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La defensa del Mar Menor: fuerza y espíritu de mujer

Las activistas destacan el papel femenino en todos los movimientos sociales por la laguna    

Las políticas remarcan éxitos de gestión

Todas coinciden en que es parte de su identidad 

Teresa Vicente, Celia Martínez y María Cruz Ferreira posan juntas en el espigón situado ante el Balneario de la Encarnación de Los Alcázares

Teresa Vicente, Celia Martínez y María Cruz Ferreira posan juntas en el espigón situado ante el Balneario de la Encarnación de Los Alcázares / Iván Urquizar

Jose Antonio Sánchez

Jose Antonio Sánchez

El Mar Menor era una explosión de vida que acabó reventando. Informes científicos avisaban de lo que podía pasar, pero hasta que el agua se volvió verde y miles de peces acabaron muriendo en la orilla, la defensa de un ecosistema único no se convirtió en un movimiento social. Y con nombre de mujer. «Yo pienso que la lucha por el Mar Menor tiene nombre de mujer. Porque, si te fijas, en todos los movimientos sociales que ha habido siempre han sido las mujeres las que han estado en el frente. Es una lucha, de alguna manera, femenina», explica Celia Martínez, de Pacto por el Mar Menor y una de las cuatro mujeres que representan esa lucha. 

También desde el activismo lo hizo Teresa Vicente, la impulsora de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que le ha dado personalidad jurídica: «El movimiento por los derechos de la naturaleza es un movimiento internacional que nace con gran fuerza y que está presente en todas las cumbres de la tierra, de biodiversidad y del clima. Ahí me di cuenta que es un movimiento de mujeres en todo el planeta, quizá también porque hemos estado excluidas del modelo jurídico, económico y político hasta hace muy poco. Hemos pasado de pensar, en el siglo pasado, que las mujeres no teníamos el mismo valor que los hombres a que, en este siglo, la naturaleza no tiene el mismo valor y dignidad que las personas». 

Para María Cruz Ferreira, Secretaria Autonómica del Gobierno regional para la Energía, Sostenibilidad y Acción Climática, no es cuestión de sexo: «No creo que sea una cuestión de ser hombre o mujer. El Mar Menor es de todos y la idea que tenemos, y en lo que nos hemos puesto de acuerdo, es en preservarlo para seguir disfrutando de este entorno». No pudo acudir a la foto ante las aguas marmenorenses Paca Baraza por problemas de agenda. Dirigió la Oficina Técnica del Mar Menor y desde hace unas semanas, por encargo de la ministra Teresa Ribera, es la Comisionada del Ciclo del Agua y Restauración de Ecosistemas. Y, precisamente, puso como ejemplo la estructura dentro del Ministerio en el que son las mujeres el eje de acción. «Las mujeres hemos dado un salto cualitativo y cuantitativo en la toma de decisiones y los cargos directivos. Se reconoce la valía de la mujer porque hemos demostrado valentía, solvencia y sensibilidad», explica Baraza.

Los pasos que faltan

Hay margen de mejora en la recuperación, pero la mirada al pasado es peligrosa porque puede desanimar. «Las cosas nunca son lo que fueron», dice una de ellas, cabizbaja, con los ojos perdidos pensando en momentos mejores. Otra habla de la capacidad de recuperación de los ecosistemas. Eso sí, con un cambio de modelo que evite el daño que provocó el «colapso». Cada una de ellas defiende una fórmula. Baraza considera que falta implicación política por parte del Gobierno regional, ya que, dice, es el «competente máximo». Añade que falta planificación y abordar en origen las causas del deterioro. Ferreira responde que estaba claro que faltaba coordinación entre las distintas administraciones y fuerzas políticas para que la ciudadanía pueda comprender lo que se va a hacer y el esfuerzo que tiene que asumir cada uno. 

Las lideresas de los movimientos sociales coinciden. «Lo primero es que haya un cese de la politización del Mar Menor y que los diferentes partidos políticos dejen de utilizarlo de arma arrojadiza o también para la captación de votos, en el caso de algunos», dice Martínez que refuerza la necesidad del cambio de hábitos en la agricultura, construcción y turismo: «Faltan muchas cosas y hay algo que quiero resaltar: una educación y una formación en materia medioambiental, en formas de producción respetuosas para estas nuevas generaciones que no han conocido al ecosistema vivo y que muchas veces piensan que es algo prescindible».

