Lorca volvía a rendirse a los pies de blancos y azules. Y lo hacía en unas fechas intempestivas. Los tambores sonaban mientras el sol que da nombre a la ciudad se mostraba en lo más alto del cielo. Y las cofradías ‘grandes’ abrían sus puertas y una marea de seguidores ponía en marcha el engranaje de la Semana Santa. Septiembre era la fecha elegida para un nuevo despertar, nada habitual, pero que lograba sorprender a propios y extraños con unos acontecimientos que nada tenían que envidiar a los días en que la Pasión de Jesucristo es compartida por los mortales.

La Virgen de los Dolores y la Virgen de la Amargura salían a la calle en unos inusuales desfiles que las llevaba en alzas por las principales calles de la ciudad para rememorar aquellos días de septiembre de hace veinticinco años en que las titulares del Paso Azul y del Paso Blanco eran coronadas canónicamente. La ciudad ha vivido estos días, preámbulo del otoño, con una algarabía únicamente comparada a la que se vive en la cercanía de la primavera, cuando los tambores anuncian la llegada de eso que los lorquinos llaman ‘una pasión diferente’.

Blancos y azules proclamaban al mundo que en la ciudad volvían a reinar la Virgen de los Dolores y la Virgen de la Amargura. Y en torno a las efemérides, ensayos, conferencias, charlas, exposiciones… que atraían a lorquinos, pero también a visitantes y turistas dispuestos a compartir esos momentos cercanos que difícilmente se pueden disfrutar desde el graderío de la carrera principal de la Semana Santa.

La ciudad vivía un despertar que se reflejaba en su economía. El impacto económico no era comparable al de la Semana Santa, que se cifra en casi 20 millones de euros, pero lograba datos que superaban la mitad de lo generado en esos días. Hostelería, comercio, turismo, oficios… vivían un resurgir nunca antes visto en un mes a la vuelta de las vacaciones. Y, de nuevo, la desestacionalización de la Semana Santa cobraba protagonismo. Pero ahora, de forma real, porque blancos y azules se han convertido en un motor capaz de impulsar actividades en momentos puntuales del año sin necesidad de incorporar argumentos exteriores de atracción.

Duelo en la arena

La arena de la carrera de Semana Santa es el escenario en el que blancos y azules se enfrentan cada año en un duelo en el que las ‘armas’ no son otras que los espectaculares bordados en oro y seda que durante todo el año ‘pintan’ con aguja e hilo las manos de las bordadoras. El espectáculo está servido cuando blancos y azules se echan a la arena y se enfrentan con magníficos carros a la carrera tirados por caballos llegados de las principales cuadras del país.

Aurigas que se lanzan por el ‘tubo’ en un afán por reinar entre el graderío que se levanta a su paso. Y más de dos mil bordados que visten a otros tantos figurantes para relatar pasajes de las Sagradas Escrituras que rememoran la Pasión de Cristo y que tienen su origen en el año 1852. La rivalidad entre blancos y azules llevó a la introducción de la tradición lorquina del bordado, en oro y plata en los comienzos, para más tarde sumarse la seda. El duelo cesa cuando hacen aparición la Dolorosa y la Amargura, de profunda devoción para todos los lorquinos.

El impacto sociocultural quedaba reflejado en la masiva presencia de lorquinos que asistían a cada uno de los acontecimientos, pero también participaban de los preparativos. El esfuerzo de blancos y azules ha logrado situar a la ciudad a nivel mundial; de dar a conocer los Desfiles Bíblico Pasionales, que no pueden entenderse sin su manifestación artística a través de los bordados en oro y sedas. El principal patrimonio artístico de los pasos, los bordados, –doce de ellos los únicos textiles declarados Bien de Interés Cultural por el Estado español- desfilan por la carrera principal. A esta declaración muy pronto podría sumarse otra, la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco de ‘El Arte del Bordado de Lorca y su Puesta en Escena en los Desfiles Bíblico Pasionales’.

La destacada aportación de blancos y azules este septiembre, convirtiéndose nuevamente en ‘embajadores’ de la ciudad y de los bordados en oro y sedas en el mundo, llevaba al diario La Opinión a otorgarles su máximo reconocimiento el ‘Importante’ del mes de septiembre, como una aportación más a la conmemoración, que ambos presidentes, Ramón Mateos Padilla y José María Miñarro González, respectivamente, agradecían con emoción. «La desestacionalización de la Semana Santa es una realidad desde largo tiempo. El Museo de Bordados del Paso Blanco, muBBla, es visitado por miles de personas a lo largo de todo el año. Y constantemente estamos promoviendo acontecimientos de todo tipo que atraen no solo a lorquinos, sino también a visitantes de todos los lugares», remarcaba Mateos. Y José María Miñarro recalcaba que «nuestra aportación ha sido fundamental para llenar de contenido la vida social de Lorca. Nuestro Museo Azul de la Semana Santa, Mass, se ha convertido en un elemento dinamizador del recinto histórico de la ciudad. Visitar el Mass es de obligado cumplimiento a lo largo de todo el año por las constantes aportaciones a modo de conferencias y exposiciones que se dan cita».