IMPORTANTES MARZO 2023

Virginia Martínez, la batuta que hizo volar a la Sinfónica

Virginia Martínez, directora de la Orquesta Sinfónica de la Región

Virginia Martínez.

Virginia Martínez. / Juan Carlos Caval

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Desde que el pasado martes anunciara su adiós tras más de una década llevando la batuta de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM), Virginia Martínez no ha parado de repetir que la titularidad ha sido para ella casi como una maternidad. «Es que no es solo dirigir los conciertos, sino estar pendiente de todo, y tanto en lo artístico como en lo personal. Yo he tenido músicos de baja y me he preocupado por llamarles, por ver qué tal estaban... Y ese tipo de cosas hacen que, aunque sea una labor maravillosa, también te ocupe la cabeza muchas horas al día», explicaba en palabras para La Opinión el ‘Día D’. Pero es que el símil de la molinense va mucho más allá, y es perfecto para entender, no solo lo que ella ha significado para la formación, sino lo que la Sinfónica ha supuesto para ella.

Cuando Virginia Martínez (Molina de Segura, 1979) se incorporó como directora de la ÖSRM –puesto que ya ocupaba en la Orquesta de Jóvenes desde el año 2007, y que también dejará al término de la presente temporada– lo hizo estando embarazada de su hija mayor, con lo que las pequeñas Irene y Ana han sido criadas «entre ensayos y actuaciones»; ya que, además, su padre es el violinista David Martínez. Esto hace difícil la «desconexión» más allá del Auditorio Víctor Villegas, sede principal de la formación. «Por mi manera de ser, ya es algo que de por sí me cuesta muchísimo. Pero es que, encima, yo cogí el cargo en 2011, cuando el ERTE [motivado por una rebaja presupuestaria que hizo tambalearse el proyecto], con lo que había muchas cosas a las que atender..., y como no dormía [por culpa de su retoño] le dedicaba las 24 horas del día. Y es cierto que esto es algo que he mejorado con los años, pero como al final la Orquesta forma parte de mí y, además, mi pareja toca con nosotros, es inevitable que en casa acabemos hablando del ensayo (aunque intentemos no hacerlo)», reconoce.

La implicación de la reputada directora con el proyecto de la ÖSRM ha sido –y seguirá siendo hasta el próximo verano– máximo, sin concesiones, y lo que ha sido una gran virtud personal para el desarrollo del colectivo, del grupo –que hoy atraviesa uno de los mejores momentos de su historia–, es también uno de los principales motivos de cambio. «Llega un momento en la vida en el que uno tiene que parar, mirar alrededor, valorar lo que tiene y pensar en cómo quiere seguir el camino. Y yo me he dado cuenta de que lo que me apetece ahora es disfrutar de mi familia y amigos, pero también de mí misma: dedicarme tiempo a mí, recuperar eso que algunos llaman hobbies», señala entra risas.

Y aún así, y aunque se sienta «muy feliz y satisfecha» con la decisión que ha tomado, hacerlo no ha sido nada fácil debido al «apego tanto profesional como sentimental» que le tiene a la Sinfónica. «Es que no solo es todo lo que me ha aportado esta etapa en mi carrera como directora, sino lo que significan para mí estos músicos... Me llevo muchos amigos íntimos, amistades para toda la vida», asegura la molinense, para después recordar cómo fue el momento de comunicarle a la Orquesta que ésta sería su última temporada al frente de la ÖSRM. «Algunos ya lo sabían, otros lo intuían y..., sí, hubo a quien le pilló por sorpresa. Fue el pasado sábado [25 de marzo], después del último ensayo de las sinfonías de Brahms. Intenté mantenerme entera, pero muchos acabaron llorando y yo terminé por romperme. Pero lo más bonito es que me respaldan en mi decisión, que entienden que esto va a ser algo bueno para mí (aunque les apene dejarme marchar)», valora.