Para Vicente, la clave radica en el cambio del modelo: «Una moratoria urbanística, una transición de la agricultura a la agricultura tradicional o a la que respete el medio natural en el que nos encontramos. Seguir con una agricultura intensiva de cuatro cosechas a base de nitratos, a base de fosfatos y rompiendo la estructura de la tierra, está claro que eso no va a solucionarlo». 

Celia, María Cruz y Teresa caminan por la orilla del Mar Menor

Celia, María Cruz y Teresa caminan por la orilla del Mar Menor / Iván Urquizar

¿Y ahora qué?

Una evidencia es que el cabreo, el llanto y la desesperación ante una situación crítica que se canalizó en distintos movimientos sociales ha dado sus frutos. Porque desde la idea de la ILP hasta la conversión en ley por las Cortes Generales ha provocado, como explica su impulsora, un poder que nadie le podrá quitar. Constatable en que hasta un juez ya ha llamado al Mar Menor para que se defienda en tres procedimientos en los que considera que, al obtener la personalidad jurídica, es perjudicado por daños de la agricultura y restos mineros de la Balsa Jenny. 

Respecto a las responsabilidades políticas, la representante del Gobierno regional expresa que para ellos es una prioridad: «Y lo demuestran los 139 proyectos presupuestarios que contiene el plan de actuación del Mar Menor por un importe total de casi 116 millones de euros. En nuestra Consejería tenemos proyectos de conservación de la biodiversidad, nuevos fondeaderos ecológicos, el balizamiento funcional y la retirada de embarcaciones hundidas. Y en lo que respecta a la recuperación de espacios, tenemos intervenciones en el humedal de El Carmolí y Salinas de Marchamalo, vías pecuarias del mar Menor, restauración de hábitats o renaturalización de playas».

Y la del Ministerio para la Transición Ecológica recuerda que desde el Gobierno de España lidera una inversión de 500 millones de euros en varias líneas de recuperación. También, apunta, acciones coordinadas entre las distintas administraciones y con los colectivos sociales. Una posición que parte del origen del problema y de las evidencias científicas. Modelo que también se va a aplicar, reconoce Baraza, en Doñana, que, al igual que la laguna murciana, tiene una situación crítica por la sobreexplotación y la intensificación de los usos.  

Teresa Vicente, María Cruz Ferreira y Celia Martínez

Teresa Vicente, María Cruz Ferreira y Celia Martínez / Iván Urquizar

El recuerdo

Con el agua rompiendo a sus pies, su memoria se activa. «Nos íbamos las amigas con los barcos de vela, con las tablas, supermorenas, todas guapísimas, llenas de sal sin cambiarnos de ropa en todo el día», recuerda con añoranza Teresa Vicente, que explica que en la Universidad, en época de exámenes, se iban a la playa a estudiar: «Recuerdo amor, diversión, amistad y mucha felicidad. Por eso me da mucha pena cuando veo lo que hemos hecho. Antes sin darnos cuenta, pero ahora que sigamos con lo mismo... Se sigue construyendo, se sigue empeñado en el mismo modelo de agricultura y ganadería... Es un paradigma de lo que está pasando en el mundo».

También vivió mucho la laguna la aguileña Paca Baraza durante la universidad: «Cuando estudiaba en Murcia nuestra ilusión era irnos a La Manga y al Mar Menor. La Manga con muy poquitos edificios, esa zona dunar con el mayor y el menor... Era el lugar idóneo para escaparnos los fines de semana, para vivir esas puestas de sol… es un espacio único». María Cruz Ferreira no lo vivió en su infancia porque es gallega, pero tiene uno importantísimo: «Mi primer recuerdo aquí fue mi primera cita con mi novio, que ahora es mi marido. Sin mar no podría vivir». 

Por último, la experiencia de Celia Martínez. Que va más a allá del recuerdo: «Mi mayor recuerdo es a los pocos meses de perder la audición. Por aquel entonces me bañaba en la zona de Los Nietos, luego en Santiago de la Ribera. Allí, dentro del Mar Menor, aprendí a comunicarme en el mundo del silencio. Un universo en el que tú te podías comunicar aunque todo era silencio. El Mar Menor me enseñó a oír con mis ojos. Era una explosión de vida y como si fuese el patio de tu casa para jugar. Y te podías comunicar con ellos sin necesidad de oír una vez que te metías dentro. A veces pensaba cómo podría hacer para respirar dentro y no tener que salir».