sobre la oruga. De forma complementaria se han instalado nidales para aves insectívoras, colocando refugios para murciélagos y ‘trampas G’ para la captura y monitoreo de adultos de procesionaria.