Los adolescentes no llegan al escenario de un intento de suicidio sin dejar al menos unas mínimas pistas. La guía señala, entre las alertas no verbales, algunos signos como modificaciones bruscas de comportamiento, quejas físicas asociadas a la angustia emocional, rechazo de actividades colectivas o aislamiento de amigos y familiares. Los resultados académicos son otra señal, ya que suelen decaer «de forma abrupta». Regalar objetos o borrar redes sociales son otras.
La desesperación de un menor puede detectarse con declaraciones negativas y el fracaso en las relaciones sociales, con una visión pesimista del futuro. Se menciona mucho el concepto de la muerte e incluso hay ideas expresadas de forma directa que deben captar la atención del entorno del menor: «Si algo me sucede quiero que sepas...», «ya voy a dejar de ser un problema», «estoy cansado, no quiero estar vivo»... La despedida, por otro lado, también se suele mostrar de forma oral o escrita.
