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Las ‘chicas de oro’ que abrieron camino en el colegio Maristas

La entrada de las primeras alumnas al centro murciano supuso una ‘revolución’ para el resto de estudiantes, profesores y trabajadores

Celebran un acto de homenaje 25 años después de su graduación

Una representación de las primeras mujeres que entraron en Maristas, este sábado en una clase, 25 años después de terminar sus estudios, junto a sus profesoras Doña Elia y Doña María Victoria.

Una representación de las primeras mujeres que entraron en Maristas, este sábado en una clase, 25 años después de terminar sus estudios, junto a sus profesoras Doña Elia y Doña María Victoria. / Israel Sánchez

Adrián González

Adrián González

Miran al pasado con nostalgia y añoranza porque fueron auténticas protagonistas de un cambio radical en la actual enseñanza mixta. Su llegada provocó un auténtico «choque» entre todos los que hasta ese momento formaban parte de la comunidad educativa: alumnos, maestros, trabajadores... Todos recuerdan con especial cariño la llegada de las primeras alumnas al colegio Maristas de Murcia. Más de una quincena de niñas de 1º de EGB entraban a formar parte en el año 1986 del centro educativo murciano, que, hasta entonces, solo contaba con alumnos varones. Ellas mismas aseguran que fueron «pioneras» en aquella ‘revolución’ que supuso su aparición en las aulas. Este pequeño grupo de ‘chicas de oro’ tuvo que convivir en Maristas con centenares de chicos, algunos de ellos «muy animales y brutos», rememoran ahora con alegría.

Ahora, 25 años después de su graduación en COU, esta primera promoción mixta de alumnos celebró este sábado un acto de recuerdo y de homenaje en el propio centro ubicado en el Paseo del Malecón por ser un grupo que abrió camino hacia lo que es hoy en día Maristas. Más de un centenar de alumnos de esta primera promoción visitaron las instalaciones de nuevo, celebraron una misa en memoria de los maestros y algunos de los compañeros fallecidos, rememoraron a través de discursos y vídeos aquellos años de infancia y aprendizaje y se llevaron a casa un diploma en recuerdo de la especial fecha 25 años después. Algunos de estos excompañeros viajaron precisamente a Murcia directamente desde Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Almería, Granada, Málaga o incluso de Reino Unido, Polonia o Arabia Saudí.

Entre las alumnas de esta primera promoción están Ana Piñera, Irene Jover y Sol Martínez-Abarca, quienes coinciden, entre otras cosas, en recordar especialmente a Doña Elia, la profesora que «con su cariño y su dulzura» las acogió y les enseñó tanto. Años después, estas y otras amigas de la infancia han continuado comunicándose a través del grupo de WhatsApp ‘Marcelinas’, un nombre que honra la memoria del fundador de Maristas, Marcelino Champagnat.

Un "choque cultural" también para los chicos

El «choque cultural» no solo lo vivieron ellas; también fue «fuerte» para los chicos. «Por ejemplo, tanto nosotros, los alumnos, como los profesores, en un primer momento no estábamos acostumbrados a tratar con ellas y el ‘tacto’ que teníamos tanto nosotros, como ciertos hermanos maristas quizás no era el mejor con ellas», explica Ignacio Ponce, alumno del colegio y que para este acto de 25 años ha actuado como organizador para volver a juntar a todos. «Hay que tener en cuenta que ellas eran menos de una veintena mientras que en el centro éramos unos más de mil alumnos», reitera.

El principal «impacto» que vivieron fue el «ver a tantos niños, jóvenes y adolescentes jugando en el patio» cuando el grupo de mujeres no llegaba ni a la veintena. «Nos sentíamos como ‘bichos raros’. Nos miraban diferente. Creo que nadie estaba preparado para aquello», cuenta Irene. Lo cierto es que todas afirman que, al final, la «integración fue buena» a pesar de, en muchas ocasiones, sentían que estaban rodeadas de «mucha testosterona» y de «muchos niños que jugando eran auténticas bestias», dicen ahora entre risas.

Irene se acuerda cómo a ella, que iba y venía siempre en autobús, le ‘custodiaban’ todos los días su asiento para poder sentarse: «Me acuerdo que era la única niña que iba en transporte escolar y algunos de los compañeros más sensibles tenían ese sentimiento de protección y me guardaban el sitio».

Recorte de una pieza sobre los alumnos de Maristas.

Recorte de una pieza sobre los alumnos de Maristas. / L.O.

Algunas de las cosas que más le impactó a Irene fueron las dimensiones del colegio: «Eran muchísimos alumnos, con clases de más de treinta. Y, a los pocos días de empezar las clases, sí que nos dijeron que cuando se refirieran a nosotros en masculino, que nosotras también nos diéramos por aludidas. Eso sería así siempre».

Por su parte, Sol rememora cómo en los primeros años chicos y chicas se mezclaban en los mismos vestuarios del centro porque no había instalaciones preparadas para ellas. «La verdad es que pretendientes nunca nos faltaron», recuerda de forma jocosa. Entre algunas de las anécdotas de la época, Sol hace mención a cómo «volaban» por los aires las ‘chascas’ de madera (artilugio que se utilizaba para aprender las tablas de multiplicar). «Llegó un punto en el que las tuvieron que prohibir porque los alumnos se las lanzaban sin tener en cuenta el riesgo de que nos diesen», añade.

Maristas se ha caracterizado desde siempre por su apuesta por el deporte entre sus alumnos. Uno de los ‘hándicaps’ cuando llegaron estas alumnas fue que en el colegio solo se jugaba a deportes masculinos: fútbol o baloncesto, sobre todo.

Alumnos y profesores de Maristas, este sábado.

Alumnos y profesores de Maristas, este sábado. / Israel Sánchez

«Al principio nosotras también tuvimos que acostumbrarnos a jugar a estos deportes, que no era lo normal en aquellos años. Nos llevamos todas más de un balonazo», confiesa Sol. Incluso ellas llegaron a crear después un equipo de baloncesto bajo el nombre de ‘Las chicas de oro’: «Nos dieron alguna que otra paliza, pero nosotras nos divertíamos, queríamos jugar con los demás y, en cierta forma, abrimos camino», recuerda Ana.

En cambio, algunas otras buscaban ‘protección’ y tranquilidad debajo de un porche. «Allí, algunos profesores nos traían algún elástico o una cuerda para jugar a lo que antes era algo más propio de las chicas, como la comba», asegura, resaltando que hay que situarse en «el contexto de la época» para entender estas situaciones. «En muchas ocasiones, cuando teníamos que ir a beber agua al otro lado del patio, íbamos todas juntas para que parasen los chicos de jugar con el balón y que no nos llevásemos algún pelotazo», rememora.

Su incorporación, "un bello paisaje" para el centro

Presentadas como «los nuevos alumnos maristas» que aportaban «un bello paisaje» al centro murciano. Así se reflejaba en un recorte de una revista del colegio para dar a conocer la noticia de que estas niñas se incorporaban a Maristas. «Creo que todas hemos salido ahora con mucho carácter por tener que haber lidiado con tanta testosterona. Aprendimos a ‘defendernos’ entre nosotras y pegar cortes a los niños que querían meterse con nosotras», recuerda Ana.