A los más pequeños con TDAH les cuesta seguir instrucciones y recordar eventos, por lo que llegan a repetir comportamientos inadecuados. Es en la etapa de la niñez cuando la distracción «cobra relevancia», señala la psicóloga Laura Saura, e incluso se les puede señalar como «los graciosos de la clase».

Antes, en una etapa infantil, «con frecuencia demandan la atención de forma negativa» y con rabietas de una mayor duración, frecuencia y severidad. «Hay muchos niños y adultos etiquetados como culos de mal asiento o como la oveja negra de la familia, sin saber ni entender que les está pasando».

En la adolescencia saltan los conflictos con la autoridad, la falta de motivación y inestabilidad emocional. En la ESO empiezan a «fracasar» más porque el nivel de exigencia es mayor y «necesitan una mejor planificación, organización y persistencia».

La psiquiatra Mercedes Sánchez de las Matas señala que el problema llega en la transición de la adolescencia a una etapa más adulta. Cuando cumplen los 16 años, edad en la que dejan de ser atendidos por los centros de salud mental, deben, de forma voluntaria, continuar con la atención en los centros de salud. «Habría que hacer una transición, elaborar un informe para el psiquiatra y mejorar la atención en este cambio».

La médico del Hospital Virgen de la Arrixaca señala que muchos «se pierden» en estas edades y no continúan con los tratamientos. «Aparecen en 2º de Bachillerato o en la carrera universitaria completamente perdidos, y acaban abandonando».

Tienen dificultades de «autocontrol y de rendimiento escolar» y suelen tener preferencia por lo inmediato y un déficit en el desempeño, señala Saura. Sin embargo, «cuando encuentran algo que les gusta, existe una hiperconcentración y no abandonan su trabajo». El trabajo con ellos se centra en desarrollar estrategias que «compensen, regulen y reduzcan» los síntomas del trastorno así como otros síntomas asociados, como la ansiedad, depresión, trastornos obsesivos problemas de aprendizaje.

Adaptación curricular

La Subdirección General de Innovación y Atención a la Diversidad de la Consejería de Educación remarca que en los centros se llevan a cabo adaptaciones curriculares en las metodologías, actividades, materiales e instrumentos de evaluación. «En el aula se procura que este alumnado participe activamente en las explicaciones».

Se realizan preguntas abiertas intercaladas en la explicación, dan una tarea de apoyo a la explicación como encargarse de los materiales audiovisuales o estimulan la memoria de trabajo verbal con estrategias que permitan el desarrollo de la denominada ‘voz interna’, que mejora su capacidad de reflexión y reduce la impulsividad.

También se permite el uso en el aula de manuales antiestrés que pueden utilizar estos alumnos mientras trabajan o escuchan las explicaciones; o introducir y entrenar al estudiante en el uso de software para «la elaboración de mapas mentales o conceptuales que faciliten sus estrategias de organización, memorización y recuperación de la información».