¿Qué hacer ante estos escenarios tan negativos para una actividad como el regadío tan consolidada en la cuenca del Segura? La solución pasa por un doble enfoque, según los investigadores. Por un lado, «la transformación hacia regadíos tecnificados de alta eficiencia en el uso de recurso hídrico y alta rentabilidad y, por otro lado, la reintroducción del secano tradicional en aquellas zonas de climatología más favorable».
Si nos fijamos en cómo está configurada la producción agrícola de regadío en el sureste de España, la primera opción es la que muestra una mayor tendencia en comunidades como la Región de Murcia. A esto se suma «una escasa efectividad administrativa para evitar la sobreexplotación de los recursos subterráneos», y es que el expolio de los acuíferos no cesa y no parece que haya una hoja de ruta marcada por los organismos competentes para solucionar este problema.
La cuenca del Segura posee un «complejo sistema de gestión de recursos hídricos formado por una densa red de infraestructuras hidráulicas con acceso a diferentes fuentes de recurso» con el fin de satisfacer la demanda de agua de un sector agrícola en regadío «muy desarrollado y productivo». Este sistema cuenta con doce desaladoras, numerosos puntos de bombeos, depuradoras cuyos caudales se reutilizan en agricultura y dos trasvases (Tajo y Negratín).
Con el fin de realizar una mejor asignación y uso de los recursos hídricos y garantizar las rentas de los agricultores, «se debería evaluar la introducción de variedades de cultivo más resistentes a las sequías, el diseño de seguros de riesgos de sequía o la reasignación de derechos de agua entre los usuarios de la Demarcación Hidrográfica del Segura», apuntan los autores del informe. Así, «estas medidas necesitan de una mayor coordinación entre las políticas agrarias y de agua, pero también de conservación de la naturaleza, a distintos niveles administrativos».
