Pintando al fresco

La mejor película de la historia

Enrique Nieto

Enrique Nieto

Hoy me van a permitir ustedes que les hable aquí de una película. No se trata de una película cualquiera, sino de la que ha sido considerada y votada por críticos, directores y actores en 2023 como la mejor de la historia del cine. Siempre estuvo entre las diez mejores de un ranking que encabezaron durante algún tiempo otras como Vértigo o Ciudadano Kane, pero definitivamente ahora es la primera. Se llama Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080. Bruxelles, es decir, Bruselas, o sea que la película es belga de 1976 y está dirigida por una mujer, Chantal Akerman, que realizó otros filmes y que acabó su vida suicidándose en 2015.

Cuando leí que esta era la mejor de la historia del cine la busqué con interés y me propuse verla. Bien es verdad que mi primer encuentro con ella me dejó un poco asustado. Duraba 3 horas y 18 minutos, y pensé, ‘ya tiene que ser buena para dedicarle tanto tiempo’, pero, claro, si todos los sabios del cine habían votado por ella como la mejor de todas las que se han hecho desde que el cine es cine, pues mejor que sea larga para disfrutar más. Y me puse a verla.

He de decir que la primera hora me desconcertó. En la pantalla puedes ver cómo una mujer, que siempre, en cada fotograma de toda la película, está ahí, hace las cosas de la casa: enciende el fuego de la cocina, limpia el polvo, pone patatas a cocer, friega los platos, sale a comprar a las tiendas, prepara la cena para ella y su hijo adolescente que come a mediodía en el colegio y solo llega a casa por la tarde noche. Todo esto se ve con todo detalle, quiero decir que no hay elipsis. Si se pone a fregar los platos, vemos cómo friega desde el primero hasta el último, si va a tomar un café veremos cómo saca la bolsa de un armario y el molinillo eléctrico. Cómo muele el café en grano, cómo calienta el agua, cómo pone un filtro en una pieza de plástico que ha colocado sobre una jarra, (la cafetera es modelo Melita), cómo se sirve el café, cómo saca el azúcar y la añade a la taza, cómo remueve el café, cómo se lo bebe, sin prisas, cómo friega la taza después y cómo se va de la cocina donde ha ocurrido esto y apaga la luz.

Así va transcurriendo el día, siempre ella sola cuando está en la casa sin verse con nadie. Por la tarde, recibe a un hombre porque ejerce la prostitución. Es viuda y no tiene otros ingresos. Aquí sí hay elipsis, porque se la ve entrar en su dormitorio con un señor y al rato salen y él le paga. A continuación, veremos cómo ella se lava a fondo todo el cuerpo. Luego viene el hijo, cenan y se acuestan. A estas alturas ya ha pasado una hora y media de película, y comienza la descripción de lo que ocurre el segundo día, que, menos unos cuantos detalles, es exactamente lo mismo que el día anterior, desde por la mañana, hasta por la noche.

Por entonces, ya comencé a verle el sentido a la película. Estaba claro que se narraba la esclavitud de la cotidianidad de las mujeres que están en su casa todos los días teniendo que hacer lo mismo una y otra vez, y la alienación que esto trae consigo. Lo increíble del caso es que, salvo un incidente que ocurre casi al final, todo es siempre lo mismo, la mujer y sus faenas caseras que lleva a cabo meticulosamente y que son narradas con ese mismo detalle, gesto a gesto, siempre con una cámara fija que nunca se mueve. Esta situación te crea una inquietud tremenda pues, hasta que no le pillas la onda, no sabes si te están tomando el pelo o qué demonios pasa con esta mujer, pero he de decirles que poco a poco te va fascinando, la miras y no te puedes creer que estés ahí más de tres horas viendo algo que quizás hay gente que lo ve igual en su casa cada día (sin la prostitución) y que no se da cuenta de lo duro que es ese trabajo de ama de casa sin más horizontes y hasta qué punto la prostitución es una violación que una mujer acepta con el más profundo asco.

Ya les digo, extraña, muy especial, pero fascinante.

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