En cuanto su futuro próximo, Virginia prefiere ser cauta; al menos, de momento. «A corto plazo, sobre todo, la idea es parar, relajarme un poco, y ya el año que viene tendré incluso más trabajo que hasta ahora –avanza–, solo que con menos responsabilidad, menos peso. Porque, al final, lo que necesito y lo que me ha llevado principalmente a tomar esta decisión es eso: sentir que tengo que descansar la cabeza». Pero no mucho, porque la ÖSRM no va a desaparecer tan fácil de su vida. Para empezar, se le ha nombrado directora de honor de la formación –un cargo de carácter representativo–, y, para continuar, porque permanecerá ligada al proyecto de la Sinfónica como responsable de dos ciclos estratégicos: los ‘Conciertos en Familia’ y los ‘Conciertos Escolares’.

Ante la pregunta de por qué ‘quedarse’ con estos programas, la molinense es clara: «Porque desde el primer día me di cuenta de que eran la base del público futuro de la Orquesta. Y en diez años me ha dado tiempo a ver los frutos de esa semillita que intentamos plantar en quienes vienen a vernos cada temporada, porque he visto niños que empezaron asistiendo a los ‘Conciertos en Familia’ y que han acabado viniendo a los del abono sinfónico». Esto es algo de lo que ahora, al mirar hacia atrás y hacer balance, más orgullosa la hacen sentirse, y, en este sentido, asegura que educar en edades tempranas no solo es una «necesidad» como Orquesta, sino una «responsabilidad»: «La música y el arte despiertan otras sensibilidades, fomentan el trabajo en equipo, la disciplina...».

Así, esta tarea, dice, es su forma de «seguir apoyando a la ÖSRM desde abajo, asegurando el porvenir» de la formación, esa de la que ha aprendido «tantísimo» y que deja en un momento idílico. «Musicalmente, hemos logrado encontrar un punto de generosidad entre directora e instrumentistas que es muy difícil de lograr. Ya no soy yo la que hago la música, sino que la hacemos en conjunto, como grupo, y esa libertad, esa capacidad para delegar ante las personas que tienes delante es maravillosa y muy audible por el espectador. Y desde el punto de vista social –añade–, creo que hemos conseguido hacer que esta Orquesta sea entendida como un bien de todos los murcianos, y nos sentimos muy queridos y arropados en cada actuación», asegura Virginia, quien reconoce cierta «pena» por apartarse cuando la formación ha logrado estabilizarse y asentarse en el panorama sinfónico nacional.

Sin embargo, esa es también una de las cosas que le permiten dar este paso. «Es el momento. Y después de tantos años de trabajo en el día a día, me quiero disfrutar desde la butaca de la que es y será siempre la orquesta de mi vida, de un grupo de músicos envidiables, de unos concertistas maravillosos que se dejan el alma en cada nota», garantiza. Por eso, avisa de que la próxima temporada será «la primera en abonarse» al ciclo de la ÖSRM, pero también insiste en que todavía le quedan unos meses sobre el atril: «Voy a hacer ‘La novena’ [en alusión a la Oda a la alegría de Beethoven, para el 20 de mayo] y el Mahler de junio [del día 2: La canción de la tierra]», dos ocasiones perfectas para despedirse de una directora histórica.

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Tras comenzar su formación en el Coro de Niños de Molina con 4 años y llevar desde entonces una carrera profesional imparable, pero también incansable, Virginia Martínez entiende hoy la música como «un modo de vida», con todo lo bueno y malo que eso conlleva. «No es un trabajo del que te olvides cuando llegas a casa. Nosotros estudiamos todos los días de nuestra vida; nos han educado así desde pequeñitos y eso es algo que ya no se puede cambiar», asegura. Como anécdota, cuenta que en verano siempre procura permanecer una semana completa sin abrir una partitura, y que el año pasado lo logró por primera vez. Sin embargo, y a pesar de que una profesión muy sacrificada e ingrata –«que te recuerda que te has ido cuando te tomas unos días»–, asegura que «cuando ocurre la música» todo se compensa.