Unas lluvias torrenciales como las que se registraron en el Campo de Cartagena el pasado domingo suelen conllevar importantes daños a los cultivos de la comarca. Por extraño que parezca, en esta ocasión no ha sido así e incluso han resultado ser beneficiosas para un terreno que no recibía lluvia con esta intensidad desde primavera. A las puertas de comenzar la campaña de cultivo para las hortalizas de invierno, las lluvias han permitido humedecer un suelo sometido a un extremo calor este verano. «Las precipitaciones han permitido atemperar el calor de la tierra. Esto ayudará a que las plantaciones no terminen perjudicadas», señala Vicente Carrión, responsable de COAG en el Campo de Cartagena.

En el caso de los cítricos, en pleno proceso de maduración, el agua caída permitirá obtener un producto con mayor calibre. Estas plantaciones necesitan de una gran cantidad de agua, por lo que el ahorro en el riego es también positivo para el sector. Coag llegó a temer por la producción final de limones o naranjas ante la falta de lluvias, ya que el tamaño del fruto «no sería suficiente» para ponerlo en el mercado. Ahora «No habrá tanta demanda de agua», remarca. Esta situación se produce en un contexto en el que la Confederación Hidrográfica del Segura había cortado el suministro de caudales como el agua desalada de Torrevieja o del río Segura hasta que los regantes certificaran que no contaminan el acuífero cuaternario del Campo de Cartagena.

«Hacía mucha falta esta lluvia», remarca, «no ha producido daños porque ha caído cuando aún no se han iniciado las plantaciones». Esto, reconoce, ha sido factor necesario a la hora de generar unas escorrentías que han corrido con fuerza en algunos municipios. «Los setos no evitan arrastres. Lo que hace falta son infraestructuras como diques o embalses de laminación en la cuenca que impidan los arrastres», apunta Carrión.

El responsable de Coag añade además que las explotaciones ganaderas en la zona no se han visto afectadas por las lluvias.

Transformación del suelo

Ecologistas en Acción, por su parte, ha denunciado que la entrada de nutrientes y sedimentos al Mar Menor no son culpa de las lluvias, sino del cambio de uso del suelo en el Campo de Cartagena. En este sentido recuerdan que las lluvias torrenciales de finales de verano y otoño son características de nuestro clima Mediterráneo desde hace siglos, y que el ecosistema natural del Mar Menor está muy bien adaptado a superar los efectos negativos y a aprovechar los positivos.

Pero ahora, «donde antes había cultivos de secano, con terrazas y vegetación natural que retenían suelo y agua, tenemos miles de hectáreas de cultivos de regadío intensivo, allanados, roturados constantemente, muy abonados y sin vegetación natural, lo que favorece que el agua corra en superficie, alimente las riadas, y arrastren toneladas de tierras de cultivo y abonos al Mar Menor».